¿Por qué la imagen de Peñalosa no repunta?

Sólo el 22 % de los ciudadanos aprueban su primer año de mandato, una de las cifras más bajas desde 2001 y que sólo ha sido superada por Samuel Moreno. Expertos indican que sus decisiones, su discurso selectivo y hasta su personalidad han hecho que no se conecte con los bogotanos.

Laura Dulce Romero
25 de febrero de 2017 - 09:52 p. m.
Ilustración: Fernando Carranza. /El Espectador
Ilustración: Fernando Carranza. /El Espectador

Desde que comenzó su mandato, el alcalde Enrique Peñalosa tiene una favorabilidad con saldo en rojo. Su imagen no repunta y ahora no sólo debe enfrentarse a las encuestas, sino a los grupos promotores de la revocatoria. Se percibe en los sondeos, pero también en las redes sociales. Un desafortunado comentario suyo puede generar tendencia en Twitter (como a #APeñalosaLePareceSexy) y alimentar los argumentos de sus opositores. 

Peñalosa nunca ha sido amigo de las encuestas. Según Bogotá Cómo Vamos, sólo el 22 % de los ciudadanos aprueban su primer año de mandato, la cifra más baja desde 2001. Sólo supera a Samuel Moreno, quien obtuvo el 11 % en su último año de mandato. Para completar, hace 10 días, Cifras y Conceptos reveló que el 58 % de los encuestados aprobarían la revocatoria del alcalde. Sin embargo, él ya está acostumbrado a nadar contracorriente. En su primera administración tampoco contaba con el apoyo de la mayoría y salió victorioso. (Lea: Movimientos sociales, sindicatos y petristas comienzan campaña para revocar a Enrique Peñalosa)

La situación hoy parece diferente, pues, dicen los expertos, su mandato peligra. Consideran que muchos elementos se han mezclado para que en cualquier momento la bomba estalle: desde su personalidad terca, hasta sus decisiones como intervenir la reserva Van der Hammen y darle prioridad a Transmilenio. Esto ha hecho que exista un divorcio entre él y los ciudadanos. Si bien la mayoría de los consultados en el artículo no está de acuerdo con la revocatoria, están seguros de que si no corrige sus errores, en las urnas le pasarán cuenta de cobro.

No está con los intereses de la ciudad

Para Juan Carlos Flórez, concejal de la Alianza Social Indígena (ASI), Peñalosa ha tenido dos momentos claves que han roto su cordón umbilical con los bogotanos. El primero: las decisiones del metro. “Los bogotanos estaban enamorados de esa idea y ya imaginaban cómo sería. Él ha cambiado mucho de opinión y cuando llegó decidió transformar los planes, porque lo quería elevado”.

Carlos Vicente de Roux, exconcejal y excandidato a la Alcaldía, piensa igual, aunque añade que la tensión se agrava cuando el mandatario insiste en darle protagonismo a Transmilenio, un sistema con una mala reputación en la ciudadanía. El político asegura que eso le resta contundencia a su discurso y por eso las personas están convencidas de que no verán poner un solo ladrillo bajo su gobierno.

El otro momento llegó cuando tomó la decisión de utilizar hectáreas de la reserva Van der Hammen para sus proyectos de infraestructura. El concejal de ASI asegura que hoy la religión del mundo contemporáneo es la naturaleza y al asegurar que solo se trataba de un “potrero lleno de vacas” hirió susceptibilidades y creencias, sobre todo de los ambientalistas. (Lea: Controversia porque Distrito retiró vallas que demarcaban la Van der Hammen)

Flórez insiste en que esos dos hechos solo demuestran que se ha casado con unos intereses con los que la ciudad no está de acuerdo: “En el caso del metro, ha recorrido el mundo desprestigiándolo, porque a él no le gusta. Con la Van der Hammen es evidente que debe cumplirles a quienes le financiaron su campaña, los constructores”.

Finalmente, para De Roux, otro factor que lo ha perjudicado es su cercanía con el Concejo que, sin duda, genera suspicacia: “Las personas saben que ese apoyo está mediado por negociaciones e intereses políticos y que las decisiones aprobadas no se han estudiado con juicio”.

El espejo retrovisor y la mala comunicación

Si en algo concuerdan los expertos es en que el burgomaestre es pésimo argumentando sus ideas y escuchando a sus adversarios. Eso se debe, en gran parte, según un asesor de comunicaciones que prefirió no revelar su nombre, a su personalidad: “Se muestra como un hombre terco, pedante y hasta narcisista, porque cree que siempre tiene la razón”.

Aunque considera que la terquedad es una característica muy provechosa en política, puede ser un arma de doble filo si no tiene capacidad de negociación. Para el analista, eso tiene consecuencias mucho más graves en una ciudad como Bogotá, donde hay una población tan diversa y confluyen múltiples intereses. “La gente quiere participar más y quiere saber que la escuchan. Él no responde a ese llamado”, advierte.

Lucía Bastidas, concejal de la Alianza Verde, considera que el problema es que no se comunican los logros con tanto impulso. A pesar de que tiene proyectos sociales sobresalientes, no se muestran a la ciudadanía.

