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La lucha del taxímetro

Aunque la ciudad celebra que el paro de taxistas haya fracasado, una cosa es cierta: la lamentable situación en la que trabajan miles de taxistas en Bogotá.

Diana Carolina Cantillo E.
21 de agosto de 2012 - 10:44 p. m.
Elizabeth Castillo factura entre $50.000 o $60.000 diarios en un “día bueno”, cuando hace menos de dos meses producía cerca de $120.000
Elizabeth Castillo factura entre $50.000 o $60.000 diarios en un “día bueno”, cuando hace menos de dos meses producía cerca de $120.000

Elizabeth Castillo de Celeita es una mujer de 60 años que la mitad de su vida se ha desempeñado como taxista en Bogotá. Para ella, dos de sus más grandes logros como chofer de taxi ha sido comprar su propio vehículo luego de más de 10 años de ahorro y la creación, en 1982, de la Cooperativa Multiactiva de Mujeres Taxistas. Hoy su reto era convocar al mayor número de compañeras al paro propuesto por la Asociación de Propietarios de Taxis (Asoprotax) en contra de la nueva medida de restricción del pico y placa, ya que ha reducido el 40% de sus ingresos diarios. Pero las amenazas de desafiliación por parte de algunas empresas concesionarias de taxis valieron más que la invitación de Castillo y el ánimo de protestarle al Distrito por las condiciones laborales que por años han peleado y que aún no han obtenido.

Una de esas compañeras le preguntaba que por qué no pensaba en retirarse. ¿De dónde?, se pregunta Elizabeth Castillo, ¿del sindicato? ¿de la empresa concesionaria? ¿de las mesas de trabajo con el Distrito? ¿de sus responsabilidades como madre cabeza de familia? ¿del oficio de ser taxista? “Será de ninguna de las anteriores”, se ríe. “Las deudas no me han pasado la carta de despedido, por lo tanto no me retiro de lo uno ni de lo otro”, se contesta a sí misma. Y el día que, por edad, por tiempo de trabajo o por físico cansancio, deje su trabajo sabe que no tendrá una jubilación ni cesantías y tampoco una EPS que la atienda en los achaques de la vejez. Y menos lo está pensando ahora cuando, desde hace un mes, llega a su casa con escasos $20.000 en la cajuela de su carro, dinero ganado después de terminar con el “turno largo”, como le llaman, de 15 horas diarias frente al volante.

Como es propietaria del taxi que conduce, Elizabeth Castillo no debe pagar diariamente por el alquiler de un carro y el ahorro que exige el dueño para surtir algunos gastos de mantenimiento. Sin embargo, esos $20.000, que actualmente le está quedando después de tanquear el vehículo y pagar alguna pinchada de llanta o un lubricante, los debe hacer rendir para cubrir la alimentación del día siguiente y para un pequeño ahorro que al final del mes le alcance para cancelar el arriendo, los servicios públicos y las deudas con los bancos. “Yo dependo totalmente de mi taxi, no tengo otra entrada de dinero y ahora éste me genera pérdidas en la medida en que a veces sólo alcanzo a recoger lo que le eché de gasolina”, explica Castillo.

“Las calles están atestadas de carros particulares, taxis gemeliados y otros que llegan de manera ilegal de Soacha, vehículos y motos piratas, buses y busetas, mientras que los andenes están desolados. Pocas veces uno puede conseguir usuarios esperando en un semáforo por un taxi”, se queja Elizabeth Castillo, quien reclama, además, que cuando consigue algún usuario incauto logra transitar sólo tres cuadras antes de toparse con un trancón de una hora. “Entonces uno dura 60 minutos en un embotellamiento, el pasajero se cansa, se baja del carro, no paga porque uno no alcanzó a llevarlo a su sitio de destino y uno se queda atrapado en el trancón”.

Desde el 3 de julio de 2012, fecha en la que inició la nueva medida del pico y placa para carros particulares en la capital, Castillo factura entre $50.000 ó $60.000 diarios en un “día bueno”, cuando hace menos de dos meses producía cerca de $120.000, quedándose con unos $50.000 libres. Pero no hay nada qué hacer. El Distrito dijo que “el pico y placa no era negociable”, no hay espacios para modificaciones y el bogotano que tenga un vehículo particular obviamente quiere usarlo las veces que le sea permitido.

Entonces, la propuesta de este sector de taxistas ha sido “que si el Pico y Placa no es modificable, porque el Distrito asegura que no tiene discusión, entonces se suban las tarifas. Estamos pidiendo que el tiempo de espera en el trancón se cambie y el taxímetro no caiga cada 30 segundos sino cada 5 segundos, porque si alguien toma un taxi por una hora, le cuesta $16.000, pero si está en un trancón le vale $8.000 y queremos un equilibrio en las tarifas. Pero además insistimos en que si no quieren quitar el Pico y Placa, al menos lo modifiquen y lo dejen hasta las 10:30 a.m. para que los usuarios tengan la opción de usar el taxi en la mañana” ha expresado en varias ocasiones Hugo Ospina, líder de Asoprotax.

Tres semanas atrás, huyendo de un trancón monumental en el centro de la ciudad, recogió a dos pasajeros en la carrera 30 quienes le pidieron que los dejaran en la calle 70 con carrera 20. Mientras Elizabeth Castillo buscaba la tabla de tarifas, uno de los pasajeros le puso un cuchillo en la espalda y la obligó a “bajarse” del producido, de un celular barato y de un anillo de matrimonio que le recordaba a su difunto esposo. Cuando no son los atracos, son lo que ella ha llamado las “extorsiones” callejeras de tipos que, vestidos de chalecos de material reflectivo, operan a las afueras de centros comerciales, terminales de transporte y hospitales y les piden a los taxistas entre $500 y $1.000 para poder hacer la fila y conseguir un servicio.

En sus 30 años de oficio ha tenido que enterrar a varios camaradas, quienes han muerto en accidentes de tránsito en alguna vía de Bogotá y a mano de atracadores que se hacen pasar por usuarios. Hoy no recuerda a cuántos funerales de sus compañeros ha asistido, ni a cuántos ha tenido que auxiliar ante el aviso de “conejo” o a quiénes ha tenido que recoger a media noche porque les han arrebatado el producido del día o porque se les robaron el carro. Después de un sin número de paros con éxito, Elizabeth Castillo se siente indignada y con cierta tristeza porque “la causa de muchos se ha convertido sinceramente en la causa de unos pocos”. Castillo espera que cambie su situación actual y seguirá frecuentando los mismos “escampaderos” de siempre en busca de algún usuario.

Por Diana Carolina Cantillo E.

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