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Quesada, la resurrección del quijote

El curador Hernando Cabarcas reunió 105 documentos relacionados con la historia de la capital. Uno de ellos es un romance inédito del fundador de Bogotá.

Santiago Valenzuela
16 de febrero de 2013 - 09:00 p. m.
Folio del libro en el que aparece ‘Romance’, de Jiménez de Quesada.
Folio del libro en el que aparece ‘Romance’, de Jiménez de Quesada.

“Ya sabemos harto, y harto sabe Cervantes, de los Quesadas: de Gaspar, de Hernán, de Francisco... Pero el Quesada que conmueve por sus locuras y su piedad, por su grandeza y sus miserias, es don Gonzalo, espejo del Quijote. Si Cervantes fuera a América, allí escribiría su Quijote, le haría moverse dentro del escenario de las Indias, le llevaría a Santafé, a los Llanos y de los Llanos a Mariquita, pero en vez de llamarle don Alonso le llamaría don Gonzalo”. La idea fue escrita por Germán Arciniegas en El caballero de El Dorado, en 1942. En ese entonces, la hipótesis de que Gonzalo Jiménez de Quesada, el fundador de Bogotá, fuera la inspiración de Cervantes, fue vista por algunos como una alucinación, como una desventura.

La idea no se desvaneció en el aire ni en las discusiones de la época. Surgió con fuerza 71 años después, cuando el filólogo y lingüista Hernando Cabarcas reveló que tenía preparada una colección de impresos que datan de 1538 hasta 1928. El 6 de febrero de este año, el Archivo de Bogotá abrió sus puertas para mostrar lo que Cabarcas cosechó.

En la primera vitrina está iluminado el Romance de Jiménez de Quesada, del 3 de septiembre de 1538. El documento fue encontrado el 3 de septiembre de 2012 por Cabarcas: “En memoria de tristeças, que en el camino tenía, si en la mi dama donosa, pensamiento entretenía, que la mi casta señora, llorando me despedía, cuando abandoné a Granada por alguna fichoría”, se lee allí.

La descripción es la de un caballero desvalido que fácilmente podría ser don Quijote de la Mancha: “El romance alude a un personaje que siente nostalgia por su enamorada. Cuando los españoles están agotados por la guerra y piensan volver, Quesada les dice a los soldados: devuélvanse, y será problema de cada quien ponerse delante de su dama sin haber acumulado una fama suficiente”, señala Cabarcas. El romance une a Quesada con el Quijote por la lejana Dulcinea que han dejado en Granada. A ella, ambos dedican sus hazañas.

En la galería descansa Don Quijote de la Mancha; el que José Vicente Concha encargó en 1913 a la editorial Araluce de Barcelona para distribuir en las escuelas públicas de la ciudad.

Las aventuras que narran en este libro surgieron de la relación familiar del fundador de Bogotá con Cervantes. Desde el punto de vista del historiador Eduardo Santa, Catalina de Salazar Palacios, la esposa de Cervantes, estaba vinculada por lazos de sangre con Gonzalo Jiménez de Quesada. Siguiendo el argumento del historiador, los parientes de Cervantes se interesaron en las aventuras de Quesada y hasta el mismo novelista le solicitó al rey Felipe II un empleo en América.
De hecho, Arciniegas cuenta que tanto el Quijote como Quesada estaban locos. Basado en los testamentos de cada personaje, dice: “Ambos declaran que ya ha pasado su locura y están en el uso cabal de sus facultades”.

La exposición del Archivo de Bogotá “Impresos Bogotanos: alma de la ciudad”, que recoge las 105 obras que Cabarcas recopiló, termina el 30 de marzo. ¿Por qué ir? Para el curador, “es la llave maestra que tenemos para ver nuestro lenguaje. Ahí está gran parte de la producción de la vida de la ciudad en la imprenta. Los impresos nos desprenden de esos referentes, es la imagen de nosotros asociada a ideales diferentes a los que apoyan las lecturas que hemos hecho de nosotros mismos”.

El imaginario poético de los bogotanos se refleja en la portada de otros impresos: El libro de Santafé, de 1929; A través de la Antigua Santafé, de Luis Tamayo, 1925. De la mano están las portadas de la revista Fantoches, de 1927, con la portada, grabados y plancha tipográfica del Amadís de Gaula. En una búsqueda un poco más detallada van apareciendo escritos del siglo XIX; como diarios de mujeres bogotanas que acuden a conceptos de Cervantes y Quesada para poner en la narración sus emociones. “Está el Puñado de Rosa, que son cinco diarios que recogen un antología de la iconografía de Cervantes y el Quijote en Colombia”.
En los diarios de las mujeres aparecen palabras en inglés y francés. Esta necesidad de apegarse a la escritura y la literatura para dejar en el papel los pensamientos es en parte compartir la esencia con Don Quijote. Dice Cabarcas: “El Quijote cambia sus tierras para adquirir unos dineros y comprar libros, cambiando su sangre por tinta. Él muere porque no admite una vida sin ideales. Ahora vemos que los ideales están vivos”.

En este universo literario se encuentran aventuras bogotanas de 1920. Mundo al día, por ejemplo, recoge las celebraciones del 20 de julio en esa época. El ideal de aventura del Quijote se extiende hasta los ejemplares de El carnaval de los estudiantes de los años veinte y la poética de Juan Díaz Rengifo aparece como un nodo de la rítmica del bogotano Francisco Álvarez de Velasco y Zorrilla.

El significado de las historias de caballería va más allá del patrimonio. “Está siempre el vínculo de hacer la vida un cuento y hacer de la vida un proceso de narración. Cervantes entra y sale de los libros bogotanos, de Fantoches, de Bogotá cómica. En todos ellos está el arte de contar, los sueños, los caballeros andantes que recorren el mundo con sus propios pies”.

Uno de los asistentes a esta exposición fue Gabriel Pabón, novelista bogotano: “Con esto se está creando una memoria que vincula a Bogotá con la aparición y evolución de los libros. Se está haciendo alusión a un arte, la tipografía, que puede estar en decadencia”.

Así termina Germán Arciniegas el capítulo “el hijo de Don Quesada”, de El caballero de El Dorado: “Volvamos a Gonzalo. Ningún conquistador pasó los trabajos que él pasó. Ninguno fue tan duramente mordido por el desencanto y las tristezas. Ninguno murió más pobremente, ni más viejo y sufrido, a la sombra de tejas que no fueron suyas. Pero ¿qué significan todas estas vanidades? Gonzalo dijo: espero la resurrección de los muertos. Y su epitafio está cumplido”.

Por Santiago Valenzuela

 

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