El experto en comunicación política manifiesta que hay un mal manejo por parte de sus asesores, que en realidad se han convertido en un comité de aplausos. Repudia que hayan explotado al límite la estrategia “del espejo retrovisor”, que siempre saca a relucir a Gustavo Petro.

“Ellos creen que Hollman Morris y Gustavo Petro se volvieron omnipotentes y todo lo que dicen se repite por Bogotá. Desde la Alcaldía han sobrevalorado su impacto y lo han magnificado a tal punto que lo ponen en un nivel que ellos no tienen. Eso para lo único que ha servido es para darle puntos a Petro. Cada vez que hablan siempre meten en su argumentación el pasado. No más espejo retrovisor. La gente está cansada de eso y quiere que le hablen del futuro”.

La exclusión de una visión social

El asesor de comunicaciones plantea que su discurso tampoco lo ha favorecido. Hace 20 años, advierte, la gente creía que Bogotá necesitaba un alcalde que prometiera progreso en infraestructura y modernización, pero eso cambió porque las necesidades sociales tomaron un valor político. “Tomemos el ejemplo de Lucho Garzón y su administración mediocre. Cuando las personas piensan en comedores comunitarios, se acuerdan de él inmediatamente. Tuvieron 100.000 problemas, pero la Bogotá sin hambre le quedó a las personas en la cabeza”.

En esa medida, considera que a Peñalosa le falta una visión más social, en la que estén representadas los jóvenes y otras poblaciones, como el movimiento LGBTI: “Peñalosa siempre nos habla del metro, nuevas troncales de Transmilenio, proyecto de urbanizaciones, pero en términos de política social no escucha gran cosa. Lo triste es que tiene con qué, como sus proyectos de educación, pero no lo muestra correctamente”.

Por su parte, Carlos Vicente de Roux agrega que su visión de ciudad, sin quererlo, ha atropellado los intereses de minorías. Por ejemplo, la recuperación del espacio público le ha traído problemas con los vendedores ambulantes. Lo mismo ocurrió con el campamento de la paz y con los antitaurinos: tuvo un mal manejo de la situación. “Esas minorías despiertan la simpatía en las mayorías y es ahí cuando él pierde el apoyo”.

No se ve su trabajo

Desde el comienzo, Peñalosa se mostró como un gran urbanista y un excelente administrador, así que las expectativas de su primer año eran muy altas. Aunque en su momento eso lo ayudó para ganar las elecciones, según Flórez, ahora le trajo problemas porque los bogotanos no han percibido mejoría en su cotidianidad, principalmente, en el transporte. Y si a eso le suman el problema de los colados y la inseguridad, el paisaje se oscurece mucho más.

Lo más preocupante, añade Carlos Vicente de Roux, es que la situación no cambiará mucho, pues los proyectos del alcalde son a mediano y largo plazo. “Se puso desafíos muy costosos y lentos. Ha sido eficiente en buscar los recursos, pero probablemente en su mandato ni siquiera se vea el comienzo de las obras. Creo que es un buen ejecutor, sin embargo, pienso que debió priorizar algunas obras porque hay temor de que la ciudad quede muy endeudada”.

La concejal Bastidas afirma que esas decisiones son necesarias, pues debido al desgobierno que hubo durante 12 años, Bogotá no cuenta con equipamientos indispensables como troncales, colegios y hospitales.

De todas maneras, para los tres expertos, es injusto que se apoye una revocatoria, pues un año no es suficiente para brindar resultados y los bogotanos también deben asumir la decisión que tomaron en las urnas.

Los grupos de la revocatoria

Otro de los dolores de cabeza de Enrique Peñalosa es la revocatoria. Los promotores están recolectando firmas y dicen que ya tienen 150.000 de las 271.818 que necesitan. A pesar de que unos líderes han manifestado que no tienen afinidad política con el exalcalde Gustavo Petro y que lo hacen por convicción, para la concejal Bastidas los que están detrás son la oposición: “Desde el día que lo eligieron dijeron que iban a promover la revocatoria. Eso no sólo surgió de una conciencia ciudadana, sino de un grupo político. Estamos en campañas presidenciales y es evidente que se quieren posicionar en la capital”.

Bastidas reconoce que Peñalosa ha tomado decisiones impopulares que lo han llevado a este punto, como la venta de la ETB, pero opina que es necesario hacerlo, pues en este caso el Distrito vela por su patrimonio, ya que no tiene recursos para capitalizarla en un sector tan competido como el de las telecomunicaciones. “Puede pasarle lo mismo que a Telecom, que se regaló, y sólo por el pasivo pensional”. (Lea: A resolver las dudas sobre venta de la ETB)

Sin embargo, los detractores reiteran que la ETB es rentable, está creciendo y que la decisión se tomó sin tener un diagnóstico confiable sobre el presente y el futuro de la compañía. “No le veo sentido a vender un activo que le da a Bogotá buena rentabilidad por invertir en cemento”, dice Carlos Vicente de Roux.

En cuanto a las encuestas, Bastidas arguye que se deben mirar “con beneficio de inventario”, pues están sobrevaloradas y resalta las sorpresivas elecciones de Estados Unidos y el proceso de paz: “Nadie podía creer los resultados. Los sondeos deben mirarse quién los paga y para qué”.

 

Por Laura Dulce Romero

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