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52 piezas de Miró en Bogotá

La muestra, que se inauguró el jueves, reúne dos colecciones de grabados, aguatintas, aguafuertes y litografías inspirados en textos líricos de San Francisco y Asís y en el poeta Rafael Alberti.

Sara Malagón Llano
11 de julio de 2015 - 01:00 a. m.
AFP / AFP
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A finales de 1971 Rafael Alberti le escribió desde Roma a Joan Miró: “(…) Creo tener noticias de que te gustó mi carpeta dedicada a Picasso y de que estás dispuesto a hacer algo parecido conmigo (…). Yo haría unos poemas especiales para ti, que caligrafiaría también, y tú los grabados…”. Miró, que a lo largo de su vida ilustró varios libros de poetas (Breton, Eluard, Neruda, Tzara, entre muchos más), aceptó hacerlo para Alberti y empezaron a escribirse para definir su proyecto conjunto, un trabajo que pretendía trascender la ilustración de poemas con grabados. Miró habló incluso de hacer un acompañamiento musical para completarlo, contemplando una suerte de sinestesia hecha obra que combinara las artes en un solo producto. La poesía de Alberti terminó plasmando un movimiento tipográfico que habría de entrelazarse con las litografías. “Se trata también de un jeroglífico, de un Miró enredado en líneas alegres y palabras aisladas”, dice Pedro Guerrero en “Rafael Alberti: arte y poesía de vanguardia”.

En 1973 Alberti le puso un título, “Maravillas y variaciones acrósticas en el jardín de Miró”, que luego cambiaría levemente, y le envió a Miró el manuscrito completo.

En 1975 se publicó “Maravillas con variaciones acrósticas en el jardín de Miró” de Rafael Alberti, con veinte litografías de Joan Miró. Desde ayer, en la Sala de Exposiciones Débora Arango del Centro Cultural Gabriel García Márquez, se expone esa serie de litografías y “El cántico del sol”: treinta y dos aguafuertes y aguatintas en color editadas en 1975 que ilustran una selección de textos de San Francisco de Asís (escogidos por el poeta catalán Marià Manent), quien predicaba que todo lo creado era obra divina y perfecta de Dios: “Loado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas, /
en el cielo las has formado luminosas y preciosas y bellas (…). Por la hermana agua, / la cual es muy útil y humilde y preciosa y casta (…). Por el hermano fuego, / por el cual alumbras la noche, / y él es bello y alegre y robusto y fuerte (…). Por nuestra hermana la madre tierra, / la cual nos sustenta y gobierna, / y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba” (“Cántico del hermano sol” o “Alabanzas de las criaturas”).

En “El cántico del sol”, que ahora se expone en el Centro Cultural, Miró plasma esa devoción por la naturaleza. Era además un artesano. Le gustaba palpar los elementos, y en muchos casos disfrutaba pintar con las manos y hacer esculturas que construía con elementos naturales. Algo casi religioso se plasma en su producción y en su manera de trabajar. Llegó a decir que se sentía parte de la tierra, como una planta, y cuando iba a morir dijo que no quería que lo enterraran en una tumba, sino que dejaran su cuerpo bajo tierra y entre la tierra, para que le crecieran flores en la panza.

Su pintura y su escultura son una búsqueda de lo natural como armonía. La única verdad está en la sensación del equilibrio, en encontrar aquellos elementos no figurativos que pudieran representar de manera abstracta esa armonía de la naturaleza. Los grandes conceptos, la concordia, el equilibrio, la integración de todo, los traduce con pocos signos en el papel, en el lienzo, y en las formas sencillas de bronce, de cerámica. En los cuadros todos los elementos son materiales. No hay objetos ni representaciones directas. “A lo largo de toda mi vida he intentado huir del hecho plástico para llegar a la poesía”, dijo. Según Mario Bucci, Miró se libera a través de las formas “de los lazos de la realidad que le parecía detenida y opresiva, para descubrir la realidad de la metáfora, del subconsciente (…) El culto al signo será para él una reconquista del lenguaje, base de toda intuición poética, del instinto puro en donde parece reposar la estética miroriana”. El trazo, allí, tiene por sí solo un significado, es una huella de la vida.

Las obras de estas series hacen parte de las colecciones de FUNIBER (Fundación Universitaria Iberoamericana), que cuenta también con colecciones de obras gráficas de Goya, Dalí y Picasso. Esta muestra ha sido expuesta en Guatemala y Honduras (2013), Nicaragua (2014) y Perú (2015), y después de Bogotá llegará a República Dominicana.

*Horarios de la muestra en Bogotá:
Lunes a sábado de 9 a. m. a 7 p. m.
Domingos y festivos de 10:30 a. m. a 5 p. m.
Sala de Exposiciones Débora Arango
Recorridos guiados: todos los jueves, del 16 de julio al 20 de agosto, a las 12 m.

Por Sara Malagón Llano

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