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Licor adulterado: ¿culpable de las riñas?

La Policía de Bogotá cree que el aumento de riñas está relacionado con el alto consumo de alcohol adulterado en la ciudad. Así operan las redes criminales que dominan este rentable negocio.

Jaime Flórez Suárez
16 de febrero de 2016 - 03:48 a. m.

Toda la red criminal comienza con una botella que no se quebró. En el camino quedan pérdidas multimillonarias de recursos estatales. La cadena suele terminar con intoxicados, heridos y hasta muertos. En la Policía de Bogotá creen que el consumo de licor adulterado está relacionado con el aumento de las riñas, que preocupan tanto como los homicidios o el hurto.

Alrededor del licor adulterado en Bogotá se han conformado grandes mafias. El primer eslabón lo integran los que se dedican a comprar las botellas, que pagan entre $300 y $600 por una de licor nacional y entre $1.000 y $6.000 por una de licor importado. Pagan más si la botella está en perfectas condiciones y con las etiquetas impecables. Las de aguardiente y las de whisky son las que más buscan.

Juan Carlos Bolaños, director legal de B&B Abogados, recuerda uno de los operativos a los que asistió como perito y experto en adulteración. Lo contactó un hombre aburrido del olor a alcohol que se tenía que aguantar a diario y que provenía de la casa contigua. Bolaños acompañó a las autoridades en la redada. Lo que encontraron fue un gran laboratorio. Una casa de dos pisos atravesada por mangueras que conectaban decenas de pimpinas con máquinas donde se destilaba el alcohol. Miles de tapas, estampillas, etiquetas y anillos falsificados y 4.779 botellas dispuestas para ser envasadas con trago adulterado. Todo listo para comercializarse en fin de año.

El proceso para adulterar es relativamente sencillo. Se destila el alcohol potable y se le agregan colorantes y esencias, de madera o caramelo, si es whisky, o de anís, si es aguardiente. Se envasa en las botellas que han sido adecuadas con estampillas y etiquetas elaboradas con escáneres e imprentas de alta tecnología, que pertenecen a las mismas redes criminales. El resultado: botellas y contenidos similares a los legales, aunque el líquido siempre queda viciado. Las impurezas que se suelen encontrar van desde grumos de mugre hasta pelos, moscos, piojos y cucarachas.

Según la Policía, la mayoría del licor adulterado se distribuye en el centro, en licoreras y abarrotes mayoristas, donde se camufla con el licor legal, y adonde llegan dueños de locales, generalmente del sur de la ciudad y de las zonas donde se agrupan las discotecas y bares. Así, el licor adulterado se riega por Bogotá. Se calcula que una de cada cuatro botellas que se consume en la capital es ilegal.

Producir una botella de licor adulterado es un negocio redondo. Fabricar el líquido y comprar la botella y las estampillas requieren una inversión máxima de $10.000. Una vez envasado, el falsificador las vende entre $30.000 y $90.000, según la marca. Del otro lado, las pérdidas para el Estado son monumentales. Bolaños explica que por cada botella de whisky adulterado, por ejemplo, el erario deja de recibir cerca de $30.000, de los cuales $6.000 irían a la DIAN y el resto a los departamentos. Es dinero que se deja de destinar a la salud, la educación y el deporte. Pero, sin duda, el peor daño es para los consumidores.

El licor adulterado, además de contener impurezas, no respeta los niveles establecidos de concentración de alcohol. Legalmente no deben sobrepasar los 40 grados, pero en el licor adulterado llegan hasta los 90. Su consumo puede producir entre los consumidores daños neurológicos, hepáticos, estados de coma y hasta la muerte. Según la Secretaría de Salud de Bogotá, el año pasado hubo 442 casos de intoxicación por ingesta de bebidas alcohólicas. Alejandra Díaz, toxicóloga de la Secretaría, asegura que las altas concentraciones de alcohol del licor adulterado conllevan a la desinhibición rápida del consumidor, que puede entrar fácilmente en estados de euforia o violencia.

A esa hipótesis le apuesta la Policía de Bogotá como una de las explicaciones del aumento de las riñas, que en Bogotá han llegado a picos alarmantes, como en octubre pasado, cuando en un solo fin de semana hubo 5.100 peleas en las calles. Así, la cadena criminal del alcohol adulterado derivaría en heridos y muertos. Seguramente, este será un tema a discutir en el Primer Foro de Alcohol Ilegal que se celebra hoy en Bogotá.

Por Jaime Flórez Suárez

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