¿Qué pasó en La Peluquería?

Asistentes a un evento en centro cultural denuncian maltratos por parte de la policía. Uno de ellos asegura que fue electrocutado.

Juan Camilo Maldonado Tovar
23 de mayo de 2013 - 06:46 p. m.
Momento en que los policías ingresan a La Peluquería.  / Melissa Pérez
Momento en que los policías ingresan a La Peluquería. / Melissa Pérez

Durante la última semana, una denuncia publicada en un portal independiente de noticias de Bogotá tiene indignados a cientos de capitalinos en las redes sociales y preocupadas a las autoridades distritales.

El extenso artículo está firmado por Melissa Paerez, directora de La Peluquería, un centro cultural en la localidad de La Candelaria que, además de funcionar como una suerte de salón de belleza alternativo durante el día, realiza ocasionalmente eventos culturales en la noche. La Peluquería, además, es el lugar de residencia de Melissa.

Según su relato, el sábado pasado, a la 1:30 de la mañana, se encontraban realizando un evento privado, el lanzamiento del video musical de Mauricio Álvarez, Cero 39, un reconocido productor de la ciudad. Al lugar llegó un grupo de cuatro policías, encabezado por el teniente Álvaro Enrique Vélez, subcomandante (e) de la estación de Policía de La Candelaria. Los uniformados, como consta en el informe de novedad radicado por Vélez, observaron “que había personas por fuera de este inmueble sin razón social” y que había “una persona de logística verificando el ingreso”, por lo que el oficial procedió a realizar un “control de establecimientos abiertos al público”.

Vélez le pidió a la dueña los papeles del establecimiento. Ella le dijo que La Peluquería no era un establecimiento abierto al público, que lo que allí se desarrollaba era un evento cultural privado y se negó a facilitarle los papeles al subcomandante.

A partir de ese momento todo salió mal. Relata el teniente Vélez: “(Melissa) contestó de forma grotesca que yo no sabía con quién estaba hablando... me dijo que no me iba a presentar nada (los documentos) e ingresé a dicho evento...”.

El relato de Melissa es considerablemente más gráfico: “En ese momento desistieron en pedirme algo más y llamaron más refuerzos, de manera amenazante. Yo finalicé la conversación, entré a la casa, cerré la puerta y decidí esperar adentro. Llegaron al instante los refuerzos, dos patrullas llenas de agentes de la Policía, quienes aprovecharon el instante en que uno de los invitados abrió la puerta para salir del lugar y forzaron la puerta de entrada para acceder al sitio, tanto que pensé que la iban a tumbar. Les pedí que tuvieran cuidado pues me encuentro en estado de embarazo, a lo que hicieron caso omiso y siguieron hacia adentro...”.

Daniela Wong, también miembro de La Peluquería, relata: “La policía entró al lugar de una forma muy atarvana, prácticamente se llevaron a la persona que estaba en la puerta. Ellos se comportaban como si pudieran hacer lo que quisieran. Uno de los policías se subió entonces a donde estaba el DJ y le dijo: ‘Entonces qué, gonorrea hijueputa, ¿qué vamos a hacer?’”.

El ingreso de los policías al lugar y el silenciamiento de la música molestó a las 80 personas que se encontraban allí. Mientras algunos reclamaban por la arbitrariedad —nadie, al fin y al cabo, había reportado una queja por ruido aquella noche—, otros les decían a los policías frases como “¿y para esto es que pago impuestos?”.

En diálogo con El Espectador, el teniente Vélez asegura: “Después de que se ingresa, esta señora (Melissa) incitó a los demás a que no nos hicieran caso. Querían provocarnos. Pero no nos dejamos provocar”.

Sin embargo, los testimonios de más de seis personas presentes en este evento, reunidos por El Espectador, coinciden en señalar que, en efecto, los uniformados estaban exaltados, fueron groseros e incluso maltrataron verbal y físicamente a algunos de los asistentes.

Mauricio Álvarez: “Yo me puse a tomar fotos con mi celular, y uno de los policías me dijo: ‘Entonces qué, bobo hijueputa’”.
Daniela Wong: “Como la fiesta se acabó yo me puse a barrer. Y comenzó a levantarse un polvo azul del suelo que nos ensució a todos los zapatos, incluyendo a los policías. Eso los debió ofender... Entonces una policía me cogió del cuello de la camisa, otra me cogió de atrás. Yo estaba ahogada a más no poder. Le decía que por favor me soltaran y no me soltaban para escapar de ese ahogamiento...”.

Melissa Paerez, quien en medio del alboroto buscó tomarle una foto con su iPhone al subcomandante, asegura: “Pude captar su número de placa y él, sin ningún reparo, me rapó el celular de las manos y lo estalló contra el piso”.

El teniente Vélez le negó a este diario cada uno de estos hechos. Sin embargo, cuatro personas presentes en el evento confirman haber visto el celular de Melissa destruido. Ella asegura que de esto no quedó evidencia, pues al día siguiente lo mandó a arreglar.

