Tras las pistas en Colombia de las tortugas más grandes del planeta

Paleontólogos de Colombia y Venezuela hallaron en el desierto de la Tatacoa y en Urumaco (Venezuela) los fósiles de una enorme tortuga que vivió hace 13 millones de años. Encontraron el caparazón más grande que se conoce.

Sergio Silva Numa
16 de febrero de 2020 - 12:59 a. m.
Tras las pistas en Colombia de las tortugas más grandes del planeta

Hace 13 millones de años, Colombia era un territorio muy distinto al que hoy conocemos. La parte norte y oriental, que hoy colinda con Venezuela, distaba mucho de ese terreno escarpado que se ha convertido en una compleja travesía para viajeros y migrantes. Las cordilleras aún no existían y los grandes ríos que hoy atraviesan parte de nuestro país todavía no llevaban caudalosas corrientes cargadas de escombros. En vez de esa escabrosa geografía, había un complejo sistema de ríos y humedales llamado Pebas que se extendía desde el Huila hasta buena parte de Venezuela. La comparación no suele ser frecuente entre los paleontólogos, pero era un lugar más parecido a lo que es hoy el Amazonas. Una especie de pantano con bosques enormes que crecían bajo una temperatura entre los 23 y 35 grados Celsius, los ingredientes perfectos para que enormes criaturas viajaran por donde los humanos decidimos levantar bloques de cemento.

Desde mediados del siglo XX, las pistas de qué era lo que había en Colombia en esa época, que la ciencia decidió llamar Mioceno, han empezado a recopilarse con más frecuencia. Los hallazgos le han dado la vuelta al mundo y aún continúan siendo un motivo de orgullo entre paleontólogos. La Titanoboa cerrejonensis, de hace 55 millones de años, es uno de ellos. Gracias a sus fósiles, que reposaban en el área de lo que hoy es el Cerrejón, quedó registrada como la serpiente más grande del planeta. El Callichimaera perplexa, un cangrejo cuyos ojos eran tan grandes como un balón, simbolizó el encuentro con una enigmática criatura de hace 90 millones de años que, en palabras del biólogo Javier Duque, quien la descubrió, representó “una rama completamente nueva en el árbol de la vida”. Ahora, un nuevo espécimen acaba de entrar en esta lista de animales que parecen sacados de la ficción. ¿Su nombre? Stupendemys geographicus, una tortuga tan grande como un automóvil familiar.

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Edwin Cadena suena emocionado cuando habla del artículo que esta semana replicaron varios medios internacionales. En compañía de otros ocho autores publicó en la revista Science Advances los resultados de una investigación en la que se había sumergido por seis años y que desembocó en el hallazgo del caparazón más grande que se ha encontrado de una tortuga. Lo hicieron en un pueblo llamado Urumaco, en el norte de Venezuela. En La Venta, en el desierto de la Tatacoa, también encontraron registros fósiles y algo inesperado: una mandíbula en perfecto estado.

“Son unos registros fascinantes que nos dicen mucho acerca de esta especie. Aunque sus fósiles fueron descritos por primera vez en 1976, no sabíamos casi nada sobre ella”, cuenta. Su historia era un enigma que él, junto a paleontólogos venezolanos, han empezado a resolver.

“Se trata de un hallazgo muy valioso para la paleontología. Hasta el momento, esta tortuga solo se conocía fragmentariamente, y tener una forma completa de uno de estos organismos nos ayuda a entender muchos aspectos de la evolución de las especies”, señala Marcela Gómez, geóloga y doctora en Paleontología de la Universidad de Cambridge en Reino Unido, hoy a cargo del Museo del Servicio Geológico Colombiano.

Cadena también es geólogo. Estudió en la Universidad Industrial de Santander e hizo su doctorado en geociencias en la Universidad Estatal de Carolina del Norte (Estados Unidos). Desde que empezó a explorar los alrededores de Zapatoca (Santander), donde nació, quiso entender el mundo a través de los fósiles. A los 20 años, cuando encontró el de una tortuga de 135 millones de años, empezó a explorar un área que poco interés había causado entre sus colegas: las tortugas del norte de Suramérica.

“No había casi nada y tuve la fortuna de estar en Nueva York con Eugene Gaffney, el paleontólogo que más ha estudiado sobre tortugas fósiles. ¿Cómo han evolucionado esos reptiles? ¿Hace cuánto habitan nuestro territorio? ¿Por qué nadie se había interesado en ellos?”. La lista de interrogantes sin resolver era extensa y él empezó a buscar respuestas.

Hoy, muchas dudas aún no han sido resueltas, pero los nuevos fósiles de la Stupendemys geographicus son claves en un enorme rompecabezas. Sus piezas sugieren varias cosas. Una de ellas es, a los ojos de los paleontólogos, reveladora: los machos de la especie tenían unos enormes cuernos en su caparazón de 2,86 metros, que les permitían defenderse de otras criaturas monstruosas, como enormes cocodrilos, que navegaban a lo largo de Colombia y Venezuela. También había notungulados, unos mamíferos parientes de los marsupiales, y esparasodontes, los principales depredadores antes de que llegaran los grandes felinos.

“Es posible que esos cuernos también sirvieran como armas en las monumentales batallas entre machos. Tenemos, incluso, evidencia de la marca que pudo haber dejado uno de esos cuernos en un caparazón”, dice Cadena.

Los resultados publicados en el artículo de Science Advances, titulado “The anatomy, paleobiology, and evolutionary relationships of the largest extinct side-necked turtle”, también muestran que la dieta de la tortuga distaba mucho de las que hoy tienen sus parientes. Cangrejos y pequeños animales hacían parte del alimento de esa criatura de cerca de 1.100 kilogramos.

Pero, más allá de los detalles de su investigación, Cadena cree que el trabajo revela asuntos más profundos. “Lo que logramos muestra cómo, a pesar de las dificultades y diferencias que tienen ambos países, la ciencia no tiene fronteras. Hoy, buena parte de los investigadores venezolanos viven en Zúrich, Suiza”.

También cree que esta es la muestra de una nueva etapa para la paleontología colombiana. El país, intuye, apenas se ha explorado en un 10 o 15 % y es posible que en los próximos años el número de publicaciones relacionadas con fósiles crezca de manera exponencial. “Poco a poco”, asegura Catalina Suárez, Ph.D. en paleontología de la Universidad de La Plata y funcionaria del Servicio Geológico Colombiano, “se ha empezado a formar un grupo de paleontólogos que están explorando territorios que antes no habían sido estudiados”.

“Estamos comprendiendo un pedazo del planeta del que antes sabíamos muy poco”, dice Marcela Gómez. “Había pocos registros para esta región de Suramérica. La paleontología está floreciendo y van a tener noticias como estas con mucha más frecuencia”.

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