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'Las Academias sólo crean mitos'

Después de la publicación de su trilogía sobre la historia de las palabras, el uruguayo Ricardo Soca se enfrenta a la Real Academia y a gigantes editoriales para evitar las restricciones al conocimiento del lenguaje.

Angélica Gallón Salazar
08 de diciembre de 2011 - 09:00 p. m.

Ricardo Soca siempre fue un recolector de palabras. Un cazapalabras. El juego de cómo se componían las letras en los libros despertó su curiosidad desde la infancia, curiosidad atizada por su madre, una persona de poca escolaridad pero enormemente inquieta por los temas del lenguaje.

Cuando internet llegó a Brasil, en donde el uruguayo vivió durante casi un cuarto de siglo, quiso abrir un sitio web sobre su lengua, que era también su herramienta de trabajo ya que se había hecho periodista. Así nació la Página del Idioma Español, www.elcastellano.org, un portal que intentó llenar el vacío dejado por instituciones canónicas del lenguaje como la Real Academia Española o el Instituto Cervantes, que no estaban aún presentes en la web.

Su reconocimiento creció tras publicar en el 2004 La historia de las palabras, un libro con bellas ilustraciones en donde desplegaba su investigación por la trastienda de palabras comunes. Vinieron luego dos libros más, el más reciente, Palabras milenarias, llega a las librerías nacionales para terminar lo que se ha denominado la Trilogía Soca. Pero no sólo las pesquisas hechas para esta última edición tienen por estos días a Soca en boca de los amantes del lenguaje. Un día llegó a su portal una dura diatriba, de carácter sospechoso.

“En el mensaje se me advertía, en nombre del Grupo Planeta y de la Real Academia Española, que debería retirar los avances de la vigésima tercera edición del diccionario académico, pues estaría violando, aquí en Montevideo, no sé qué leyes civiles y penales del Reino de España. No podía concebir (ahora puedo) que la Real Academia y un grupo empresarial de la envergadura de Planeta pudieran zanjar sus conflictos sobre uso de contenidos mediante mensajes anónimos en la internet. Ni que creyeran que yo podría ‘competir’ con ellos”, expuso Soca públicamente, en su portal.

“Retiré el contenido, y me sorprendió mucho, porque durante varias semanas recibí miles de mensajes de apoyo, con la percepción de haber logrado infundir en el ánimo de mucha gente la idea de que el papel que las academias se atribuyen es ilusorio, y que lo que realmente buscan, conscientemente o no, es imponer el mito de que tienen alguna importancia en el desarrollo del idioma o en la unidad de la lengua. El inglés, la lengua más importante del planeta, jamás ha tenido una academia, pero cuenta con un grado de unidad que no es muy diferente del que tiene el español”, explica Soca, con quien El Espectador habló.

¿Cuál es el valor que le ve al conocimiento de la lengua?

Los animales no piensan como nosotros porque no cuentan con una lengua para estructurar el pensamiento. La facultad del lenguaje es lo que nos ha permitido erguir nuestra civilización y desarrollar nuestro conocimiento del mundo hasta niveles que hubieran parecido impensables hasta hace unos pocos años.

Cuando se habla de las conquistas siempre se asegura que van de la mano del dominio de la lengua. ¿Sigue siendo tan evidente esa relación entre el dominio de la lengua y el poder?

Ciertamente. Para eso están las academias. Para el Estado español —lo dicen ellos con todas las letras en documentos accesibles en la internet— se trata de un plan geopolítico esbozado desde la década pasada, de imponer en el mercado mundial lo que llaman la “marca España”, empleando para ellos “el carácter globalizador de la lengua española”. Esto significa que la lengua de 450 millones es puesta así al servicio de los intereses de un solo país: el de las multinacionales con sedes en Madrid y Barcelona. Con ese fin, la Academia, que debería ser una casa del saber, se dedica a inventar y difundir mitos que la lingüística rechaza, como el de la “pureza de la lengua”, el de la “degradación de la lengua” o el de que las academias tienen alguna cosa por la cual “velar”. Si comprimiéramos en 24 horas el tiempo transcurrido desde que el hombre empezó a hablar, estimado en unos 150.000 años, veríamos que el español se empezó a hablar cuando faltaban quince minutos para la medianoche, y la Real Academia fue creada cuando faltaban tres minutos; durante todo el resto de ese día imaginario, las lenguas caminaron solas y sin apoyo de instituciones. Y lo siguen haciendo hasta hoy.

¿Qué cree que pueda tener la Página del Idioma Español, www.elcastellano.org. que resulta tan amenazante para gigantes del mundo editorial?

Los gigantes del mundo editorial son empresas comerciales, que defienden sus intereses mercantiles de la manera que saben hacerlo. No los culpo por eso; su papel en nuestra sociedad es el de obtener la máxima ganancia dentro de las reglas establecidas. Lo que considero inaceptable es que la Real Academia, cuyo papel es generar conocimiento sobre la lengua, limite el acceso a sus contenidos por razones mercantiles de acuerdo con los intereses del Grupo Planeta. Entiendo que el saber generado por una academia financiada en parte, en buena parte, con dinero público, debería estar en el dominio público, al menos en la internet.

¿Cuál es entonces la función que deben cumplir las academias reales?

No creo que las academias tengan la función que mucha gente les atribuye, de “regular” la lengua. Eso es una tontería y ellos lo saben y, a veces, hasta lo dicen. Tampoco creo que contribuyan en nada a la unidad de la lengua. Sólo crean una ilusión y fortalecen un mito que fue creado antes de que naciera la Lingüística.

‘Palabras milenarias’

‘Palabras milenarias’ es el libro que completa la trilogía de obras escritas por Ricardo Soca en torno a la etimología y el significado remoto de algunos de los vocablos más empleados en nuestro idioma. En este libro rastrea la historia a través de los siglos, estudia su origen y determina de qué cultura proviene. El libro ha sido editado por la casa colombiana Rey Naranjo.

Por Angélica Gallón Salazar

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