Una cosa es el dato frío de la Alcaldía que señala que la Comuna 4 de Soacha se encuentra en riesgo de deslizamientos o inundaciones, por encontrarse todos sus 39 barrios enclavados en la montaña, y otra muy distinta e impresionante es asomarse por esas tierras inhóspitas en las que los niños terminan por aprender a comer barro.
Los sectores conocidos como Villa Esperanza, El Progreso y Loma Linda (por esas paradojas de la vida) representan todo ese drama. El primero parece el más grave. Allí malviven unas 250 familias ilegalmente, entre recicladores, desplazados y zorreros, viendo como con cada aguacero el monstruo barranco que tienen por vecino se les acerca más y más. La tierra ya está a sólo 10 metros de las casas y, al menos, 30 de ellas están en riesgo inminente.
El Progreso queda justo encima de Villa Esperanza y está acechado por el mismo barranco que se derrumba a cuentagotas. Allí buena parte de las casas se asoman peligrosamente al vacío. Entre ellas, la panadería de Carlos González, un desplazado tolimense que paga $150 mil de arriendo todos los meses.
“No me voy de aquí porque sencillamente cualquier otro sitio me resultaría más caro”, explica el hombre. “Otro sitio sería un estrato 3 que, para nosotros los pobres, sería imposible de pagar”, había declarado hace un rato Rocío Acero, líder barrial en Villa Esperanza.
Ambos sitios fueron declarados en emergencia desde 2009, cuando empezó a caerles encima la montaña. El barro y las piedras que tapizan Loma Linda evidencian que ese lugar va por el mismo camino.
El Comité Local de Prevención y Atención de Desastres (Colpad) dice que a todos los posibles afectados se les han brindado subsidios de arriendo y ayuda humanitaria, frente a un llamado urgente a evacuar las zonas en peligro. Las familias consultadas niegan que les hayan dado esas atenciones y agregan que, en los últimos ocho meses, ninguna autoridad los ha ido a acompañar.