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La pobreza oculta de Bogotá

La historia de un habitante de Teusaquillo que da cuenta del empobrecimiento de la clase media bogotana. Uno de los 130.000 casos que tienen a la administración pensando en eliminar el sistema de estratificación en la capital.

Verónica Téllez Oliveros
23 de junio de 2014 - 02:35 a. m.
Enrique Díaz reconoce cómo fue un pobre vergonzante del barrio Teusaquillo en Bogotá. /Luis Ángel
Enrique Díaz reconoce cómo fue un pobre vergonzante del barrio Teusaquillo en Bogotá. /Luis Ángel
Foto: LUIS ANGEL

De puertas para afuera todo parece perfecto. Dos inmensos árboles y una fachada de ladrillo impecable. La fachada de la casona que el abuelo construyó en el barrio Teusaquillo de Bogotá en 1937, con trazos de arquitectura inglesa, como correspondía en esta zona de la élite de la ciudad entonces. Pero de puertas para adentro la situación es otra... y hubo días en los que en la nevera —de esta casa estrato cuatro, clase media bogotana— sólo había telarañas. Ahí está la pobreza oculta, la pobreza vergonzante, invisible.

A Enrique Díaz, el habitante de esta casa estrato cuatro de Teusaquillo, le costó mucho decidirse a entrar en un comedor comunitario del programa creado por la alcaldía de Lucho Garzón en 2006 para dar alimentación a habitantes con escasos recursos. Comenzaba 2009 cuando alguien le habló de los tres comedores que había en la localidad. Pero ¿cómo iba a ir él a un lugar de estos para recibir asistencia social? No. Eso era para los habitantes de la calle, los desplazados, adictos a las drogas, gente muy pobre. ¡Pero no para él!, creía Enrique. No para él, aunque estuviera en los huesos y hubiera vivido por nueve años lo que era estar sin empleo y con una economía en caída, como la que estaba viviendo el mundo por cuenta de la crisis financiera de Estados Unidos.

Con una chaqueta que alguna vez fue color mostaza y hoy sólo tiene el rastro de las incontables posturas, Enrique cuenta su historia sentado en uno de los antiquísimos sillones de la casona. “En octubre de 2009 la situación estaba insostenible. Ya comenzaba a pedirle al uno y al otro con una vergüenza tremenda, porque no es mi talante pedir, me siento mal. Me volvieron a hablar del comedor y entonces dije: voy a ir sólo por chismosear”. Cuando llegó la sorpresa que se llevó fue grande al ver que había amigos y conocidos, vecinos del mismo estrato.

Una historia reciente

De la pobreza oculta en Bogotá poco se ha hablado. Después de 2004, cuando la administración de Lucho Garzón anunció que habría comedores comunitarios en Teusaquillo, el tema comenzó a tomar fuerza. “Los indicadores oficiales decían que la localidad era la del mayor índice de calidad de vida y desarrollo humano. Así que con los casos puntuales de quienes empezaron a ir a los comedores, salió a la luz el tema”, cuenta Bibiana Pineda, quien hizo un estudio sobre la situación para su maestría en estudios interdisciplinarioss sobre desarrollo de la Universidad de los Andes.

Justamente en 2008 la Alcaldía Local de Teusaquillo publicó un libro llamado Pobreza oculta en estratos 3 y 4, una nueva realidad en Bogotá, el cual reveló que unas 20.000 personas de clase media en este sector vivían en condiciones de pobreza. “La pobreza no es patrimonio exclusivo de una clase o estrato social determinado. Que viva en estrato 4 no conduce a deducir que una persona sea acomodada, que no requiere especial atención en materia social”, fueron las palabras de la entonces alcaldesa local Sandra Jaramillo, que realizó una propuesta a la Secretaría de Planeación para investigar el tema en el resto de la ciudad.

Finalmente, la Secretaría encargó un estudio para rastrear eso que los académicos internacionales han llamado “pobreza reciente”, una situación que viven quienes en el pasado tuvieron altos ingresos que les permitieron estar en un nivel socioeconómico medio, pero que por alguna razón disminuyeron. “A veces hay tragedias familiares o personales, como la pérdida de empleo. Ocurre algún evento que hace que las personas o sus hogares disminuyan sus ingresos considerablemente, pero aun así siguen viviendo en estratos tres y cuatro y eso hace que tengan problemas para cubrir sus gastos”, explica Armando Palencia, director del estudio de Planeación.

