Hoy es la segunda sesión del cabildo abierto convocado por los sindicatos de la ETB para despejar las dudas alrededor de la decisión que tomó la administración de Enrique Peñalosa de enajenar este bien. La semana pasada, los ciudadanos tuvieron espacio para expresar sus posiciones a favor y en contra. Ahora le llegó el turno al Distrito de responder. Aunque en la primera sesión se esperaba oír razones técnicas de por qué vender o no vender, durante la jornada se impusieron los choques políticos y las arengas a favor de la revocatoria. Eso, por supuesto, hizo que se desdibujara la razón del encuentro. (Lea: Un cabildo político alrededor de la venta de la ETB)
Aunque es evidente que un cabildo abierto es un acto político en sí mismo, porque se trata de un mecanismo de participación ciudadana, eso no justifica el haber perdido la oportunidad de conocer los argumentos técnicos alrededor de una decisión que afectará a toda la ciudadanía, la verdadera dueña de la empresa. Por eso consultamos a expertos para que explicaran la importancia de la ETB, hablando desde lo tecnológico.
Uno de los argumentos recurrentes de quienes están en contra de vender es que Bogotá ha invertido mucho dinero en una empresa que hoy es líder en tecnología, aunque no tenga una gran participación en el mercado. Julián Cardona, expresidente de la Asociación Colombiana de Ingenieros (Aciem), respalda esta posición y destaca la evolución de la ETB en años recientes, pues incursionó en tres áreas clave: comunicaciones 4G, televisión digital y banda ancha a través de la extensión de su fibra óptica.
Con una inversión de $2,1 billones, dice Cardona, la ETB se posicionó en Latinoamérica como una de las mejor dotadas y la más avanzada tecnológicamente en el mercado local. Para el asesor, el hecho de que ya exista fibra óptica extendida por toda la ciudad, que pasa por el 60 % de los hogares, es un avance que pocas ciudades han logrado y que tendrá ventajas a futuro, si Bogotá se quiere posicionar como una ciudad inteligente.
¿Qué significa eso? Yezid Donoso, subdirector académico del Departamento de Ingeniería de Sistemas y Computación de la Universidad de los Andes, explica que una ciudad es inteligente cuando brinda a sus ciudadanos servicios básicos a través de las tecnologías de la información (TI).
“Aquí entran conceptos como internet de las cosas (IoT), que juegan un papel clave en la cotidianidad. Por ejemplo, que desde la lavadora hasta los semáforos estén conectados a internet. Eso podría repercutir positivamente en temas como la seguridad, el medioambiente, el transporte, la medicina, entre otros”, agrega.
Hace una semana, este diario publicó un artículo sobre cómo en ciudades de Estados Unidos como San Diego, San José y Jacksonville se han realizado planes piloto para evaluar el impacto en general de implementar alumbrados inteligentes. Los resultados iniciales muestran datos interesantes, como que en Jacksonville se registró un incremento de más de 300 % en la capacidad de la Policía de detectar un tiroteo y los agentes de tránsito pudieron aumentar la cantidad de multas por parqueo en sitios prohibidos. Aunque Donoso no habla de la venta de la ETB, resalta que lo más importante es que haya una visión de inversión y de aprovechamiento de la tecnología que ya se adquirió para alcanzar un día las ventajas que traen las TI. (Lea: Conozca algunos de los riesgos que podrían tener las ciudades inteligentes)
Daniel Medina, ingeniero electrónico y exministro de las TIC, asegura que el gran problema aquí es que Bogotá no tiene esbozado un plan para ser una ciudad inteligente: “Si hubiéramos tenido una planeación ambiciosa con ETB como protagonista, otra historia contaríamos en este momento, pero nada de eso pasó. Voy a poner un ejemplo: ¿hemos abierto la posibilidad de legalizar Uber o Cabify, de modo que el tráfico de la ciudad se administre inteligentemente, lo cual pueda apoyarse en la fibra de la ETB? No. Nada de eso pasa”.
Medina está convencido de que la fibra óptica sería hoy una opción interesante si se hubiera pensado en un crecimiento de ciudad apoyado en la tecnología, pero con una inversión paulatina. “Lo que está llevando al Distrito a tomar esta decisión es que se pusieron billones de pesos para mejorar su tecnología a corto plazo, cuando estos procesos duran años. No se rentabilizó la inversión y ahí perdió”.
A eso hay que sumarle, según Cardona, que los ciudadanos y el Distrito jamás aprovecharon dicha inversión: “La gente tiene que ser consciente de que no confió en la empresa para comprar sus servicios. No en vano la mayor parte del mercado la tiene Claro. Muchos reclaman que se conserve, pero no se afilia a la ETB”. Aunque aclara que eso se debió, en gran parte, al mal manejo de imagen y la falta de estrategias para promocionar la compañía como un bien público que debía ser respaldado por sus dueños, los bogotanos.
Aquí hay otra arista del debate. Si bien la fibra se conservará y se utilizará (explotada por privados, en caso de la venta), de acuerdo con Cardona, el Distrito perdería la posibilidad de ayudar a que la ciudad se vuelva más inteligente, más rápido. Esto debido a que un privado puede decidir que no instala más fibra óptica o que prefiere otra tecnología más económica. Eso, afirma el expresidente de Aciem, sí sería un golpe fuerte porque podría ser un retroceso.
Donoso añade que, aunque tener una gran extensión de fibra óptica pone a Bogotá en una posición de ventaja y podría ayudarle en sus propósitos de encaminarse como ciudad inteligente, también es necesario tener infraestructura. La fibra, por sí sola, no arregla nada: “Supongamos que puedo llegar a todas las casas, pero tengo un valor de transmisión limitado. Se necesita de diseño y arquitectura de comunicaciones adecuadas para soportar el alto tráfico”.
Para obtener calidad de transmisión, por supuesto, se necesita invertir más. El problema es que el Distrito ha reiterado que no tiene los recursos y que prefiere construir colegios y hospitales que intentar potenciar una compañía que se encuentra en un sector tan competido.
La decisión, como lo dijo el alcalde, ya está tomada. Para el exministro de las TIC, eso sólo demuestra que los mandatarios siguen dándole prioridad a la infraestructura y nadie se pregunta cómo mejorar la calidad de vida de los ciudadanos a partir de la tecnología. “Preocupa que no se piense que esos sectores que se beneficiarán con la venta, como la educación y la salud, pueden potenciarse desde otras formas distintas a la tradicional, que está relacionada al cemento”. Por eso concluye que una vez se venda la ETB, Bogotá debería invertir esos recursos también en un plan serio de ciudad inteligente.