La Florida, otra sobreviviente del Bogotazo

La histórica cafetería de la carrera séptima fue uno de los pocos negocios que no sucumbió ante la violencia desatada tras la muerte de Jorge Eliécer Gaitán. Memorias de una tragedia.

Estefanía Avella Bermúdez
08 de abril de 2014 - 07:47 p. m.


“Uno de los más asiduos visitante de La Florida era Jorge Eliecer Gaitán. Él venía con los gaitanistas a hablar de política, tomar tinto y fumar Piel Roja. Desde ese entonces y hasta hoy, esta cafetería se ha caracterizado por ser un lugar que tiene la magia para el encuentro de grupos políticos, intelectuales y académicos”. Así lo relata Elsa Martínez, dueña y heredera del ya legendario negocio ubicado en el centro de Bogotá, sobre la carrera séptima con calle 21.

 

Fundada en 1936 por José Granés, un catalán que llegó a Colombia huyendo de la guerra civil española, la Florida funcionaba en la carrera 7 con calle 20 y en sus inicios fue un elegante salón de té en el primer piso de la casa, mientras que en el segundo habitaban sus dueños. En 1940 llegó Eduardo Martínez, un joven pastelero de 16 años, quien después de la muerte de Granés adquirió el negocio.

“El 9 de abril de 1948, los Granés quedaron bloqueados. Mi padre nos relataba que don José no tenía mercado para sobrellevar esos días y por eso a él, en medio de la balacera y edificios en llamas, le había tocado llegar a La Florida con un bulto de comida. Recordaba que la puerta del local estaba llena de tiros que francotiradores, desde la casa de enfrente, habían disparado”. Recordando las memorias de su padre, Elsa Martínez narra que la reja, de rombos con huecos, fue forcejeada para saquear el local. Sin embargo, sólo lograron romper los vidrios de unas vitrinas de madera y no pudieron entrar.

Al igual que muchos locales de la carrera séptima, La Florida permaneció varios días cerrada. Después del 9 de abril hubo una disminución en las ventas. La séptima parecía desocupada por el temor que había de que se desatara una nueva balacera. Más de dos meses pasaron para volver a recuperar la vida normal del lugar. Los gaitanistas que solían reunirse en este lugar con su líder, tardaron mucho tiempo en volver a La Florida, seguramente por el miedo a ser atacados, relata Elsa.

“Mis Padres, que vivían en La Concordia, recuerdan cómo se vivió el 9 de abril en esa zona, el incendio del Colegio La Salle y la manera en que asaltaron la plaza de la Concordia. Contaban con impresión el papel de la policía que estaba dividida en dos bandos: unos gaitanistas y otros gobiernistas. Y cómo desde los cerros y por la calle 15 bajaba una muchedumbre armada con palos y machetes dispuestos al ataque”.

“Mi padre sólo salió una vez ese mismo 9 de abril. Se dirigió a La Florida para llevarles el costal de comida a sus patrones y horas más tarde en la noche dejó el local para volver a la casa. Esta anécdota siempre la contaba muy impresionando porque nunca entendió cómo lo había logrado. Decía que nunca había sentido la muerte tan cerca como en aquella oportunidad”.


Por Estefanía Avella Bermúdez

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