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'Las artes se hacen en común'

Dagoberto Rodríguez, uno de los integrantes del colectivo de arte cubano Los Carpinteros, habló sobre su último trabajo, expuesto en el Art Basel de Miami.

Diego Alarcón Rozo
13 de diciembre de 2012 - 07:21 p. m.
Dagoberto Rodríguez (izq.) y Marco Castillo, Los Carpinteros. /Sean Kelly
Dagoberto Rodríguez (izq.) y Marco Castillo, Los Carpinteros. /Sean Kelly

En 1991, tres jóvenes recién graduados del Instituto Superior de Arte de La Habana, en Cuba, resolvieron que sus carreras artísticas vendrían mejor si unían esfuerzos y creatividad en vez de trabajar cada uno por cuenta propia. La concepción de eso que llaman “obra” para ellos no tenía que ver con lo que cada uno llevaba en la mente, sino los que tres mentes unidas podían lograr. Dagoberto Rodríguez, Marco Castillo y Alexandre Arrechea fundaron entonces el colectivo Los Carpinteros y la carrera hasta ahora comenzaba.

Una de sus primeras obras la presentaron en la Bienal de Arte de Medellín, en 1995, cuando no eran tan célebres como hoy. Era una palma de mano de madera llena de cajones, una gaveta llamativa y elogiada. El tiempo ha pasado y sus obras han trasegado por los más importantes escenarios del arte en Europa y América. Ha pasado tanto que Arrechea decidió renunciar al grupo en 2003, hoy Los Carpinteros son dos y ya no están en La Habana sino radicados en Madrid. Una de sus últimas creaciones se encuentra exhibida por estos días en una de las playas de South Beach en Miami. Se llama El Güiro, y es una estructura ovalada también de madera que por dentro se define como un bar.

Dagoberto Rodríguez fue al Art Basel de Miami a presentar la obra, realizada por el colectivo en colaboración con el buró de Arte de vodka Absolut en su tradicional relación con los artistas. Él reconoce que esta es una de las piezas más abstractas que alguna vez hayan hecho Los Carpinteros y asegura que estuvo inspirada en un güiro, esa fruta típica del Caribe que una vez seca se convierte en instrumento de percusión. Luego de presentarla al público, Rodríguez dedicó algunos minutos para conversar con El Espectador.

¿Desde cuándo comenzaron a trabajar en El Güiro?

La idea original viene de los años 90. Esto pasa mucho en la obra de nosotros, todas las cosas que hacemos las hemos comenzado a desarrollar muchos años antes y de repente tenemos una colaboración grande como esta y siempre buscamos hacia atrás, lo que tenemos. Tenemos un banco de ideas. En el caso particular de El Güiro, la retomamos en 2010 y ahora ya podemos decir que está terminada.

¿Por qué esa forma ovalada? ¿A qué le apostaron como concepto?

Hemos elegido para esta pieza la idea más ambigua que se pueda haber visto. La forma del güiro, de esta fruta, no es una forma determinada, no te recuerda nada. Es más bien una forma bastante abstracta y esto fue lo que hicimos, una especie de especulación de forma basada en esta cosa que tiene para nosotros un peso cultural serio.

¿Cómo afrontan las decisiones como un colectivo?, ¿cómo se complementan las ideas para obras como estas?

Creo que es lo mismo que cuando un artista trabaja por su cuenta con otras referencias. Me parece que nadie trabaja sólo cien por ciento. Todo el mundo trabaja en colectivo a la larga. Las artes visuales son algo que hoy por hoy se hace en común, la gente conecta con curadores y básicamente es un trabajo en equipo, casi todo. Al menos así lo veo yo.

¿Cómo llegan Los Carpinteros a establecer contacto con una marca como Absolut?

Hay un amigo en común que está en la galería Laurent Grasso, es un artista francés, sirvió un poco de puente entre Absolut y los artistas de Sean Kelly, la galería con la que trabajamos. Absolut para nosotros era una especie de leyenda, desde los años 80 cuando rodaban un programa de publicidad que incluía arte. Cada artista hacía una etiqueta para su botella, lo cual era fantástico. El primer artista en aparecer fue Andy Warhol, imagínate. Es uno de los programas de arte más fascinantes que hemos visto en la vida. Cuando yo era estudiante veía la revista ‘Art in America’ y no podía soñar que algún día iba a colaborar con esta gente. 

Por Diego Alarcón Rozo

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