¿Riqueza o desecho?

La crisis desatada esta semana por cuenta del nuevo esquema de aseo en la ciudad es una oportunidad para repensar la forma en que los bogotanos se relacionan con sus desechos.

Juan Camilo Maldonado T.
22 de diciembre de 2012 - 04:00 p. m.
¿Riqueza o desecho?

“¿Y yo para qué voy a reciclar? ¿Acaso por qué yo les voy a hacer el trabajo a los recicladores?”, le dijo una mujer al periodista Camilo Segura, durante la mañana del día D, ese 18 de diciembre de 2012 que no se les olvidará a los bogotanos, cuando sus calles amanecieron cubiertas por miles de bolsas de basura.

Los comentarios desprevenidos de esta mujer resumían una realidad con la que los reporteros de este diario se toparon recurrentemente durante el cubrimiento de la accidentada, cuestionada, advertida y caótica puesta en marcha del nuevo esquema de basuras en la capital: los bogotanos no reciclan; no saben, no les gusta y no encuentran una ciudad que los incentive para hacerlo.

Tamaña paradoja. Justo cuando los bogotanos constataban, en las aceras y avenidas, bajos los árboles y postes, la enorme cantidad de desechos que a diario producen, terminaron enfurecidos con una administración que les prometió una Bogotá limpia y justa y terminó regalándoles de Navidad un basural tremendo.

En medio de la natural furia ciudadana desatada esta semana, el mensaje de basura cero, de una ciudad con un proyecto colectivo para reducir y aprovechar al máximo las 7.000 toneladas diarias de desechos, pareció diluirse en el cubrimiento de los medios de comunicación.

Y sin embargo, como si se tratara de un curioso y esporádico milagro de Nochebuena, a lo Dickens, el caos de esta semana también prendió en algunos habitantes de esta ciudad una chispa de conciencia sobre la necesidad que tenemos de pensar y transformar la forma en la que nos relacionamos con nuestra basura.

La crisis provocada por la administración ocurre, coincidencialmente, por el anuncio de la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca de que al relleno sanitario Doña Juana le queda un año. Por consiguiente, Bogotá estará el año entrante inmersa en una nueva pelea por determinar cuál será el lote donde abandonará todos su desperdicios.

¿Pero es justo enterrar todo lo que desechamos? Un estudio desconocido para la mayoría de las personas, realizado en 2011 por la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos y el Instituto de Estudios Ambientales para el Desarrollo de la Universidad Javeriana, calcula que anualmente la ciudad echa literalmente a la basura más de $110 mil millones, sólo en residuos inorgánicos.

Estas son las cifras: Bogotá entierra cada año en Doña Juana alrededor $2.062 millones en vidrio, $27.740 millones en papel y cartón, $95.265 millones en plástico y $3.873 millones en chatarra.

Visto de otro modo, con el papel que botan hogares y empresas se podrían construir 14 jardines infantiles para 150 o 180 niños y con el vidrio se podrían hacer 55 viviendas de interés prioritario.

Eso sin contar los residuos orgánicos que a diario se van a la caneca, y que, según Júber Martínez, experto en residuos sólidos de la Universidad Manuela Beltrán, equivalen al 60% de las toneladas que se traga Doña Juana.

Y esta situación está lejos de ser exclusivamente bogotana. Basura Cero —ese concepto que pareció refundírsele en el camino al alcalde Petro entre tanta pelea con los operadores privados y los medios de comunicación— es una de las metas ambientales y económicas más importantes para cientos de ciudades del mundo.

San Francisco (EE.UU.), por ejemplo, tiene como meta reciclar el 95% de sus desechos para 2020. En la actualidad reutiliza el 77% de ellos —incluyendo una buena porción de orgánicos—, según un informe de The Wall Street Journal.

Para lograrlo, la ciudad estableció un amplio esquema de incentivos de clasificación en la fuente, que incluye rebaja en las tarifas para aquellos habitantes que reduzcan su producción de basura. El periódico norteamericano dice que los habitantes pagan por lo que desechan (pay as you throw), lo que a su vez aumenta los niveles de clasificación de la basura. Adicionalmente, San Francisco contrata con Recology, una compañía privada productora de abono orgánico que hoy procesa 600 toneladas de residuos orgánicos al día.

Pero eso no es todo. Convertirse en una ciudad basura cero “implica cambiar la mentalidad de las personas y crear una comprensión clara sobre los lugares donde los residuos se están generando, qué tipos de materiales están involucrados y cuál es la mejor manera de procesarlos”, asegura Globe-Net, portal de noticias ambientales radicado en Canadá.

La guerra de las basuras, iniciada en agosto de este año, se acrecentó tanto durante todos estos meses, que las tímidas campañas de reciclaje apenas tuvieron eco y la pedagogía de clasificación en la fuente se perdió entre los cantos y amenazas de operadores, alcalde y los numerosos funcionarios del orden nacional que participaron de la batalla.

Y producto de la polémica, perdió fuerza una idea esbozada por el alcalde: “Bogotá tiene que dejar de pensar en las basuras como un desecho y empezar a pensarlas como riqueza pública”.

Ahora que todo parece volver momentáneamente a la calma y con el fresco recuerdo de la basura en nuestras calles, quizás sea un buen momento para retomar la reflexión sobre la riqueza pública de lo que desechamos. Riqueza que hace décadas conocen los recicladores de esta ciudad y apenas empieza a revelarse.

Láncese a reciclar

Dos bolsas

Disponga un lugar en su casa donde pueda tener dos canecas. En una utilice bolsas negras y en otra bolsas blancas, tal como ha decretado la administración distrital. 

Bolsas negras 

Se deben depositar los restos de comida, residuos sanitarios y peligrosos, elementos de icopor, residuos de barrido, colillas de cigarrillo y esponjas. 

Bolsas blancas

En éstas se deben depositar los residuos sintéticos reutilizables: papel y cartón, empaques y paquetes, envases de Tetra-Pak, vidrio, metal, plásticos y CD, telas y botas de caucho.

La administración

 Si vive en un edificio o conjunto, cerciórese de que su administración tenga un lugar dispuesto para depositar las bolsas negras y blancas por separado. Además, pida que no se les venda la basura a los recicladores; los desincentiva. 

Los escombros

Si usted es constructor o ha realizado una remodelación, sea consciente de que muchos materiales se pueden reciclar, entre ellos el cemento y el aceite. Tampoco bote los neumáticos, éstos sirven para el mantenimiento de la malla asfáltica.

Por Juan Camilo Maldonado T.

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar