¿Por qué a los antipetristas no les gusta la revocatoria?

Ni la clase política ni la opinión pública se quiere subir al tren de reversar el mandato del alcalde Gustavo Petro. Análisis.

Juan Camilo Maldonado T.
08 de enero de 2013 - 02:45 p. m.
El alcalde de Bogotá Gustavo Petro. / Archivo
El alcalde de Bogotá Gustavo Petro. / Archivo

No les suena. Ni a muchos concejales ni al Gobierno Nacional ni a columnistas que han demostrado, recurrentemente, posiciones contrarias y críticas y –muchas veces- mordaces en contra del estilo de gobierno y los resultados de la administración de Gustavo Petro. A ninguno le suena el proceso de revocatoria del mandato al alcalde progresista, liderado desde hace algunos días por el representante a la Cámara por Bogotá, del Partido de la U, Miguel Gómez.

Casi simultáneamente, la alta consejera presidencial para Bogotá, Gina Parody, y la columnista Maria Isabel Rueda –con quien la primera se formó políticamente cuando la última fue representante a la Cámara, en 1998- expresaron este martes la inconveniencia de una campaña de revocatoria.

Pardoy es la rival natural de Petro en el escenario local. Lo fue en la campaña a la alcaldía de 2011, y lo ha sido también durante estos meses de trabajo con la Unidad Nacional –también contradictora nata del movimiento progresista-. Rueda, por su parte, ha dedicado varios editoriales a fustigar las actuaciones de Petro durante su año de gobierno.

Y sin embargo, ambas coincidieron en afirmar –la una por medios radiales, la otra desde su columna de opinión- que una revocatoria al alcalde es una mala idea. El alcalde, aseguró Parody, “debe concentrarse en las necesidades de la ciudad y no a defenderse de la revocatoria”. Rueda complementó este argumento en su tribuna semanal en el diario El Tiempo: “(Con la revocatoria) se le está entregando a Gustavo Petro Urrego una razón legítima para asumir su defensa. Pero ya no contra las críticas, más que fundadas, de su pésima alcaldía, sino ahora contra la existencia de una supuesta conspiración política de la ciudadanía. Todo eso, bañado en su salsa favorita: su victimización”.

Posiciones de similar rechazo han esgrimido críticos de todos los colores. El escritor paisa Héctor Abad Faciolince, trinó que una revocatoria “es la mejor manera de convertir a un inepto en un mártir”. Rodrigo Lara, cercano al ministro Germán Vargas Lleras –otro rival natural de un alcalde que nunca disimula sus pretensiones presidenciales- exclamó que la iniciativa “es una forma de desconocer la democracia”. Y añadió: “mientras otras ciudades piensan en crecer e innovar, aquí estamos ad portas de meternos al fango de una campaña de revocatoria. Canibalismo”.

Y la campaña podría ser feroz. En especial con un alcalde ansioso de salir a la plaza pública a defender su proyecto político, como lo reconoció en entrevista con este diario, y con una capacidad retórica y de oratoria con la que pocos pueden competir.

Pero ese no es el único pero a la iniciativa. La propuesta de revocatoria se produce en medio de una paradoja: mientras que entre el 58% y el 70% no aprueba la gestión del alcalde Petro, una cifra similar (68% según la encuesta divulgada por el noticiero CM&, la semana pasada) desaprueba a su vez la iniciativa de revocatoria.
Quienes esgrimen el argumento de la revocatoria, citan el amplio rechazo a la gestión del alcalde en las encuestas, y aseguran que éste es un mecanismo legítimo y constitucional para hacer efectivo ese malestar.

De este mismo lado, se encuentran concejales como el liberal Miguel Uribe, para quien la revocatoria “es un mecanismo legal y democrático, que permite a los ciudadanos expresar su inconformismo frente a los gobernantes y, en este caso particular, es una alerta del desgobierno y constantes desaciertos del alcalde”.

No obstante, otros aseguran que no basta con la abstracta insatisfacción ciudadana para embarcarse en una campaña de este tipo. Es el caso del concejal Horacio José Serpa, liberal, y quien ha negado reiterativamente ser simpatizante de los progresistas. Para Serpa, la revocatoria es un mecanismo constitucional que busca castigar a los mandatarios que no cumplen su plan de gobierno. “Justificar revocatoria por bajá popularidad es absurdo”, comentó Serpa hace unos días. “Petro ganó elecciones y así no nos gusten sus métodos, debemos respetarlo”.

¿Qué hay de fondo en esta amplia apatía por parte de los sectores políticos y la opinión pública a la iniciativa?

Para Fredy Barrero, decano adjunto de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Sergio Arboleda, “los bogotanos no están viendo la iniciativa como algo viable. Ha tenido, hasta el momento, cero resultados positivos”. Barrero añade que los ciudadanos, por lo general, no les gusta perder el tiempo en este tipo de procesos y prefieren dedicarse “a los temas del día a día”.

Adicionalmente, Barrero asegura que detrás del escepticismo de la clase política se encuentra la baja probabilidad de que la iniciativa se vea representada en réditos políticos inmediatos, especialmente teniendo en cuenta que una revocatoria nunca ha sido exitosa en la historia reciente de Colombia. “La revocatoria no tiene mayores implicaciones electorales”, asegura Barrero. “A nivel distrital, las elecciones serán en tres años. Y en el ámbito nacional, el desgaste electoral, faltando poco menos de año y medio, puede ser grande para el presidente Juan Manuel Santos”, asegura.

Así las cosas, la iniciativa del representante Gómez arranca coja, inmersa entre paradojas y en medio de debates profundos en torno al futuro de la ciudad, el estilo de gobierno del alcalde (con sus errores y aciertos) y a la finalidad de un mecanismo constitucional como es la revocatoria del mandato.

Por Juan Camilo Maldonado T.

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