¿Qué pasó en La Peluquería? Sería más fácil saberlo de existir un video que registrara todo desde el primer momento. La policía cuenta con fragmentos que, asegura la comandante de la estación de La Candelaria, mayor Astrid Gómez, demuestran la indisposición de los asistente de la fiesta en contra de los oficiales.

El único video continuo de lo ocurrido esa madrugada se encontraba en la cámara de Santiago Trujillo*, un joven artista que grabó lo sucedido desde que comenzó el enfrentamiento con los oficiales. Sin embargo, según le aseguró Trujillo a El Espectador, la memoria de su cámara fue extraída por un grupo de cuatro uniformados que, al verlo grabando, lo esposaron y trasladaron a un CAI.

El teniente Vélez niega, de nuevo, que estos hechos hayan ocurrido. Sin embargo, el testimonio de Trujillo da cuenta de maltratos y tortura dentro del CAI de la avenida Jiménez, a donde fue conducido. Por su valor testimonial, ha sido añadido en el recuadro adjunto a esta nota.

Según la vocera de la Policía, teniente coronel Zorayda Vargas, la denuncia de Melissa Paerez está siendo analizada hoy por el Comité de Quejas y Reclamos (Craed) de la Policía Metropolitana de Bogotá. Será este órgano, presidido por el subcomandante de la Policía de Bogotá, Camilo Ernesto Cabana, quien decida si hay méritos para que se abra una investigación al respecto.

¿Hubo descargas eléctricas?

Santiago Trujillo* tiene miedo. Luego de hablar con El Espectador y aceptar hacer esta denuncia con nombre propio, nos solicitó que ocultáramos su identidad porque teme por su seguridad. Este es su relato: “Los policías estaban muy bravos conmigo porque yo los estaba grabando. Y cuando salí a grabar afuera de La Peluquería llegaron tres policías y me estampillaron contra la pared. Y el que dirigía el operativo me dijo: ‘Ahora sí gonorrea, ahora sí estás en mi territorio y se te fue hondo’. Y me fueron esposando con un torniquete que me hizo doler hasta llorar.
Me metieron al CAI, me quitaron la cámara y la comenzaron a ver. Le había hecho primeros planos y tomado fotos de las placas. Y entonces se emputaron más de lo que ya estaban”.
Y uno sacó un taser (arma electrochoque) y empezó a electrocutarme con toda. En el brazo, en el pecho y en la pierna”.
“Mientras tanto le quitaron la memoria a la cámara y se la sacaron. Me dijeron que la habían roto. No supe más de ella”.
“Luego pude llamar a un amigo. Y él llegó y pude salir...”.

El limbo jurídico de un centro alternativo

Pese a que aún hoy hay muchos interrogantes sin respuestas, hay algo que queda claro frente a lo que sucedió en La Peluquería el sábado pasado: ambos lados —la Policía y los organizadores privados— se culpan mutuamente de lo ocurrido.
Para Melissa Paerez, directora de La Peluquería, la Fuerza Pública no tenía fundamentos de derecho para entrar a la casa sin una orden judicial, pues esta es la sede de una fundación cultural privada, cuyo objeto social incluye la organización de eventos. Además, la casa es su lugar de residencia.
Para la comandante de la Policía de La Candelaria, mayor Astrid Gómez, La Peluquería, al realizar eventos con logística, cobro del ingreso y venta de licor en su interior, se convierte en un establecimiento abierto al público.
“Las organizaciones culturales estamos en un limbo jurídico”, asegura Paerez, quien esta semana se reunió con representantes del Instituto Distrital de Artes para denunciar este posible vacío normativo.

jmaldonado@elespectador.com

*Nombre cambiado por solicitud de la fuente.

 

¿Hubo descargas eléctricas?

Santiago Trujillo* tiene miedo. Luego de hablar con El Espectador y aceptar hacer esta denuncia con nombre propio, nos solicitó que ocultáramos su identidad porque teme por su seguridad. Este es su relato: “Los policías estaban muy bravos conmigo porque yo los estaba grabando. Y cuando salí a grabar afuera de La Peluquería  llegaron tres policías y me estampillaron contra la pared. Y el que dirigía el operativo me dijo: ‘Ahora sí gonorrea, ahora sí estás en mi territorio y se te fue hondo’. Y me fueron esposando con un torniquete que me hizo doler hasta llorar.

Me metieron al CAI, me quitaron la cámara y la comenzaron a ver. Le había hecho primeros planos y tomado fotos de las placas. Y entonces se emputaron más de lo que ya estaban”.

Y uno sacó un taser (arma electrochoque) y empezó a electrocutarme con toda. En el brazo, en el pecho y en la pierna”.

“Mientras tanto le quitaron la memoria a la cámara y se la sacaron. Me dijeron que la habían roto. No supe más de ella”.

“Luego pude llamar a un amigo. Y él llegó y pude salir...”.

 

 

Por Juan Camilo Maldonado Tovar

 

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