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La ruta de la pólvora

Un local de escasas comodidades ubicado en el entonces distante poblado de Bosa fue la cuna de la que hoy es una de las más grandes industrias de la pólvora en el país.

El Espectador
30 de diciembre de 2010 - 10:00 p. m.

La fundó Juan Crisóstomo Restrepo y la bautizó Pirotécnicos El Vaquero. Luego fue vendida a Carlos Carvajal y éste le heredó el negocio a sus tres hijos. Su trabajo en conjunto les permitió ponerse a la par de marcas como Maravilla de Colombia (la de Chispitas Mariposa), Estrellitas Torero y Pirotécnicos Hoffman. Eran las épocas en que el negocio se manejaba casi que sin restricciones y los fuegos pirotécnicos resultaban tan obligatorios en la temporada decembrina como la natilla y los buñuelos. Pero cuando la fiesta comenzó a transformarse en tragedia por la afluencia de niños quemados a los hospitales, comenzaron los intentos de reglamentación de esta industria, a los cuales no todos los polvoreros estuvieron dispuestos a someterse.

Hoy en el país cerca de 25.000 personas derivan su sustento de dicho negocio, pero sólo 161 empresas, la de los Carvajal incluida, lo hacen de manera formal, con licencia de las Fuerzas Militares y registro de Cámara y Comercio. Tratándose de material explosivo, la diferencia entre formal e informal, va más allá de una simple etiqueta. Unos y otros importan sus materiales desde China, país que inventó la pólvora y en el cual 2,5 millones de personas viven de ella.

Los polvoreros informales utilizan mecha negra para sus productos, por ser 10 veces más barata que la verde, empleada en los negocios formales. La verde es más segura porque tiene revestimiento de laca, mientras que la negra es producto de una peligrosa combinación de 30% de carbono, 40% de nitrato y 30% de azufre. Carlos Andrés Clavijo, vocero de la Federación Nacional de Pirotécnicos, y uno de los herederos de Pirotécnicos El Vaquero, está convencido por ello de que tras el legítimo deseo de proteger a los niños del riesgo que representan los productos mal elaborados se está castigando a quienes lo hacen bien. Por eso no desaprovecha oportunidad para recordar que la pólvora no está prohibida (por eso la usan, por ejemplo, en los grandes espectáculos y conciertos de la ciudad) sino que es necesario reglamentar su uso. Lo que está prohibido, dice, es la venta a niños, a personas ebrias, la comercialización de productos hechos con fósforo blanco y la venta ambulante.

Por El Espectador

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