Viviendo entre ratas

Una anciana vivía entre roedores y escombros desde hace 25 años. La mujer, que sufre de esquizofrenia, fue evacuada por las autoridades.

Santiago Valenzuela
15 de enero de 2013 - 03:12 p. m.
Operarios de Aguas de Bogotá limpian la casa de Ernestina Martínez.  /Andrés Torres
Operarios de Aguas de Bogotá limpian la casa de Ernestina Martínez. /Andrés Torres

Era la cuadra más fétida del barrio Villa María. En la localidad de Suba se sabía que sobre la carrera 110C, a la altura de la calle 134A, se escondía una mujer de 78 años que vivía entre montañas de basura. En el verano de 2009 los vecinos llamaron a la Policía pues no soportaban el olor ni las ratas. Dicen los vecinos que un teniente golpeó en la casa de Ernestina Martínez para desalojarla del lugar. La puerta se abrió. Detrás de una manada de ratas, ella miraba con odio a los uniformados. “¿Sí ve? Usted vive en condiciones muy insalubres. Esos animales le pueden causar infecciones”, dijo el teniente. La mujer lo miró de reojo y gritó: “¡Éntrense!”. Las ratas, obedientes, regresaron a la casa. (VER GALERÍA)

La diligencia no pasó de ahí y la anciana continuó viviendo entre la basura, hasta que tres años más tarde, en las oficinas de la Alcaldía Local de Suba, un grupo de funcionarios comenzó a desempolvar los folios con querellas interpuestas desde 2008 provenientes de Villa María. La alcaldesa, Marisol Perilla, revisó los documentos: “La mayoría ponían en conocimiento que una persona estaba viviendo entre basuras. Me habían dicho que era muy grosera, que nadie podía metérsele a la casa. En el barrio la conocen como doña Rosita”.

Sábado, 12 de enero de 2013. “Rosita, por favor, sal. Necesito que hablemos. Sé que estás en unas condiciones complicadas”. Luego de escuchar las palabras de la alcaldesa local, Ernestina salió con una vela y una caja de fósforos. Tenía dos zapatos raídos de diferente color, una falda larga y una blusa manchada. “Estoy sola como un perro”, dijo. Luego de una charla se dejó tomar la presión arterial y fue remitida en una ambulancia psiquiátrica al Hospital Simón Bolívar.

Mientras Ernestina se recupera, la misión de limpiar la casa está en manos de Aguas de Bogotá. Cuando llegaron el domingo, pidieron refuerzos. Solamente en la entrada, los operarios se toparon con una pared de basura de un metro y medio. Detrás de las murallas de mugre había un túnel por donde Ernestina se escabullía para llegar a su cuarto. La cocina, el cuarto de ropa y dos habitaciones estaban saturadas de desperdicios. Luego de dos días de trabajo, los recolectores han sacado siete toneladas, la mitad de la basura almacenada en la casa.

En la mañana del martes encontraron el esqueleto de un gato, latas de atún en descomposición, lentejas, kilos de ropa, pedazos de madera y ratas vivas y muertas. Danilo Gutiérrez, director de la operación de Aguas de Bogotá, estimó que para el anochecer se habrían acumulado 11 toneladas de deshechos.

Los vecinos tenían que golpearle a la puerta para saber si estaba viva. Según cuenta Marco, un habitante del sector, Ernestina ponía la comida en un balde del cual también se alimentaban las ratas. “En esos mismos baldes dejaba sus excrementos y ahí también tomaban agua las ratas”. El último parte médico del Hospital Simón Bolívar señala que la mujer padece de esquizofrenia y tiene un cuadro infeccioso estomacal que debe ser tratado con antibiótico. Si todo sale bien, sería dada alta esta semana.

Sólo cuando se enteraron de su estado de salud, “unos familiares se comunicaron con la Alcaldía local, interesados en las escrituras del lugar en donde vivía. Aún no se han ofrecido para cuidarla y por eso estamos planteando la opción de llevarla a un hogar geriátrico”, dijo la alcaldesa Perilla.

En la casa de al lado vive José: “Ella nunca sabía qué día era, siempre me tocaba recordarle. Vivía sola; si acaso pasaba un hermano mayor cada mes”. Todos los días los vecinos veían a Ernestina por la calle con un costal, pidiendo limosnas: “Ella vivía de la basura, decía que era un mecanismo de defensa para que no la violaran ni le hicieran daño. Por eso se comunicaba con las ratas, porque ellas la defendían”.

Pese a las bolsas de basuras que ingresaba diariamente a la casa, los vecinos la querían: “Uno se habitúa a ella. Ya los de Lime no decían nada cuando pasaban y al presidente de la Junta de Acción Comunal le parecía normal. Cuando vi que llegó la alcaldesa me asusté, porque no quería que la maltrataran. Ella nos defendía cuando aparecían viciosos que se ponían a meter en la cuadra, los sacaba con un palo”, asegura José.

Mientras mira la limpieza desde lejos, una mujer reconoce que varias veces discutió con Ernestina: “Es muy grosera. No se le puede preguntar nada. Camina siempre recogiendo basura y, la verdad, nunca la vi enferma. Ella decía que si le quitaban la basura se moría, porque vivió 25 años con ella en el barrio”.

Por Santiago Valenzuela

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