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Marcha atrás en la evolución

En los 150 años de publicación del ‘Origen de las especies’. Una mirada a las visiones que niegan la evolución y que cada vez ganan más adeptos.

Santiago la Rotta
11 de febrero de 2009 - 11:00 p. m.

El origen de las especies, uno de aquellos textos que habría de trastocarlo todo, fue publicado en 1859. Su autor, Charles Darwin, tenía entonces 50 años. Su obra lanzó un anzuelo hacia lo más profundo de la historia de la humanidad y lo que pescó fue una revolución. En las aguas siempre agitadas del origen de las cosas Darwin se paró firme con su diario de viaje, sus notas de campo, su bíblica barba y le dio una vuelta a la forma como el hombre se mira en el espejo.

Desde entonces, y hasta el día de hoy, la teoría de la evolución ha aguantado los ataques de todos: los fanáticos religiosos, sin importar su credo, los científicos y la gente del común que se apega a las versiones de otros libros. Al enfoque evolucionista de Darwin le han salido, en tiempos más recientes, acérrimos críticos como el creacionismo y el diseño inteligente. El primero se apega a la explicación que la Biblia da en el Génesis sobre el origen del hombre. El segundo es una variación de los argumentos que acuden a una voluntad superior para explicar el nacimiento del universo. En la actualidad crece el número de personas que acceden a creer que la evolución es una de tantas miradas sobre el origen de la vida y no necesariamente la más acertada.

Según un artículo publicado por la BBC, el 47% de los estadounidenses rechaza los postulados de Darwin, y durante la última elección presidencial en este país trascendió que Sarah Palin, la fórmula vicepresidencial del candidato republicano John McCain, opinaba que el creacionismo debería enseñarse en las escuelas públicas como una teoría válida del origen del hombre.

Pero el antidarwinismo no es asunto exclusivo de los Estados Unidos. En Inglaterra, la tierra natal del autor del Origen de las especies, el creacionismo también ha hecho de las suyas. En 2006 una encuesta reveló que sólo el 48% de los compatriotas de Darwin creía en sus argumentos. Michael Reiss, profesor de la Royal Society, a la cual también perteneció el célebre naturalista inglés, avivó la polémica al expresar, en una entrevista con el diario inglés The Guardian, que “el creacionismo debe presentarse a los alumnos en los colegios como otra mirada más del origen de la vida”.


Los pronunciamientos de Reiss elevaron voces de protesta de académicos y científicos. Lewis Wolpert, docente de Biología Evolutiva en el University College London, afirmó que “el creacionismo está basado en la fe y no tiene nada que ver con la ciencia, así que no debería enseñarse en las clases de ciencias”.

Por su parte, la Iglesia Católica ha dicho que la teoría de la evolución de Darwin no es contraria a los dogmas promulgados por esta religión, al menos no del todo. El papa Juan Pablo II, uno de los pontífices más conservadores de los últimos tiempos (enemigo del uso de los métodos de planificación, por ejemplo), dijo que los postulados de Darwin “ya no eran simples hipótesis, sino una teoría”; sin embargo, fue claro en afirmar que lo dicho por Darwin no era suficiente para explicar el origen de la especie.

A 150 años de la publicación del Origen de las especies, la teoría de Charles Darwin, que cambió la forma como miramos la naturaleza y la vida, en general, sigue levantando ampolla entre algunos círculos que no aceptan la posibilidad de que el hombre provenga de formas de vida menos evolucionadas y que la existencia es un proceso complejo que lleva millones de años en perfeccionarse.

Por Santiago la Rotta

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