El Magazín Cultural
Publicidad

'Aprender a rezar en la era de la técnica'

Gonçalo Tavares, una de las plumas más importantes de la literatura portuguesa, critica duramente el evangelio del progreso tecnológico, pilar de las sociedades modernas.

Marcel Ventura / Guadalajara, México
08 de diciembre de 2013 - 09:00 p. m.
Gonçalo Tavares ha publicado libros como ‘El barrio y los señores’, entre otros.  / Cortesía: Feria  de Guadalajara
Gonçalo Tavares ha publicado libros como ‘El barrio y los señores’, entre otros. / Cortesía: Feria de Guadalajara

Gonçalo Tavares guarda en rincones de su apartamento lisboeta decenas de textos inéditos. Nació en Angola en 1970, pero vive en la capital portuguesa desde los cuatro años, acostumbrado a la luz azul que hace más llevaderos sus encierros. Todas las mañanas trabaja en libros que van atando cabos hacia el futuro y sólo cuando el tiempo le envía una señal azarosa vuelve a algún manuscrito, lo revisa y decide que es hora de publicarlo. Pueden pasar siete años entre cada uno de esos momentos. El sello mexicano Almadía ha traducido el grueso de su obra y ahora edita la novela Aprender a rezar en la era de la técnica, un libro tan bueno como distinto a El barrio y los señores, Historias falsas o Jerusalén.

Durante cuatro días se paseó por los pasillos de la FIL de Guadalajara con un discurso potente sobre los peligros de entregarnos a la tecnología. De eso habla en voz baja su nueva novela, de sintaxis rica y aforismos afilados, en la que un cirujano llamado Lenz Buchmann busca imponer su ética maquinal. Buchmann no cree en las emociones y aspira a un mundo preciso como el filo de su bisturí.

Su obra está atravesada por variaciones de la maldad, no necesariamente la maldad de herir a otro…
…Por ejemplo, el miedo, que es un prefacio de la maldad, pero creo que me interesa todo. Hay un mundo fascinante en la inteligencia del lenguaje. Fíjate en la palabra “concentrado”, es decir, que tiene centro. Hay una narrativa dentro de cada palabra, anterior a lo que la unión de varias palabras explica. Una palabra ya es un pensamiento complejo. Pero volviendo a la maldad, sí, me interesa igualmente la bondad.

El discurso moral detrás de ‘Aprender a rezar en la era de la técnica’ tiene más que ver con la incapacidad para hacer el bien que con la capacidad para hacer el mal.

Es que para mí es igual de sorprendente la maldad pura como la bondad absoluta. No entiendo a un torturador y no entiendo a alguien que abandona todo y se va a África para ayudar a los más pobres. Quiero saber cómo funcionan ambas personas, por qué el hombre es un animal capaz de ambas cosas.

En muchos sentidos, la novela es premonitoria de la crisis económica. Nuestra crisis es la entrega ciega a la técnica y queremos solucionarla con más entrega.

Sin duda. La lógica ha sido vender dinero, como si fuera una vaca, basados en la ilusión de que el dinero es algo concreto. Es distinto decir “Te vendo este billete de 20 por 23”, usando todas esas estrategias de las finanzas, a decir “Te vendo esta mesa”. El dinero es inmaterial. El problema viene desde el siglo XVIII y tiene que ver con la técnica. Desde ese siglo hemos pensado que todo progreso técnico es un progreso humano, que si inventamos una nueva máquina entonces hemos mejorado. Es una idea errada, seguimos fascinados con las nuevas máquinas y nos contenta enterarnos de que una máquina hace algo que antes no hacía. Un progreso técnico en la medicina, que ayuda a que vivamos mejor, es claramente un progreso humano, no me malinterpretes, pero muchísimos progresos técnicos no lo son. Por ejemplo, crear máquinas para eliminar empleos es un retroceso humano. Hace cinco años el metro de Lisboa tenía diez trabajadores en cada estación, ahora sólo hay uno o ninguno porque todos fueron sustituidos por máquinas. Esa es la lógica de convertir a las personas en funciones y, entonces, crear máquinas para cumplir funciones. El peligro es que la máquina se lleve por delante las verdades humanas.

¿Ve un mundo de máquinas que no sólo cumplan sino que creen funciones?

El progreso verdadero tendría que ver con funciones nuevas, no con lo actual, en el que el hombre quiere crear máquinas que hagan cosas que él ya hace. Hace un par de años vi un reportaje de una máquina que sería capaz de crear noticias: la periodista estaba muy entusiasmada, como si no se diera cuenta de que esa máquina la iba a dejar desempleada. Puede haber máquinas para pasar las hojas de un libro y será una ridiculez porque lo interesante es crear máquinas para cumplir funciones que el hombre no cumpla. Es lo único que tiene sentido para mí. Podemos saltar, por ejemplo, pero no llegar a la Luna, así que tiene sentido crear una máquina para hacerlo. La ilusión de que las máquinas nos ahorrarán el trabajo estúpido para que sólo seamos poetas y nos dediquemos al ocio es muy peligrosa, nos aísla. Creo que dentro de poco veremos pancartas de gente diciendo “No nos quiten el trabajo estúpido”, porque sencillamente hay personas que no quieren escribir, leer, ver una película, sino que prefieren hacer algo con sus manos e incluso hacer siempre la misma cosa.

Es una de las falacias de la urbe. En el desarrollo se piensa poco en el campo…

Sí, es la mentira de las élites de que el trabajo repetitivo no tiene importancia y tiene que ver con la idea de que el hombre quiere hacer siempre cosas espirituales o intelectuales y es falso. Hay personas que obtienen placer al hacer cosas manuales, pero es difícil de entender para los paternalistas del mundo de las máquinas.

Por Marcel Ventura / Guadalajara, México

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar