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La arqueología del paisaje

La muestra ‘Coque (2006-2013)’, que registra los paisajes mineros de poblaciones cercanas a Bogotá, propone una reflexión antropológica, estética y moral sobre esta actividad.

Miguel Ángel Flórez Góngora * / Especial para El Espectador
19 de agosto de 2013 - 09:00 p. m.
Una de las imágenes de la muestra del fotógrafo Fernando Cruz, quien ha pasado varios años documentando la minería. / Fernando Cruz - Exposición Galería Sextante
Una de las imágenes de la muestra del fotógrafo Fernando Cruz, quien ha pasado varios años documentando la minería. / Fernando Cruz - Exposición Galería Sextante

El fuego crepitante a 1.000 grados centígrados libera los gases milenarios y la energía concentrada del carbón mineral para dar nacimiento al coque, un residuo sólido poroso de tonalidades negras y plateadas que en su destino final alimenta la demanda de este recurso para la industria del acero y para la generación de electricidad a escala global.

La escena de ese ritual artesanal se lleva a cabo en canteras a cielo abierto, cruzadas por un laberinto de socavones y un conjunto de hornos con chimeneas de 15 metros de altura que expulsan columnas de humo que se elevan sobre los municipios de Tausa y Guachetá, ubicados al norte de Bogotá y que hacen parte de los territorios de Cundinamarca que albergan más de 1.400 minas con una alta producción de carbón mineral.

Hasta allí se ha desplazado durante más de 20 años el fotógrafo bogotano Fernando Cruz en la búsqueda de la materia prima que alimenta sus parábolas visuales, representadas en áreas rurales erosionadas por las actividades de la minería a cielo abierto, paisajes en conflicto y parajes sombríos transformados por la explotación de arcillas.

Registradas a partir de una observación minuciosa de las intervenciones del hombre sobre el paisaje e impresas a color, las fotografías de Fernando Cruz, expuestas en la galería Sextante bajo el título de Coque (2006-2013), ofrecen una perturbadora y lúcida comprensión de las intransigencias del progreso sobre la naturaleza, pero al mismo tiempo evocan los remotos y primitivos senderos de la memoria en la habilidad humana para erigir construcciones que le permitieran moldear al homo sapiens las arcillas y los minerales a través del tiempo.

En las escombreras de coque captadas en la lente de Fernando Cruz las formaciones geológicas y la cubierta vegetal del entorno se integran con el escenario sembrado de hornos y chimeneas levantadas en ladrillo artesanal por los mineros, las cuales crean en el espectador ecos resonantes de los zigurats o templos religiosos de la antigua Mesopotamia, los anfiteatros romanos, las antiguas ruinas nórdicas de la isla de Arpatsivik, las navetas funerarias des Tudons en los inicios de la cultura talayótica de Menorca en España y de las fortalezas incas amuralladas en piedra ubicadas en la ciudad de Cuzco.

En su esfuerzo por derribar las apariencias e ilusiones culturales y estéticas del paisaje a través de la imagen fotográfica, la mirada de Fernando Cruz ha unido las líneas imaginarias del pasado más remoto con los escombros de la modernidad, los santuarios de la memoria con las reliquias de la industrialización minera, la prehistoria del barro con las vertiginosas transformaciones urbanísticas.

El mundo artesanal de canteras a cielo abierto y ladrilleras ha sido el pretexto moral y estético de Fernando Cruz para situarnos en visiones contradictorias de la realidad: la memoria humana de los viejos oficios del suelo encarnada en los condenados de la tierra para sobrevivir en el tiempo, enfrentada a las amenazas que nos impone la civilización de la minería con su aluvión de destrucción ambiental, ecológica, humana y paisajística.

Para Fernando Cruz, el documento visual aglutinado en Coque es concebido como un desarrollo visual y antropológico de su trabajo fotográfico Sur Oriente, realizado en los chircales ubicados en el sur de Bogotá durante el periodo 1985-2010 y que obtuvo para ese año el primer premio en el concurso de fotografía Bogotá, ¡Patrimonio presente!.

“En la exposición Coque el color resalta la belleza de los árboles, muestra los efectos del fuego industrial sobre la naturaleza, la distorsión del aire, los cambios que las altas temperaturas producen en el paisaje y la manera como el fuego purifica el carbón, dejando sus impurezas en el aire. Este es un trabajo que tiene un inicio, pero siento que no tienen un fin y todo está sometido a un cambio permanente. Además, soy bastante cuidadoso con los encuadres, el ritmo, la selección del lente, el momento de la toma, la luz y los contrastes”, expresa Cruz.

Los paisajes mineros del coque captados por Fernando Cruz no incluyen los personajes y los habitantes de las canteras de carbón. Por contraste, la omisión irónica y deliberada de esos sujetos intensifica su presencia en las fotografías y hace visible, por los hilos de la imaginación y la solidaridad, la comparecencia inevitable de su difícil condición humana. Sus ausencias completan nuestra ceremonia íntima de la contemplación visual de sus estampas.

La sombría belleza de las fotografías de Fernando Cruz perturba por su carácter insondable. Sugieren, sin trampas ideológicas ni artísticas, la necesidad de comprender e interpretar las fuerzas elementales que mueven a la naturaleza. Pero también advierten que la destrucción masiva del ecosistema podría convertirse en nuestra próxima cita colectiva con la muerte o en la inaplazable posibilidad de nuestra redención como especie.

* Escritor y periodista colombiano.

Por Miguel Ángel Flórez Góngora * / Especial para El Espectador

 

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