Marihuana medicinal bogotana

Mientras México tiende a la legalización y en Colombia se habla de reglamentar su uso medicinal, tres jóvenes llevan un año cultivando cannabis para usos académicos y curativos. Dicen que más que leyes, se necesita investigación científica.

Susana Noguera Montoya
06 de noviembre de 2015 - 02:33 a. m.

Hablar de cultivos de marihuana en pleno corazón de Bogotá daría pie para pensar en ilegalidad, clandestinidad, microtráfico... Sin embargo, en un pequeño establecimiento del barrio Santa Isabel, en la localidad de Los Mártires, no sólo tienen yerba. Allí funciona una de las primeras empresas cannabicultoras constituida legalmente en la ciudad. No tiene letrero en la entrada y no lo necesita. El fuerte y característico olor a marihuana, que impregna el andén de enfrente, le indica al visitante que llegó a Ganja Farm, empresa que cultiva y procesa la yerba con fines medicinales.

La idea de crear este negocio surgió cuando el italiano Denis Contri y su esposa colombiana Pilar Sánchez llegaron a Bogotá procedentes de Europa. Ellos se conocieron en Italia, cuando Sánchez fue a aprender el idioma. Ella cuenta que antes de conocerlo consumía marihuana y una vez se desmayó. “Lo conocí a él y nunca más me volví a intoxicar”. Su esposo le enseñó a cultivar la mata de forma orgánica y a consumirla con fines terapéuticos.

Contri, graduado del Cannabis College en Holanda y con 15 años de experiencia cultivando marihuana, al llegar al país se sorprendió al ver que, pese a existir plantas de buena calidad, la forma en que la cultivaban no era la apropiada. Además, que la yerba que usaban para muchos productos medicinales como aceites, pomadas y gotas no provenía de cultivos orgánicos y limpios, sino de plantaciones ilegales, donde la higiene es lo que menos importa.

Las plantas cultivadas en condiciones de ilegalidad tienen altas concentraciones de tetrahidrocannabinol (THC), la principal sustancia psicoactiva. Sin embargo, por sus bajos niveles de salubridad, nos son apropiados para el uso medicinal.

Aprovechando sus conocimientos de siembra y extracción de cannabis, la pareja se alió con Camilo Cruz, físico de la Universidad Nacional, y entre los tres crearon Ganja Farm. Tomaron la decisión de empezar con una empresa inscrita formalmente en Cámara de Comercio, porque entendieron que la ley colombiana les daba suficientes garantías para hacerlo.

Aquí se pueden cultivar 20 plantas por persona y por local, portar una dosis mínima y consumirla sin ser penalizados, siempre y cuando no lo hagan frente a un menor o en espacio público. Pilar explica que en el acta de constitución de la empresa está claramente especificado que se dedican a cultivar marihuana y distribuir productos a base de la misma. “Tuvimos que hacer los papeles que tendría que hacer cualquier empresa nueva, pero jamás nos pusieron problema por ser cannabicultores”.

El proceso

Al ingresar al local se ven cuatro plantas de marihuana bajo luces blancas y moradas. Cruz explica que la ganja, nombre de la marihuana en India, una de las plantas sagradas de la cultura hindú, tiene tres etapas: germinación, vegetación y floración. Las que están bajo la luz se encuentran en la primera de las tres. Aunque es una maleza, para que tenga una buena producción debe estar en un ambiente completamente controlado. “Aquí ellas están como en un spa”, dice mientras muestra la máquina que controla la acidez (Ph), humedad y temperatura del ambiente.

Desde una pequeña ventana, al lado del invernadero, emana una brillante luz amarilla. Al mirar a través de la ventana se ven plantas de más o menos un metro de altura bajo lámparas tamaño industrial. El cannabis macho tiene una flor blanca de medio centímetro de diámetro, mientras la hembra produce diminutas flores verdes, que brillan por los cristales de resina que tienen en las puntas de sus pétalos.

Esa es la sala de floración. Las exponen a esa luz por 12 horas y luego deben estar en completa oscuridad, así florecen más rápido. “Esas ya están listas para el corte”, explica Pilar.

En el corte se escogen las ramas en mejor estado y se ponen a secar en un lugar sin humedad y con sombra. El proceso de corte, secado, limpieza y curación puede demorar hasta tres semanas. Luego vienen las pruebas para ver los componentes de la planta, pues cada una es diferente.

El análisis

Contri se pone bata, tapabocas y guantes para mostrar cómo es el proceso que determina cuánto THC y cannabidiol (CBD) tiene la planta. Este es un proceso vital, pues determinará qué porcentajes de cannabinoides tiene la marihuana y para qué enfermedades es más efectiva. Mientras el THC afecta la función cerebral, actuando sobre el sistema nervioso central, el CBD se considera un cannabinoide no psicoactivo. Es el responsable del alivio que muchas personas buscan en el uso medicinal.

Para medirlo, Denis extrae el aceite de la planta y lo pone sobre una plantilla que tiene una serie de mediciones, tanto de THC como de CBD. Le añade una solución y de acuerdo con la concentración del agente químico, la escala se colorea de rosado. Entre más concentración de los agentes tenga el aceite, más intenso será el color.

