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Entre aulas y drogas

La muerte de un estudiante por intoxicación evidenció de nuevo la dura realidad del consumo de drogas en los colegios y la tendencia a experimentar con sustancias legales.

Carlos Hernández Osorio
14 de agosto de 2015 - 02:22 a. m.

Pasarán varios días, según Medicina Legal y autoridades distritales, para que se conozcan los resultados de las pruebas toxicológicas que determinen exactamente cuáles sustancias conformaron la mezcla que inhalaron, y con la que se intoxicaron, 20 estudiantes del colegio Marco Fidel Suárez, de los cuales uno murió. Las primeras versiones, entregadas por padres de familia, los secretarios de salud y educación e incluso médicos que atendieron a los menores, apuntan a que el martes pasado ellos combinaron el polvo de un extintor con otras sustancias. Lo que quedó al descubierto de nuevo, más allá de este caso, fue la difícil realidad del consumo de drogas en las instituciones educativas de Bogotá.

Lo más probable es que hayan preparado la mezcla para drogarse por voluntad propia. Aunque inicialmente se pensó que el caso correspondía a un accidente por la explosión de un extintor, los testimonios conocidos posteriormente apuntan a una peligrosa experimentación de los adolescentes, que tienen entre 12 y 16 años. José Luis Calderón, jefe de pediatría del Hospital El Tunal, declaró que así lo hicieron saber algunos pacientes atendidos en ese centro asistencial, y que estos llegaron desorientados y con alucinaciones. “La mezcla tuvo efectos psicoactivos, aunque sabemos que el contenido de los extinguidores, en general, no produce efectos psicotrópicos”.

Óscar Sánchez, secretario de Educación, admitió que lo del polvo del extinguidor los tomó por sorpresa, aunque reveló que en un reciente estudio del Distrito detectaron que los alumnos han optado por consumir sustancias legales como detergentes para ropa. “Necesitamos entender las dinámicas de las tendencias de consumo en los colegios”, reconoció. “Preguntamos por el tema de los extinguidores y nos dijeron que es excepcional”.

Desde hace unos años, en efecto, comenzó a fortalecerse a nivel mundial el negocio de las drogas sintéticas, que a diferencia de la marihuana, la cocaína y la heroína, no tienen un origen agrícola que las autoridades se han preocupado por controlar. Lo explica el médico toxicólogo Jairo Téllez, director del grupo de investigación de sustancias psicoactivas de la Universidad Nacional. “En Colombia esa producción sintética es rudimentaria, pero en Internet, que carece de control, enseñan a preparar sustancias de ese tipo que salen a bajo costo y son de fácil preparación. La mezcla conlleva un peligro muy alto para la salud”.

En el caso del polvo de extintor, explica que se trata de un corrosivo que llega rápidamente al cerebro y produce una irritación severa en las neuronas. Considera, sin embargo, que no debe extrañar su uso en la medida en que las tendencias de consumo apuntan a sustancias legales a las que se accede, incluso, en el hogar. “En una investigación que hicimos el año pasado en jóvenes de centros de rehabilitación encontramos cerca de 70 sustancias de uso doméstico utilizadas como sustancias psicoactivas. Están el jabón de ropa y para lavar pisos, las ceras, el betún. Muchas de estas sustancias tienen solventes, que permiten que los ingredientes que se les mezclen penetren muy fácilmente en el cerebro”.

La labor de autoridades y padres de familia es, en este sentido, compleja. El secretario de Educación informó que su despacho cuenta con 1.200 funcionarios encargados de reportar situaciones de consumo en los colegios. Lo ocurrido en el Marco Fidel Suárez, de la localidad de Fontibón, al sur de Bogotá, permite ver ciertas características del fenómeno que vale la pena tener en cuenta. Por ejemplo, algunos padres de familia declararon que desde hace cerca de dos meses escucharon rumores sobre el consumo de sustancias poco convencionales como droga, algo que incluso fue motivo de discusión en una reunión que sostuvieron con profesores y directivas el mismo día de la intoxicación. Tanto el director de Pediatría del Hospital de El Tunal como otros padres aseguraron que, según relatos de estudiantes, algunos de estos inhalaron la mezcla el martes pasado por presión de compañeros mayores. El secretario de Educación aclaró que “el colegio tiene registros de problemáticas de conflicto, pero no había hecho reportes sobre este tema en la plataforma del sistema de alertas”. Advirtió, además, sobre el “asedio de la criminalidad a los colegios por medio de las pandillas”, fenómeno que relacionó con el consumo de drogas dentro de los planteles.

Este punto lo documentó la propia Secretaría de Educación en la Encuesta de clima escolar y victimización de 2013. En ese estudio, 17 de cada 100 estudiantes de colegios públicos afirmaron que dentro del colegio en el que estudian se venden drogas, y 29 de cada 100 aceptaron que habían visto a algún compañero consumiendo en las instalaciones (ver gráficos). Lo más preocupante es que al comparar esos resultados con los de las encuestas de 2006 y 2011, los investigadores concluyeron que la tendencia va en aumento, y la brecha entre colegios públicos y privados, en tanto los indicadores de estos son mejores, sigue siendo amplia.

Por Carlos Hernández Osorio

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