El mito de El Dorado deslumbró a los exploradores españoles desde el siglo XVI. Entre los conquistadores se hablaba de un territorio indígena plagado de minas de metales preciosos, cuyo centro era una laguna en la que el cacique de ese pueblo se sumergía, bañado en oro, en medio de las ofrendas doradas que le hacía su gente a los dioses.
Hoy sabemos que ese pueblo era el muisca y que la codiciada laguna es la de Guatavita, ubicada a 75 kilómetros de Bogotá. Y en las tierras que componían El Dorado, un estudiante de la Universidad Nacional pretende establecer una ruta turísitca que reviva la leyenda.
Se trata de Sandro Pedraza, alumno de la especialización de Gestión Cultural de la Universidad Nacional, sede Manizales. Él adelantó una investigación sobre las características históricas, naturales y culturales de la zona, que, además de la de Guatavita, se extiende alrededor de las lagunas de Siecha, Ubaque, Teusacá y Guasca.
La iniciativa se propone “revisar su estado de conservación (de las lagunas), su apropiación social, la tenencia de los predios, las actividades que se desarrollan y proponer las posibles acciones de impulso en torno a un producto cultural regional, que logre establecer una ruta turística que beneficie las comunidades que se encuentran en el área de influencia”, según le explicó el estudiante a la Agencia de Noticias UN.
El proyecto será presentado el 18 de julio ante el Instituto de Cultura y Turismo de Cundinamarca, en busca de recursos, puesto que establecer la ruta turística requeriría mejoras en la infraestructura de esa región, así como trabajo con las comunidades locales sobre el uso de los recursos naturales.
De alguna manera, lo que propone Pedraza es devolverle a la región el poder de atraer las miradas. Como lo hizo en 1534, cuando el conquistador Sebastián de Belalcázar se enteró en Cuzco (Perú) de la existencia de una tribu, en los territorios de lo que se conocía como Cundinamarca, que poseía el mayor tesoro conocido. La leyenda creció al punto de que se creyó que El Dorado se trataba de una ciudad entera construida en oro.
Hoy, la riqueza de la región está en su patrimonio natural, como esas cinco lagunas legendarias, y cultural, por haber sido la tierra de asentamiento de la comunidad indígena más grande de Colombia. Ese es el nuevo tesoro por explorar.