Así que a los investigadores de Planeación Distrital se les ocurrió explorar quiénes son esas personas de estratos tres y cuatro en la ciudad a las que no les alcanza para cubrir sus gastos básicos. Los resultados les mostraron que hay 40.000 hogares en esta condición, especialmente, en siete localidades: Engativá, Kennedy, Rafael Uribe Uribe, Puente Aranda, Barrios Unidos, Usaquén y Fontibón.

Con los hogares identificados, Planeación pasó a sugerir hipótesis, como que en ellos “se ven vulnerados derechos como acceso a salud, pensión, vivienda, alimentación y trabajo”. Lo hicieron con conversatorios en las localidades y a partir de preguntas de la Encuesta Multipropósito de Bogotá 2011, que muestran si “de vez en cuando se acabó la comida y no hubo dinero para comprar más”.

Cuando se asoma el empobrecimiento...

La historia de Enrique empezó a ponerse difícil a comienzos del año 2000. Después de años de haber trabajado en el sector público, renunció en 1997 y arrancó con un negocio propio de distribución de dulces y cigarrillos. Pero no le fue bien. Con más de 40 de años no logró conseguir trabajo por que estaba “sobrevalorado”. Precisamente, lo primero que empezó a sacrificar en esta crisis fue la comida. “Uno comienza a disminuir las porciones de carne, pollo, a no gastar en un restaurante, así sea un corrientazo. Y los demás comienzan a decirle: ‘Uy, pero cómo está de flaco’. Ahí está la pobreza oculta: al abrir la nevera y encontrar telarañas. Muchas veces yo la apagaba porque para qué consumía luz. Y uno se vuelve demasiado solitario. Yo no salía de mi habitación porque para qué”.

“Pero cómo va a ser pobre alguien que vive en Teusaquillo, esos son pobres ricos”. La frase la ha escuchado Enrique varias veces, de boca de algún funcionario público, cuando comenzó a ir al comedor comunitario. Sólo él sabe que a sus 50 y tantos años y sin empleo, cambiarse de barrio y vender la casa de la familia es tremendo. El arraigo es quizá la razón principal, sin contar con que la casona del abuelo no es suya totalmente y ahí vive su hermana con su esposo e hijos.

Enrique sabe que aunque lo suyo fue un golpe fuerte, hay casos más duros. Conoció muchas otras historias cuando se volvió la carta de presentación de los comedores de la localidad para ir golpeando casa por casa en busca de aquellos que escondían su pobreza y preferían aguantar hambre antes que sentir el peso de la vergüenza social. “Llegamos a la casa de una pareja de ancianos que ya no tenían muebles, porcelanas, cuadros. Todo lo habían vendido y ni siquiera servicios tenían. La casa estaba en ruinas y ellos vivían en el único cuarto que no tenía goteras”.

Uno de los resultados más importantes de la investigación hecha en 2008 en Teusaquillo fue acerca de las carencias de los ancianos que no tenían ingresos ni pensiones y estaban en total abandono, incluso en la mendicidad. A pesar de esta condición, no pueden figurar dentro de los elegidos para programas sociales por el hecho de estar en estratos diferentes al uno y el dos. Por ello, Armando Palencia cuestiona qué tan buena es la estratificación si puede generar segregación. “Puede ser una medida acertada, pero su inflexibilidad está promoviendo la vulneración de derechos de las personas, como el acceso a los servicios públicos y a una vivienda, entre otros”, señala el estudio de Planeación sobre pobreza oculta, que será compilado en el libro Demografía y población.

La administración de Gustavo Petro ha analizado cómo eliminar el sistema de estratificación, teniendo en cuenta que la ciudad tiene información necesaria para determinar los pagos de impuestos y servicios públicos sin esta medición.

En cuanto a los subsidios, una de las conclusiones de los debates hechos por Planeación en su estudio es que la ciudadanía prefiere tener un trabajo digno que le genere ingresos y formación laboral, más que subsidios del Gobierno o programas de crédito que los lleve a endeudarse. De hecho, Enrique también considera que el paternalismo no es la solución y que podría haber programas en los cuales los beneficiarios también aporten parte de su trabajo para recibir asistencia.

Aunque sea un problema que se estudia desde hace poco, y para muchos no deja de ser algo de ‘pobres ricos’, “el empobrecimiento de personas que habitan los estratos tres y cuatro puede tender a crecer y empeorar si no se toman las medidas pertinentes para frenar este fenómeno”, reza el informe de Planeación. Las consecuencias no sólo afectarían el crecimiento económico sino también la desigualdad, ya de por sí bastante alarmante en un país como Colombia, que ocupa el tercer lugar de inequidad urbana entre los países de América Latina, como se lee en estudios hechos por la CAF y ONU Hábitat.

Por Verónica Téllez Oliveros

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