Los defensores de los productos a base de marihuana sostienen que los cannabinoides entran a actuar sobre los neurotransmisores y estabilizan el organismo. Agregan que, complementado con una dieta balanceada y un tratamiento naturista, pueden curar, reducir o prevenir la inflamación, la náusea, la diabetes, el alcoholismo, el trastorno de estrés postraumático, la esquizofrenia, la artritis reumatoide, la epilepsia, enfermedades cardiovasculares y sirve como analgésico contra espasmos musculares, con la ventaja de no tener efectos secundarios.

Por el contrario, el National Institute on Drug Abuse (NIH), instituto adscrito al Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos, afirma que tiene efectos adversos como entorpecer la coordinación y el equilibrio, la capacidad de realizar tareas complicadas y hacer deporte. Explican que usuarios reportaron afectación en la memoria a corto plazo, ya que el THC se adhiere a los receptores en el cerebelo y los ganglios basales, las partes del cerebro que regulan el equilibrio, la coordinación y el tiempo de reacción. El instituto aclaró que estos efectos sólo ocurren mientras se consume la marihuana. Los efectos a largo plazo aún no han sido comprobados.

Sobre estas contraindicaciones, Pilar opina que suceden sobre todo cuando se administran dosis de marihuana sin el debido cuidado. Para ella, el cannabis, ya sea medicinal o para uso recreativo, debe utilizarse a conciencia y en dosis acorde con el organismo de cada persona.

Más investigación

“Fumar ganja contaminada, en una pipa sucia y en dosis exageradas, claro que es malo para el organismo. Esa es una de mis grandes críticas hacia los Camad. No pueden darles marihuana a los pacientes como si fuera un premio por portarse bien. Si quieren que se mejoren, deben evaluarlos físicamente y recetarles una variedad de marihuana en una dosis específica, que los ayude a curarse”, explica Denis.

Entidades como la Policía Metropolitana y la Secretaría de Gobierno llegan a pedirles consejo sobre cómo lidiar con jóvenes consumidores y qué proyectos implementar para ayudar a los farmacodependientes. Es por eso que los tres cannabicultores afirman que, más que nuevas leyes, Colombia necesita pedagogía para implementar las que ya tiene.

Hace poco Ganja Farm inscribió en Cámara de Comercio la Asociación para el Desarrollo de la Industria Cannábica y reunieron a 20 empresas en todo el país, de las cuales la mayoría no están legalmente constituidas. Cruz, su representante legal, explica que hay mucha gente que le da miedo comentar abiertamente su trabajo por “desconocimiento de las leyes que los avalan o desconocimientos técnicos sobre el cultivo”.

Otro punto que falta por aclarar es por qué el cannabis no está incluido en la lista de plantas medicinales del Ministerio de Salud. Una vez suceda, el procedimiento sería rápido: las empresas que producen o venden productos a base de marihuana podrían obtener un registro del Invima y regular su venta, brindando tranquilidad a sus clientes, al tener seguridad sobre la calidad del producto.

“Lo que estamos haciendo no es nada nuevo, es el resultado de años de investigación en otros países, pero tenemos que empezar a hacer nuestras propias investigaciones de acuerdo con nuestro contexto social y político. Necesitamos que nos aclaren un poco las reglas del juego, pero para eso no hace falta otra ley, sino investigación”, concluyó Cruz.

A la espera de que se regule el uso del cannabis

El artículo 3º de la Ley 30 de 1986 reza que la producción, exportación, importación, comercio y uso de estupefacientes, al igual que el cultivo de plantas a partir de las cuales estos se produzcan, se limitará a fines médicos y científicos, conforme la reglamentación que expida el Ministerio de Salud. Hoy, 29 años después, dicha reglamentación aún no existe.

Los más recientes avances en el tema se han dado en los últimos dos años. En 2014 Juan Manuel Galán presentó un proyecto para legalizar el uso de la marihuana con fines medicinales, el cual tiene pendientes dos debates en el Congreso. Hace un año se discutió el tema, pero hasta el momento no se ha retomado la discusión. El más reciente avance fue el anuncio del ministro de Salud, Alejandro Gaviria, quien el mes pasado aseguró que expedirá un decreto para reglamentar la producción de productos a base de marihuana, con lo que, según él, se busca “una forma de agroindustria que comercializa productos lícitos, por ejemplo, ungüentos, pomadas y aceites, que son legales”.

¿Para curar la adicción?

Los Centros de Atención Médica a Drogodependientes (Camad) han sido criticados por la Personería Distrital, así como por la Contraloría y la Procuraduría. Desde 2012, cuando se implementaron, fueron catalogados como “legalmente inviables”, en parte porque proponían que el Distrito financiara dosis de marihuana para los pacientes, cosa que la entonces ministra de Justicia, Ruth Stella Correa, tildó de ilegal. Este año el procurador Alejandro Ordóñez les pidió a la Contraloría y a la Personería establecer si eran efectivos ya que, en un estudio que adelantó el ente de control, no encontró evidencias de reducción de consumo entre los beneficiados. Con el cambio de administración, su futuro es incierto. El que será secretario de Seguridad anunció a El Espectador, que le pondrá fin al programa.

 

Por Susana Noguera Montoya

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