El Magazín Cultural
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El experimento del siglo

El proyecto más ambicioso del hombre busca encontrar una partícula que explicaría por qué la materia tiene masa.

John Idárraga *
27 de diciembre de 2008 - 10:00 p. m.

El 10 de septiembre de 2008 me desperté a las 6:00 a.m. Había dormido sólo cuatro horas ultimando detalles de un informe, pero la ansiedad por el gran día espantó el sueño. En unas pocas horas, después de 20 años de espera, se pondría en funcionamiento el mayor acelerador de partículas atómicas del mundo. Allí, en la frontera franco-suiza, a 100 metros bajo tierra, comenzaría a circular el primer haz de protones para probar el funcionamiento del Gran Colisionador de Hadrones, un anillo superconductor en forma de túnel, con un perímetro de 27 kilómetros, cuya construcción costó más de US$6.000 millones.

Sobre las 8:00 a.m. llegué al CERN (European Organization for Nuclear Research). Tenía cita con un grupo de investigadores, entre ellos Erik Heije. Uno de los científicos a cargo del proyecto. A esa hora la sala de control ya estaba llena de gente, científicos de todos los rincones del mundo, periodistas y camarógrafos que buscaban discretamente el mejor ángulo frente al tablero de control.

Desde aquella sala, en la que habían puestos de trabajo con decenas de monitores y en las paredes pantallas con imágenes en 3D y listas interminables de cifras que describen lo que acontece en cada rincón de la gigantesca máquina, se autorizaría la conexión de todos los sistemas de detección y servicios.

El lugar luce como los centros de control de transbordadores espaciales que vemos en las películas. La diferencia es que desde aquí pretendemos asomarnos al origen del universo. Cuando el Gran Colisionador de Hadrones entre en funcionamiento, y los dos haces de protones, disparados en sentido contrario, comiencen a chocar entre sí, tendremos la oportunidad de conocer secretos de la materia que hasta ahora apenas sospechamos.

En la sala de control el personal contiene la respiración cuando el reloj marca las 10 a.m. Los encargados del LHC dan la luz verde. La comunidad científica sabe que comienza una nueva era para la ciencia. Los próximos 10 o 15 años de experimentos en este lugar sentarán las bases de la ciencia del futuro. La cantidad de gente sobrepasaba la capacidad de la sala y en medio de la expectativa aparecen en la pantalla, por primera vez, las trazas de partículas producidas por la colisión del haz de protones del LHC.

La imagen es como la de fuegos artificiales en el firmamento. Todos quedamos maravillados. Nos toma un segundo darnos cuenta de lo que está ocurriendo y luego de ese eterno instante de silencio: ¡un grito de júbilo! La imagen no podría ser más satisfactoria y más maravillosa a los ojos de los científicos presentes. ¡El experimento funciona!

Los periodistas lucen desconcertados. Tal vez esperaban más que esa sencilla imagen de fuegos artificiales. Les cuesta trabajo imaginar lo que significa para nosotros, pero al final se contagian de la alegría: ciencia de frontera en vivo y en directo. Durante unos meses el LHC no funcionará a su máxima potencia. Esto era una prueba para observar el comportamiento del sistema.

Como es conocido por el público, el LHC sufrió un daño unos días después del 10 de septiembre. Se tomó nota de lo que falló y las reparaciones están siendo aplicadas. Esperamos volver a comenzar en el verano de 2009. Sin embargo, la prueba de ese 10 de septiembre representa el triunfo por los resultados satisfactorios obtenidos y la puerta de entrada a un nuevo nivel de compresión de la naturaleza sin ningún precedente en la historia de la humanidad. Nunca antes habíamos estado tan preparados para hacerle preguntas tan controvertidas al universo en el que vivimos.

*Físico de la Universidad Nacional.

¿Qué es la partícula de Dios?

Hay dos aspectos en los que los expertos en física nuclear concuerdan: primero, resulta bastante complicado definir a ciencia cierta qué es la partícula de Dios. Segundo, nadie podría esbozar una mejor respuesta que el británico Peter Higgs, uno de los físicos más importantes del mundo, cuyos aportes han sido equiparados con los de personalidades como Albert Einstein e Isaac Newton. De hecho, en términos científicos la mentada partícula divina se conoce con el nombre de ‘el bosón de Higgs’.

Pero, ¿cómo entenderlo a grandes rasgos? Cuentan quienes conocen a Higgs, que la respuesta se le vino a la cabeza luego de una caminata por un cordón montañoso de Escocia: debe haber una partícula especial capaz de darle masa a todas las demás, el bosón de Higgs, la partícula elemental qué podría dilucidar el origen del universo.

Impulsado por la ilusión de encontrarla, el CERN (European Organization for Nuclear Research) construyó el Gran Colisionador de Hardones, denominado por la comunidad científica, como el experimento del siglo.

Por John Idárraga *

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