El Magazín Cultural
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Bajo la batuta de Baldur Brönnimann

Se escogió al nuevo director de la Orquesta Sinfónica de Colombia. Es de origen suizo y su labor en la conducción de orquestas es reconocida en los cinco continentes.

Juan Carlos Piedrahíta B.
28 de octubre de 2008 - 05:34 p. m.

En su familia el único tesoro que había era la música. Sus abuelos, quienes se encargaron de su crianza, eran personas humildes pero con un refinado gusto sonoro. Coleccionaban acetatos con los más diversos compositores clásicos y contemporáneos, pero no tenían los recursos suficientes para invertir en la educación musical del pequeño Baldur Brönnimann. Por eso, él se aproximó a la música gracias a la banda de su pequeño pueblo suizo, con la que aprendió a interpretar las primeras notas del clarinete.

Después se apasionó por los teclados y fue un profesor quien motivó su inclinación, al regalarle su primer piano. Aunque el instrumento no estaba en las mejores condiciones, le resultó útil para identificar los detalles melódicos de cada obra. A raíz de ese trabajo investigativo, el músico supo que no estaba para ser intérprete sino para dirigir... y eso es lo que ha hecho la gran parte de sus escasos 40 años.

"Yo siempre he buscado trabajos en los que pueda hacer algo más que dirigir. He visitado algunas ciudades en donde todo ya está establecido, pero lo chévere en Colombia es que aquí todo está en construcción. Aquí puedo marcar la diferencia y por eso acepté ese gran reto", comenta Brönnimann, quien aprendió español en Alcalá de Henares y confiesa que ya ha dirigido orquestas en los cinco continentes.

En su nuevo rol como director titular de la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia, este músico tendrá a su cargo la concepción de las ideas. Tendrá una función muy similar a la de un entrenador en un equipo de fútbol porque los músicos conocen su oficio, pero necesitan de la orientación de alguien que diseñe el camino y establezca la dirección para hacer del colectivo algo especial.

"En Colombia hay mucho trabajo por hacer. Uno de los ingredientes más importantes que tiene este país es el componente social y a través de la música se puede reivindicar el valor de la vida", asegura este personaje, cuya prioridad es hacer música de fácil acceso para todo el mundo.

A Brönnimann le gusta ir más allá de la partitura y, con o sin batuta, asume el reto de comunicarle al público diversas sensaciones, emociones y sentimientos. Su trabajo al frente de la orquesta empieza, en forma, en febrero. Sin embargo, ya tiene muchos proyectos y ambiciones, aunque en este momento está concentrado en la determinación de los cronogramas del próximo año. Su misión es ubicar a la Sinfónica en el mapa musical del mundo y hacer que su sonido sea todo un tesoro.

Por Juan Carlos Piedrahíta B.

 

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