Panorama de la situación de seguridad en Bogotá

Columnista invitado EE
20 de julio de 2019 - 12:48 a. m.

Por: Ariel Ávila*

En lo corrido del 2019 se han presentado tres grupos de hechos que han encendido las alarmas en materia de seguridad ciudadana en la capital. El primero, fueron los descuartizamientos. Hasta el momento son cuatro casos, dos en Bosa, uno en la localidad de Los Mártires y el de las últimas horas en Engativá. A esto se le suma una alerta temprana de la Defensoría del Pueblo sobre la presencia de organizaciones criminales pesadas en la ciudad, particularmente en las localidades de Bosa, Kennedy y Ciudad Bolívar.

El segundo grupo de hechos, fue una serie de acciones armadas con armas largas.  En Ciudad Bolívar la policía fue atacada con fusiles hace unas semanas. También, se presentó un hurto a una casa de valores, donde al menos seis de los asaltantes contaban con fusiles de asalto; y el caso más reciente fue el del policía asesinado cuando se disponía a requisar una camioneta.

El último grupo de hechos ha sido una serie de hurtos que quedaron grabados en videos: robo de celulares, hurtos en el trasporte público, rompe vidrios, entre otros. Gran parte de estos videos se hicieron virales en las últimas horas en redes sociales. Esto reabrió el debate sobre la seguridad.  A continuación, se analizará la situación de la capital, los avances y retrocesos en materia de seguridad.

Diagnóstico:

Al momento de revisar los datos de seguridad y convivencia de la capital colombiana, al menos hay cuatro cosas que llaman la atención. En primer lugar, el homicidio se ha reducido. Es una noticia positiva. Bogotá llegó a tener una tasa de homicidios de 80 por cada cien mil habitantes para el año de 1993, era la época de Pablo Escobar. Actualmente, la cifra está cercana a 13 por cada cien mil habitantes. A continuación, se ve la evolución en el número de homicidios.

En todo caso, se debe aclarar que la administración de Enrique Peñalosa ha tomado una decisión poco ética. Según la alcaldía, la tasa de homicidio está en 12,8 por cada cien mil habitantes, pero esta cifra no contabiliza las personas que murieron en el marco del uso legítimo de la fuerza. Por lo tanto, la tasa de homicidio sería más alta.
En todo caso, se debe aclarar que la administración de Enrique Peñalosa ha tomado una decisión poco ética. Según la alcaldía, la tasa de homicidio está en 12,8 por cada cien mil habitantes, pero esta cifra no contabiliza las personas que murieron en el marco del uso legítimo de la fuerza. Por lo tanto, la tasa de homicidio sería más alta.

Lo segundo criterio interesante al revisar los datos es el aumento del hurto a personas. En el 2018 se denunciaron 104.000. Si se tiene en cuenta la cifra negra, es decir, lo que no se denuncia, la ciudad podría tener cerca de 215.000 hurtos al año, lo que significa que podrían ser 600 hurtos cada día. Hay zonas de la ciudad donde se concentra este hurto: el sistema de trasporte público, algunos corredores de movilidad y puentes peatonales son las zonas más afectadas. La situación de Transmilenio es más que dramática.

De hecho, la victimización en Bogotá, sumando la directa e indirecta, llega al 46%. En 2011 estaba en 20%. La percepción de inseguridad en el barrio está en 44% y el 61% de los bogotanos considera que la percepción de inseguridad en la ciudad ha aumentado. Todos estos datos se pueden ver en la encuesta de la Cámara de Comercio de Bogotá hecha para el segundo semestre de 2018. Así las cosas, la tasa de homicidio no está amarrada a la percepción de inseguridad.

El tercer tema tiene que ver con el mercado del narcotráfico. Bogotá pasó de tener cerca de 600 zonas de expendio de droga en 2010 a cerca de 1.200 en la actualidad. Dos fenómenos explican esta situación: por un lado, el efecto “cucaracha” que se dio con la intervención en el Bronx. Básicamente, una vez se interviene una gran “olla” madre, el fenómeno se dispersa y comienzan a surgir pequeñas zonas de expendio de droga. A su vez, el aumento de la producción de cocaína hace que el mercado nacional se expanda cada vez más . Por ende, pequeñas organizaciones criminales comienzan a aumentar la presión para crear nuevos puntos de comercialización.

Hay una guerra subterránea en los límites entre Bogotá y Soacha por el control de corredores de movilidad y la entrada de droga. Soacha se ha convertido en una zona de acopio. Allí llega y luego es entrada a Bogotá bajo el mecanismo del pitufeo, es decir, en pequeñas cantidades. El gran problema es que en Bogotá hay una gran cantidad de pandillas y grupos juveniles violentos que podrían prestar servicios de seguridad ilegal.

A los que resguardan algunas “ollas” los llaman sayayines, pero estos grupos no son homogéneos. Hay algunos que pueden ser grupos de hasta 30 personas, en otros casos, en “ollas” barriales, son grupos de cuatro o cinco jóvenes. A continuación, se muestra en mapa de pandillas en Bogotá. Las de color azul son las más peligrosas.

El cuarto tema, al revisar los datos e información de seguridad en la ciudad, es que, si bien el homicidio con arma de fuego venía reduciéndose, la disponibilidad de armas en las grandes ciudades ha aumentado. Nuevamente, son dos las explicaciones. Por un lado, el mayor comprador de armas ilegales eran las Farc. En la medida que salieron de la guerra, las disidencias, el Eln y los Grupos Armados Organizados no alcanzan a cubrir dicha oferta y un residuo de esa oferta está llegando a zonas urbanas.  

Por otro lado, el tráfico de armas desde Venezuela, producto de la corrupción de la Fuerza Armada Nacional, está disparado. Algunas de ellas están llegando a las grandes ciudades.

*Investigador de la Fundación Paz y Reconciliación

 

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