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Guillermo Asprilla: la voz que se apaga

Esta es la historia de vida del principal escudero de Gustavo Petro, quien, como el propio alcalde lo señaló hace unos días, enfrenta una enfermedad incurable.

Diana Carolina Durán Núñez
26 de enero de 2014 - 09:10 p. m.
Guillermo Asprilla fue  destituido e inhabilitado  para ejercer cargos públicos por 12 años. / Gustavo Torrijos
Guillermo Asprilla fue destituido e inhabilitado para ejercer cargos públicos por 12 años. / Gustavo Torrijos

Guillermo Raúl Asprilla Coronado, el hijo de una mujer blanca llamada Gladys y de un exempleado de notaría afrodescendiente de nombre Vinicio, enfrenta hoy la peor de las pesadillas de cualquier líder político: va a perder la voz. Tanto en los pasillos del Palacio Liévano como en otros espacios han brotado todo tipo de especulaciones sobre el mayor escudero del alcalde Gustavo Petro, y como su decaimiento se hace cada vez más evidente, la mayoría creía que quizá un cáncer y la quimioterapia eran los causantes de su deterioro. Pero Asprilla, lo confirma su familia, no tiene ningún cáncer. Él tuvo el infortunio de sacar el número ganador en la perversa ruleta de las enfermedades degenerativas motoras, de esas que van apagando el cuerpo a destiempos y que la ciencia no ha descifrado aún cómo se originan ni cómo se curan.

Los reflectores se volcaron sobre Asprilla y su estado de salud desde que el pasado miércoles, cuando Petro de nuevo convocó a sus simpatizantes a protestar en la Plaza de Bolívar, expresó en medio de su discurso: “Guillermo Asprilla sufre de una enfermedad terminal, enfermedad que se agudiza por circunstancias anímicas. Guillermo Asprilla, el constructor de la Constitución del 91, el defensor de los pobres como abogado, el revolucionario, se destruyó físicamente por la arbitrariedad de la Procuraduría (…) yo quiero hacer con ustedes ese homenaje, porque Guillermo Asprilla nos abandona”. Fue, probablemente, uno de los momentos más emotivos en el que, podría decirse, fue el mejor discurso que haya dado el alcalde desde que fue destituido por la Procuraduría e inhabilitado para la vida pública por 15 años.

Pero Asprilla, que siempre ha tenido una salud tan frágil como las alas de una mariposa, está acostumbrado a batallar con la muerte. Cuando tenía 14 años fue desahuciado en medio de una meningitis que amenazaba no dejarlo abrir los ojos al siguiente día, mientras su abuela y unas monjas en Quibdó —ciudad en que pasó buena parte de su infancia y adolescencia— rezaban para que sobreviviera. Años después, con veintitantos, vino el asma crónica severa: su esposa Luz Helena pasó los primeros seis años de su matrimonio temiendo quedar viuda en cualquier momento, y si no fuera porque un médico le regaló el tratamiento que necesitaba, ese podría haber sido el desenlace. Luego fue el turno para el síndrome de Guillain-Barré: con treinta y pico, Asprilla perdió toda la motricidad de su cuerpo. Y logró recuperarse del todo.

“Hoy mi papá está más fuerte que nunca”, asegura Inti Asprilla, su hijo mayor. Antes de que Petro fuera sancionado, el tema que ocupaba la atención de los medios era la supuesta disputa interna que protagonizaban sus Guillermos: Asprilla, en una orilla, y el sucesor de éste en la Secretaría de Gobierno, Jaramillo, en la otra. Se decía que ambos querían mantener el control sobre las alcaldías locales pensando en sus intereses electorales de 2014: Jaramillo, tratando de fortalecer su red política tolimense y Asprilla, buscando que Inti consiguiera un escaño como representante a la Cámara con Progresistas. “Quienes hicieron la campaña de difamación contra mi papá tendrán que vivir con eso en sus conciencias, ellos saben quiénes son. El único nombre que diré es Milton Rengifo (subsecretario de Gobierno)”, expresa Inti.

No obstante, los rumores sobre división entre los escuderos del alcalde se disiparon cuando llegó el anuncio de la Procuraduría: Petro no sólo tenía que salir del Palacio Liévano, sino que no podría volver a ejercer política durante tres lustros. Para ese momento la enfermedad de Asprilla, diagnosticada desde mediados de 2011, ya se manifestaba con más ahínco y llevaba unos seis meses de haber perdido la capacidad para caminar, lo que no evitó que se montara en el tren de los autoproclamados indignados. Apenas se hizo pública la decisión contra Petro, Asprilla comenzó a liderar las asambleas populares, que no eran otra cosa que reuniones con gente de distintas localidades de Bogotá en busca de que se unieran a las manifestaciones en la Plaza de Bolívar. Y como no quería que lo vieran en silla de ruedas, llegaba en caminador.

Mientras hizo parte de la administración Petro, Asprilla hizo todo lo posible por ocultar los estragos de su enfermedad. Todos los días hacía terapia de 5 a 9 a.m. para mantener su movilidad. Pero su familia y amigos saben que sus esfuerzos los nubla la herida que no cierra: la muerte del amor de su vida. En marzo de 2010 su esposa Luz Helena fue diagnosticada con un tumor en los pulmones, que en ocho meses la arrastró a la tumba. La había conocido 30 años atrás, cuando ella era una estudiante de Enfermería de 24 años; él, un estudiante de derecho de 20, y ambos, parte del movimiento estudiantil de la Nacional. A los tres meses ya vivían juntos y en 1981 ya habían tenido a su primer hijo. “El fallecimiento de Luz Helena fue un golpe durísimo para él, que después se enfermó”, señala su amigo Luis Arturo Suárez.

