Un mirador por descubrir

El flujo de personas, fundamentalmente quienes lo frecuentan para hacer deporte, arranca a las 6:00 de la mañana. El amanecer bogotano —entre el frío sabanero y los primeros rayos de sol— recibe, como todos los días, a Pablo Ocampo.

Javier Gonzalez Penagos
07 de agosto de 2017 - 02:00 a. m.
Para llegar al mirador de Usaquén hay que subir 300 escalones, que se han convertido en atracción para los deportistas.
Para llegar al mirador de Usaquén hay que subir 300 escalones, que se han convertido en atracción para los deportistas.

Se enfrenta nuevamente a 300 escalones que no sólo desafían su capacidad física, sino que también ponen a prueba su amor por Bogotá. Una vez más se plantea conquistar el mirador de Usaquén. El punto de partida es la carrera 5C con calle 127 (Lea también: ¿A qué sabe Bogotá?).

No vacila y lo admite. Es un vecino privilegiado de un mirador excepcional que permite divisar, desde el norte, una ciudad que crece con el paso de las horas. “Aún no es un sitio tan conocido. Es casi anónimo”, asegura Pablo, mientras se dispone —armado de su sudadera y sus tenis— a iniciar un recorrido que, subiendo y bajando, ya hace en media hora  (Lea también: ¿A qué huele Bogotá?).

“Es el sitio ideal para hacer ejercicio”, argumenta, consciente de que en el trayecto abunda la vegetación, árboles que refrescan el aire. A lado y lado de los escalones —en un espacio pavimentado que no supera los dos metros— se encuentra también con paredes rayadas con grafitis y una amplia reja que custodia el conjunto residencial Cerros del Country (Lea también: ¿Cómo se siente Bogotá?).

“Es raro ver a alguien que sólo venga por conocer, sobre todo entre semana. Sin embargo, los sábados y domingos sí viene uno que otro visitante, incluso familias, que han escuchado del mirador”, señala Pablo, quien lamenta que todavía no se haya explotado el potencial turístico que ofrece el mirador de Usaquén. “Desde aquí se puede ver toda Bogotá. La panorámica es muy distinta de lo que uno alcanza a ver desde La Calera o Monserrate. Y no es que sea mejor: es otra cara de Bogotá, que muchos desconocen” (Lea también: ¿Cómo suena Bogotá?).

Arriba, conquistada la cúspide, abunda la naturaleza, prima la tranquilidad que para algunos ofrecen las alturas y el panorama se torna familiar: Bogotá se levanta imponente, el norte se hace pequeño y a lo lejos la ciudad se expande al ritmo de la mirada. La postal siempre es distinta, deja entrever Pablo Ocampo, aún impávido ante lo que alcanza a divisar.

Con todo y ello, habitualmente los deportistas se toman el sendero hasta las 10:00 de la mañana. Luego, el mirador queda huérfano de visitantes y quienes lo transitan llegan casi por accidente. La sorpresa es mayor cuando aquellos turistas excepcionales vencen los 300 escalones: se presenta ante ellos un paisaje que permite divisar el tráfico de la carrera Séptima, así como sectores como Unicentro o el parque El Country.

Aunque no reside en el sector, Stella Suárez —quien desde hace seis años tiene una cafetería justo donde arranca el sendero— advierte de otra situación que dificulta la llegada de visitantes: en las tardes, aprovechando la soledad que se apodera de la zona, algunos fuman marihuana, lo que termina por ahuyentar a la gente. “Aquí no se han presentado casos de robo o delincuencia, pero ellos casi que se apoderan del sendero y nadie se anima a subir”, sostiene.

Propios y extraños coinciden en que el mirador de Usaquén, con un impulso que permita abrir sus potencialidades, podría convertirse en un sitio de encuentro, no sólo para deportistas, sino para turistas y familias deseosas de descubrir otra panorámica de Bogotá.

Por Javier Gonzalez Penagos

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