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Un acto de desagravio para Sergio Urrego

En una sentencia histórica la Corte Constitucional ordenó al Gobierno garantizar que ningún manual de convivencia de los colegios del país discrimine por orientación sexual.

Natalia Herrera Durán
22 de agosto de 2015 - 03:20 a. m.

El Ministerio de Educación tiene un año para revisar todos los manuales de convivencia de los colegios del país y garantizar que respetan la orientación sexual y la orientación de género de los estudiantes. La historia de acoso y discriminación homofóbica que sufrió Sergio Urrego, de 16 años, por parte de las directivas de su colegio, antes de quitarse la vida, no tiene por qué repetirse en el país.

Así quedó consignado en una emblemática sentencia proferida por la Corte Constitucional, en la cual amparó los derechos a la intimidad, el buen nombre, la igualdad y no discriminación, el libre desarrollo de la personalidad, el derecho a la educación y el derecho al debido proceso de este joven.

En septiembre de 2014 El Espectador reveló esta historia. A través de las cartas de Sergio Urrego, así como de las actas de reuniones del colegio y los testimonios de estudiantes y profesores, narró el inicio de esta tragedia: la foto de un beso entre Urrego y su novio que el profesor Mauricio Ospina vio en un celular y puso en conocimiento de la entonces rectora del colegio, Amanda Azucena Castillo.

Por un pico la directora Castillo les exigió a los dos jóvenes que confesaran su orientación sexual a sus padres, les pidió certificados de psicoorientación para ingresar a clases, instauró una falsa denuncia por abandono contra la madre de Sergio Urrego, influyó para que la familia de su pareja lo denunciara penalmente por supuesto acoso sexual y mancilló frente a sus compañeros su memoria tras su muerte.

Así lo reconoce el alto tribunal en su sentencia. El documento de 87 páginas revoca la sentencia del Consejo de Estado, que había declarado improcedente la tutela. También ordena al colegio Gimnasio Castillo Campestre que realice en las instalaciones del colegio, en un plazo de 15 días contados a partir de la notificación de la sentencia y con la presencia de los estudiantes, el Ministerio de Educación, los compañeros de Sergio Urrego, familiares y amigos, un acto de desagravio en el que se reconozcan “las virtudes de Sergio y su legado y se reconozca el respeto que se le debía brindar a su proyecto de vida”.

Allí se le deberá conceder su grado póstumo, instalar y develar una placa en su memoria con la siguiente inscripción: “Una educación ética es el único mecanismo para obtener la perfección, destino último de los ciudadanos. La misma sólo es posible si enseñamos en la diferencia, la pluralidad y el imperativo absoluto de respetar a los demás. En memoria de Sergio David Urrego, 1997-2014”.

Las directivas del colegio también deberán hacer ese día una declaración pública en la que reconozcan que la orientación sexual que asumió Sergio Urrego debía ser plenamente respetada en el ámbito educativo. El Gobierno, en cabeza del Ministerio de Educación, deberá comprometerse de manera pública a desarrollar acciones para promover el respeto de la diversidad sexual en los colegios.

Asimismo, la Corte Constitucional ordenó al Ministerio de Educación que implemente en un plazo de seis meses acciones tendientes a crear el Sistema Nacional de Convivencia Escolar; que se conforme, si no lo ha hecho aún, el Comité Nacional de Convivencia Escolar, y verifique que todos los comités municipales estén funcionando, entre otras medidas en ese sentido. Al final les advirtió a las directivas del colegio que se abstengan de realizar declaraciones públicas que atenten contra el buen nombre de Sergio, su familia o cualquier persona involucrada en el caso.

Con la voz cortada por el llanto, Alba Reyes, madre de Sergio Urrego, celebró la decisión de la Corte Constitucional y dijo: “Sabía dentro de mi corazón que, a un año de su muerte, algo grande iba a pasar. Sé que se va a hacer justicia también en lo penal, pero para mí este pronunciamiento es lo más importante: reivindica su memoria y su legado, pero sobre todo deja una huella y una enseñanza para todos que permitirá salvar y dignificar muchas vidas”.

Por Natalia Herrera Durán

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