Suárez conoció a Asprilla en la Facultad de Leyes de la Nacional y se refiere a él como lo hacen los amigos y familiares de éste, “Chucho”, a pesar de que sus documentos de identidad muestran que se llama Guillermo Raúl. No hay asomo de Jesús ni en el nombre ni en sus creencias, porque Asprilla, lo saben quienes lo rodean, no es creyente. Su desconexión con la religión, sin embargo, no fue obstáculo para que en octubre de 2010 se casara con Luz Helena en una ceremonia católica porque “ella, como buena boyacense, era muy creyente”, recuerda Suárez. “Siempre vivieron en unión libre, pero como acto de amor se casaron en medio de la enfermedad de mi mamá, quien ya estaba en silla de ruedas. Fue una ceremonia íntima en la casa de mi abuela, y tranquila a pesar de las circunstancias”, relata Inti Asprilla.

Dicen los amigos de Guillermo Asprilla que la esencia de este hombre es ser un luchador que no claudica. Y sus hijos Inti y Alan lo comprobaron más que nunca cuando la enfermedad de su madre llegó para trastocar sus vidas. Luz Helena fue diagnosticada cuando su marido hacía campaña para la Cámara de Representantes con el Polo Democrático, pero “él dejó de invertir tiempo en su campaña para dedicárselo a ella. Estuvo buscando desesperadamente una solución para su enfermedad”, relata su amigo Gabriel Fonseca. Ello incluyó hacer traer desde Cuba escozul (un tratamiento que se hace con la solución acuosa del veneno del alacrán azul), intentar el método Gerson (basado en frutas y vegetales), buscar comida orgánica, probar yerbas e incluso otras cosas más radicales y menos placenteras.

Esa batalla la ganó la muerte el 10 de noviembre de 2010. Un día más tarde, el Consejo de Estado notificaba a los abogados de las víctimas del desastre sanitario de Doña Juana que debían presentar sus alegatos finales, para que el alto tribunal pudiera decidir si el Estado había tenido responsabilidad en el derrumbe de casi un millón de toneladas de basura en ese relleno. La acción de grupo para reclamar indemnización, en nombre de 1.238 residentes del sur de Bogotá que habían afrontado las consecuencias de esa catástrofe ambiental, había sido interpuesta por Asprilla dos años después de la tragedia. Él había sustituido el poder que tenía como abogado de las víctimas cuando se lanzó al Concejo de Bogotá en 2007 y a la Cámara en 2010, pero para ese momento seguía figurando como el litigante contra el Distrito.

La aspiración de Asprilla de ser concejal sólo se hizo realidad en 2011, cuando fue llamado a reemplazar a Roberto Sáenz. Así lo hizo entre septiembre y diciembre de ese año. La Procuraduría, sin embargo, concluyó que era ilegal que él se hubiera posesionado como cabildante a pesar de tener a su cargo un proceso en curso contra la ciudad. Cuenta Inti Asprilla que cuando se produjo la explosión en el relleno, su padre iba camino a Usme y, al regresar en la noche a la casa, aseguró haber visto “el apocalipsis”: árboles y matas marchitas, nubes de moscas y mosquitos, aire irrespirable, alimentos de color verde porque los cubría una capa de hongos. “Llegó enfermo e indignado y ahí decidió que daría la pelea por los afectados”, dice Inti. Esa pelea que inició en 1999, no obstante, acarrearía 14 años después su muerte política.

Según la Procuraduría, era imposible que a Asprilla, con su experiencia como litigante, se le hubiera olvidado validar el poder con el que debía ser sustituido como abogado en el pleito de Doña Juana antes de posesionarse en el Concejo, y tal “falta disciplinaria gravísima” sólo podía ser sancionada con destitución e inhabilidad por 12 años. “Una sicóloga que había determinado que mi papá tenía depresión profunda tras la muerte de mi mamá, fue a la Procuraduría a explicar que las personas en duelo se pueden desconectar de la realidad y que ese tipo de olvidos profesionales sí pueden darse. Ellos ni siquiera tuvieron en cuenta ese testimonio”, reprocha Inti Asprilla. Entonces Guillermo Asprilla, forzado a salir del gabinete de Petro, se volvió su principal escudero a la sombra. Dos meses más tarde perdió la capacidad para caminar.

La última vez que Guillermo Asprilla dio un discurso en favor de Petro fue el 13 de diciembre del año pasado, cuatro días después de la destitución del alcalde. En esa fecha, había prometido Petro, Bogotá vería una movilización sin precedentes y Asprilla quiso acompañarlo, pero le costó caro: hablar en público le provocó una crisis respiratoria que lo envió a la clínica y, desde entonces, su voz no es la misma. Aun así, habló en público en la noche del pasado miércoles, en Teusaquillo, zona donde está la sede de campaña de su hijo Inti. Sacó a relucir su oratoria ante unas 200 personas. Respiraba con algo de dificultad, pero si todos guardaban silencio, lo escuchaban. “Inti, ¿él les ha dado alguna instrucción por si llega a quedar en estado vegetativo?”. “La única instrucción es continuar con el movimiento político popular. Nada más”.

 

 

dduran@elespectador.com

@dicaduran

Por Diana Carolina Durán Núñez

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