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Álvaro Castaño no llegó a los 100, pero va a reencontrarse con su gran amor

Dejó un legado cultural con su emisora HJCK. Falleció la noche del martes 9 de agosto en su casa ubicada en el norte de Bogotá.

Redacción Cultura
11 de agosto de 2016 - 02:00 a. m.
Abril de 1955. En la foto, Álvaro Castaño, Gloria Valencia, Pilar y Rodrigo Castaño Valencia. / Archivo El Espectador
Abril de 1955. En la foto, Álvaro Castaño, Gloria Valencia, Pilar y Rodrigo Castaño Valencia. / Archivo El Espectador

Álvaro Castaño Castillo amaba su memoria, su emisora y a su familia. Nació en Bogotá el 9 de junio de 1920. Fue el menor de trece hijos del matrimonio de Joaquín Castaño R. y Ana Rosa Castillo G. A los 11 recitaba poemas con la maestría de un experto, pero con el susurro propio de su experiencia. Un año más tarde fue campeón de tenis y, aprovechando su conocimiento temprano en la prosa y en la poética, fundó antes de arribar a la mayoría de edad la academia José Asunción Silva en el Instituto de La Salle, tal vez su primera iniciativa como gestor cultural. Esa vocación y ese temple de liderar iniciativas vinculadas con las artes lo caracterizarían hasta el final de sus días.

De su padre le quedaron los consejos, la principal enseñanza para conquistar, para sobrevivir los 96 años que vivió, buena parte de ellos acompañado por su esposa, Gloria Valencia. A Álvaro Castaño Castillo le gustaba ser mejor cada día y en esa lucha cotidiana encontró en la memoria su mejor aliada. El recuerdo fue su tesoro más grande, su haber más importante. Por eso, aprovechaba esa condición casi excepcional para seleccionar lo que no servía y, en cambio, asimilar, digerir y degustar lo realmente esencial de la especie humana.

Sus intereses culturales eran altísimos: música clásica, literatura y poesía. Aunque también le apasionaban el deporte y la naturaleza. Por esa pasión creó el espacio Naturalia, que presentó siempre Gloria Valencia de Castaño, en el que mostraba en la pantalla nacional imágenes certeras de los animales en su hábitat. El rating, en la recién colorida televisión nacional, era mucho menos importante que la calidad del producto.

A los 25 años, Castaño Castillo escribió su tesis para optar por el título de abogado en la Universidad Nacional de Colombia. El derecho fue también un pretexto para aproximarse desde otra arista a las lecturas de los principales textos de grandes autores como Ortega y Gasset, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda y Miguel Hernández, entre otras firmas literarias que alimentaban su biblioteca personal.

Se casó en 1947 co Gloria Valencia, mejor conocida como La primera dama de la televisión, una expresión que le hizo justicia en noticieros, magacines y concursos. La pareja duró 64 años junta, hasta que ella falleció, en 2011. A pesar de esa ausencia, Castaño Castillo jamás sintió que para él hubiera muerto, porque siempre la invocaba con una sonrisa. Tuvieron dos hijos: Pilar y Rodrigo Castaño Valencia, personajes comprometidos con el medio de la comunicación.

El 15 de septiembre de 1950 encendió los micrófonos de la emisora HJCK, El Mundo en Bogotá, con el apoyo de su esposa y con el objetivo de darles a conocer a los colombianos los acontecimientos culturales que ocurrían en el mundo. También fue precursor de la televisión con diversos espacios.

Sentía que lo más importante era ser fiel a uno mismo. Pensaba que a la gente le hacía falta coherencia y amor por el país.

Murió a causa de una insuficiencia respiratoria la noche del martes 9 de agosto en su residencia en el norte de Bogotá. En una entrevista para la revista Cromos dijo que no le tenía miedo a la muerte: “No, qué curioso, la manoseo tanto que le he perdido el respeto, porque la toco, la volteo, la pongo patas arriba, me burlo de ella. Entonces ya es un elemento tan cercano que no le temo. Aspiro a no sentir dolor. El dolor físico me aterra, en eso soy muy cobarde”.

Quería con fervor llegar a los cien años, pero también deseaba reencontrarse con el amor de su vida, con la mujer que conoció gracias a su profesión. Fue un día en un desfile donde vio por primera vez a Gloria Valencia. Más que su esposa, fue su compañera de vida, la que le alcahueteaba su amor por la cultura. “Tuvimos la bendición de trabajar al mismo tiempo y en las mismas cosas que nos interesan. Unirse bajo un mismo techo, pasar las 24 horas al día y ser felices en el trabajo y en la casa, es una cosa que no hay cómo agradecerle a Dios”, dijo alguna vez Álvaro Castaño en una entrevista para la revista Semana. Un amor que ahora pasa a la eternidad.

Por Redacción Cultura

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