"En los Camad no se ve la rehabilitación"

Vladimir Torres, psicólogo social, alerta sobre las falencias que presentan los Centros de Atención para Drogadictos (Camad), programa del alcalde Petro que este lunes comenzó a funcionar en el Bronx.

Gloria Castrillón / Especial para El Espectador
17 de septiembre de 2012 - 04:42 p. m.
María  Vargas, de 19 años, fue la primera persona en ser atendida ayer en un camad. /   Gabriel Aponte
María Vargas, de 19 años, fue la primera persona en ser atendida ayer en un camad. / Gabriel Aponte

La primera imagen que Vladimir Torres tiene grabada es la de un pie pequeño saliendo de un contador de agua. Sucedió en la calle 20 con carrera 3ª, frente al Hotel Niágara, en pleno centro de Bogotá, mientras compraba una bolsa de pan con su papá. Cuando se acercaron, salió un niño de unos 10 años, pero con cuerpecito como de cuatro. Se había metido ahí atraído por el calor de los primeros baños turcos que funcionaron en Bogotá. De eso hace 30 años. Y ese niño fue el primero de muchos que viviría como uno más de sus 10 hermanos. Y sería también la puerta de entrada para trabajar con los habitantes de la calle. Los olvidados, como él prefiere llamarlos.

Apenas tuvo edad suficiente entró a El Cartucho. Les llevaba ropa, comida, los bañaba, los curaba. Él y sus hermanos abrieron una casa para los niños, capacitaron a las mujeres para ganarse la vida sin robar, alentaron a los artistas de la calle para hacer recitales en las universidades.

Vladimir tiene 38 años y aunque estuvo a punto de graduarse como biólogo marino, se dio cuenta de que no podía ignorar ese fuerte lazo que lo ha unido a la vida de los indigentes y se encaminó por la psicología social. En 2000, decidieron que había que estructurar su trabajo en una fundación. La llamaron “Ponte en mi lugar”.

Él, como pocos, ha visto la evolución del consumo de droga en Bogotá. Los primeros niños que conoció no se drogaban, huían de su casa por maltrato (todos los que vivieron en su casa los lograron reunir con sus familias). Pero luego llegarían el pegante y la marihuana en los años 70 y después el bazuco, la cocaína y las pastillas… La primera vez que entró al Bronx fue en 1995 y le llamaban la calle de los muertos. Vladimir vivió la guerra cuando el alcalde Antanas Mockus decidió cerrarla y vio cómo El Cartucho se convirtió en la olla más grande del país.

Fue testigo de la destrucción del barrio Santa Inés y de cómo se desplazaron las ollas al Bronx, El Amparo, San Bernardo, Las Cruces, entre otros barrios. Conoce bien el perfil de los nuevos usadores: ya no hay galladas, el consumo es individual (sólo comparten el contexto) y una persona consume tres o cuatro sustancias (muchas no dejan rastro). Y conoce también el negocio del microtráfico que, según las autoridades de Bogotá, mueve $5.000 millones mensuales. Por eso es una persona autorizada para hablar de los nuevos Centros de Atención para Drogadictos (Camad), que empezaron a funcionar ayer en la ciudad (ver nota anexa).

¿Qué piensa de los Camad?

Es una iniciativa importante, es la primera vez que el Distrito se compromete con responsabilidad y políticas amplias para los olvidados que habitan la calle. Sé que producirá muchas inquietudes en la sociedad y hasta rechazo, pero hay que tener en cuenta que un usador es un ser humano.

¿Y el proyecto tiene en cuenta esa dimensión humana?

Por ahora sabemos que prestarán servicios de salud, pero no se sabe cómo se hará la resocialización. En eso está cojo.

¿Por qué?

Empezamos hablando de salas de consumo y ahora se habla de centros de atención inmediata. No puede ofrecerse sólo una consulta médica o una curación, sino una metodología de acercamiento y que esa atención primaria sea un puente que lleve a la resocialización a largo plazo. Hay que contar con la actitud del usador de droga de rehabilitarse, no todos lo querrán hacer; algunos irán sólo por la atención inmediata. Destaco que ofrezcan atención odontológica, en eso serían pioneros. Los habitantes de la calle tienen graves problemas de encías, falta de piezas, infecciones. Los tratamientos no serán económicos.

¿Qué opina de que se empiece en la calle del Bronx?

Es donde hay más usadores de droga, un lugar donde se concentran el consumo, la distribución y la economía subterránea. Se dice que van dirigidos a los olvidados, pero me pregunto, ¿qué pasará con un universitario o un ejecutivo que entre a pedir tratamiento?, ¿qué pasa si llega un niño? No se puede mezclar la población. El Distrito dice que atenderán a 800 personas diarias. Hay que tener en cuenta las características de un olvidado: puede llevar tres años sin bañarse, no hablan, no quieren que les hablen. Y me pregunto, ¿cuál es la estrategia para que ellos vayan a los Camad? Allí deben estar personas sensibles, con corazón, que quieran ayudar a las personas a salir de la calle o por lo menos a mejorar su situación de vida.

¿Cuál debe ser el papel de la Policía en la implementación de los Camad?

El olvidado ve a la Policía como represora y maltratadora. Ellos los levantan a patadas y los obligan con la moto a caminar o se los llevan en un camión para la UPJ. Si la Policía acompaña este proceso será obstáculo. Sólo deben estar los médicos y los usadores. Le pongo un ejemplo de lo dañina que puede llegar a ser la intervención inadecuada de las autoridades. Cada vez que la Policía le encuentra una pipa a un usador, se la destruye y lo empuja a compartirla con otra persona. Una vez tienen el producto, ellos hacen lo que sea para consumirlo y no les importa si el otro está enfermo. Destruir las pipas no acaba el consumo.

¿Con qué tipo de profesionales deben contar los Camad?

Esa es otra preocupación. El personal debe estar preparado para atender hasta una sobredosis, para hacer un acompañamiento posterior, un trabajo multidisciplinario. Pero el acercamiento debe ser anónimo, es decir, cuando lleguen los usadores no deben pedir mucha información porque los olvidados viven clandestinos, escondidos de sus familias, muchos de ellos tienen problemas con la justicia. Sólo se les debe preguntar lo elemental para lograr un primer acercamiento. Lo que sí es indispensable es que se empiece a hacer estadísticas de las patologías que sufren los usadores.

¿Qué hay que tener en cuenta en esas patologías?

Por mala alimentación, presentan enfermedades digestivas. Padecen de hongos y enfermedades de la piel por falta de higiene; de perforaciones de la piel y de algunos órganos por heridas de armas de fuego y cortopunzantes. También se causan heridas durante el reciclaje o por accidentes de tránsito. Esas heridas no se tratan bien y terminan en amputaciones. Tienen piojos y ‘carranga’, y como se rascan con las manos sucias, se abren la piel y allí se internan los insectos y después hay que hacer tratamiento con medicamentos de uso veterinario. Presentan quemaduras por los químicos que reciclan, pierden las uñas y presentan enfermedades respiratorias y de transmisión sexual, pierden la visión por consumir ‘chamber’ (mezcla de alcohol antiséptico con refresco) y sufren de herpes bucales.

 

Por Gloria Castrillón / Especial para El Espectador

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar