Por vandalismo contra monumentos, bogotanos pierden $675 millones

Eso ha gastado el Distrito este año en limpiar grafitis de esculturas y fachadas patrimoniales. La plata se ha perdido por nuevos daños. Buscan que la gente y la empresa privada se comprometan con su cuidado.

William Martínez
05 de diciembre de 2016 - 02:00 a. m.
En 2016, el Distrito ha gastado $40 millones en limpiar grafitis y reparar daños en la Plaza de Bolívar. / IDPC
En 2016, el Distrito ha gastado $40 millones en limpiar grafitis y reparar daños en la Plaza de Bolívar. / IDPC

Tras el paro nacional convocado en marzo pasado por los sindicatos, la Plaza de Bolívar terminó plagada de rayones. Dos semanas antes, el Distrito había invertido $30 millones en una limpieza integral del lugar. Después, el 1º de mayo, unos encapuchados destrozaron las escalinatas que conducen a la estatua de Simón Bolívar, ubicada en el centro de la plaza. Para la reconstrucción hubo que instalar nuevas baldosas de piedra y tallar injertos en cada una.

La figura de Bolívar, el primer monumento instalado en Bogotá tras ser traído de Múnich (Alemania) en 1846, tampoco se ha salvado. Este año ha sido blanco de sabotaje cinco veces. Se han perdido cerca de $25 millones en arreglos. Los grafitis en el basamento y en el pedestal son los daños más frecuentes. Cuando el soporte de una escultura es de piedra, de metal o de mármol, pintar de nada sirve. Limpiar con químicos es la única opción. Y hacerlo cuesta cerca de $150.000 por metro cuadrado. Remover los grafitis del Bolívar de la plaza costó $12 millones.

Pero el sabotaje no es sólo asunto de protestas. La Plazoleta del Rosario, por ejemplo, en el centro de la ciudad, fue restaurada el año pasado. Con una inversión de $306 millones, reforzaron el muro de la rampa vehicular que lleva al parqueadero, limpiaron los grafitis de la estatua de Gonzalo Jiménez de Quesada, arreglaron andenes y tumbaron bolardos. Hoy luce embadurnada de aerosol y con adoquines reventados, como si no la hubieran intervenido desde hace una década. Otro es el templete de Bolívar, en el Parque de los Periodistas, esculpido por el italiano Pietro Cantini —el mismo que diseñó el Teatro Colón—, cuyo arreglo costó $300 millones. Duró dos meses sin grafitis. La lista sigue.

El efecto directo de esta cadena de sabotajes es simple: les quita dinero a 350 monumentos en espacios públicos que necesitan intervención. “Unos pocos no entienden que el daño no es para la Alcaldía ni para la iglesia, sino para ellos mismos, porque los bienes de patrimonio son un bien colectivo. No podemos poner un policía al pie de cada monumento”, dice Mauricio Uribe, director del Instituto de Patrimonio Cultural (IDPC).

En este escenario del sinsentido, el IDPC apuesta por una sinergia entre lo público y lo privado a través del programa “Adopta un monumento”, para garantizar un mantenimiento permanente. La idea es que una empresa financie la conservación de la escultura y se convierta en su custodio, mientras que el Instituto presta asesoría técnica para la restauración.

El Instituto acaba de firmar dos convenios: con la Universidad del Rosario, que se encargará de recuperar la plazoleta y el monumento de Jiménez de Quesada, y con la Universidad de los Andes, que hará mantenimiento a las esculturas de su entorno: Policarpa Salavarrieta, Ricardo Palma y José María Espinosa. Además, está en proceso una alianza con la Cámara de Comercio para renovar el eje de 42 esculturas que atraviesa la calle 26, desde el parque Bicentenario hasta el aeropuerto El Dorado. Por ahora, hay 30 monumentos adoptados en la ciudad. El objetivo para el próximo año es llegar a 100.

Asimismo, a comienzos del próximo año la Secretaría de Cultura adelantará una campaña de conciencia ciudadana. La intención es contar a los habitantes el valor del patrimonio cultural de su barrio, que va desde bustos en las plazas hasta los edificios históricos, y comprometerlos en su protección y recuperación. “Debemos remarcar que hay una división tajante entre el arte urbano y el grafiti vandálico”, apunta el director.

Para Uribe, no se trata de montar una persecución, con Código de Policía en mano, para obligar a quien raye un bien cultural a que tenga que limpiarlo, sino contagiar el entusiasmo a vecinos y patrocinadores por respetar los símbolos de su sector.

En ese sentido, el Distrito intenta ganar adeptos para recuperar el patrimonio con jornadas masivas de limpieza. La más grande fue a mediados de año en el Eje Ambiental: 1.400 personas, entre ellos empleados del Citibank y sus familias, intervinieron 19 cuadras. Pintaron fachadas, podaron árboles, limpiaron andenes. Uribe dice que el trabajo, en general, se ha mantenido con el paso del tiempo.

Otra intervención fue en el parque de Los Mártires, semanas después de que las autoridades desalojaron el Bronx. En esa plaza, aprovechando que se cumplían 200 años de la ejecución de algunos próceres de la independencia, algunos vecinos, comerciantes y militares sembraron 12.000 flores. A esto se suma hoy la restauración de la estructura de la fachada de la iglesia del Voto Nacional, que costará $2.625 millones y estaría lista en julio de 2017.

“No nos conformamos con limpiar grafitis en el obelisco del parque. Decidimos también sembrar un jardín para demoler el estigma de crimen en la localidad y darle un nuevo significado. Convocamos a la gente y les pedimos que contaran lo mejor del sector (allí establecieron sus negocios, allí consiguieron en dónde vivir). Ahora quienes lo cuidan son antiguos habitantes de calle. Uno de los sitios más cuidados del centro está, increíblemente, a 20 metros del antiguo Bronx”, cuenta Uribe.

En el año, el IDPC ha recuperado 16 monumentos y esculturas, en los que ha gastado $1.200 millones. De ese monto, $675 millones se han destinado a borrar grafitis en obras y fachadas patrimoniales. Con el programa “Adopta un monumento” y las jornadas masivas de limpieza, espera reducir el desgaste de intervenir entre una y cinco veces el mismo lugar, para centrar los esfuerzos en sus primeros compromisos de 2017: entregar el obelisco a Los Mártires y el Nicolás Copérnico, en el Parque de La Independencia.

Por William Martínez

 

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