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¿Por qué Beck sí merecía el Grammy?

Los sonidos de esta producción, compuesta por 13 temas, están unidos por una misma sensación de lentitud y luz, y son una muestra de que Beck (Estados Unidos, 1970) es capaz de superarse a sí mismo.

Juan David Torres Duarte
12 de febrero de 2015 - 03:51 a. m.
¿Por qué Beck sí merecía el Grammy?

 El sonido de Modern Guilt, el disco que Beck lanzó en 2008 y que fue producido por Danger Mouse, es una extraña combinación del aire de los años 60 y cierta búsqueda electrónica y en ocasiones orquestal. Pasaron seis años antes de que se decidiera a lanzar una nueva producción, seis años en los que Beck ensayó otras posibilidades: una galería de arte, un Record Club —donde realizaba versiones de sus temas más amados— y algunas grabaciones sueltas que todavía no tenían un cuerpo preciso. Beck quería hacer algo contrario a todo cuanto había explorado en Modern Guilt. En breve, algo más sostenido en la levedad y la lentitud. Esa ambición fue premiada el domingo con el premio Grammy por mejor álbum y mejor álbum rock. Kanye West, en un gesto fugaz, aseguró que Beck no merecía el Grammy. ¿Por qué, de hecho, Beck sí merece este galardón?

Para Morning Phase, Beck partió de un tema que había compuesto hace años, Wave. Más que un propósito y un significado, Wave es una abstracción de un estado interior, del mismo modo en que una pintura de Jackson Pollock puede ser un modo inédito de una presión íntima. El tema, entonces, determinó la velocidad y el propósito del resto de la producción. “Es difícil decir qué son (estas canciones) exactamente —dijo Beck en una entrevista con el sitio web The Quietus—, porque de eso se trata escribir canciones. Puedo tener una idea de algo que quiero poner en la canción, pero también es como atrapar aire. Tú no puedes decirle al aire hacia dónde ir, qué forma tener. Eso se siente ser un cantautor”.

La base concreta —Wave— fue un punto medio para armar el álbum. ¿Qué se puede hacer alrededor de este elemento? ¿Cómo es posible complementarlo? Beck se hizo esas preguntas esenciales para cualquier artista. Crear es dejar que el arte diga a dónde quiere ir. Beck tuvo la disciplina, durante más de tres años, para sentarse y dejarse encaminar. En ese esfuerzo, Beck encontró que Morning Phase —o aquello que sería su nuevo álbum—, además de poseer un ritmo más lento que su anterior disco, poseía una atmósfera por completo distinta. El Beck de Morning Phase es el compañero calmado y sencillo del Beck de Modern Guilt.

Un artista suele tener la capacidad de superarse a sí mismo. Y Beck lo ha logrado desde su éxito en 1994 con Loser. Hubiera podido hacer lo mismo una y otra vez, reportarse saludable en su propio campo. Sin embargo, en producciones posteriores como Midnite Vultures, Sea Change y The Information, Beck demostró todo lo contrario: que se aburría y que prefería renovarse buscando los sonidos de los 60, o hundiendo la cabeza y los oídos en la música electrónica y el hip hop. Beck no ha logrado “tener suerte” con su último álbum. Morning Phase es el testimonio de una carrera que no se basta con sí misma.

Que Beck es un artista lo demuestra el tiempo que se ha tomado para realizar Morning Phase, su fase de producción —donde supuso inteligentes arreglos orquestales y vocales en los que participó su padre, David Campbell— y el hecho de que concibe una producción como un inmenso edificio. Morning Phase abre con Cycle, un tema breve e instrumental que determina un ambiente. Es de mañana y es una mañana soleada. Hasta Wave, que está justo en la mitad del álbum —lo sostiene—, los temas se ajustarían sin problema a la imagen de un mar calmado, continuo, puesto a correr en el tiempo en su propio y tranquilo flujo. “Traté —dijo Beck— de habitar en esa sensación y de trabajar en las canciones una y otra vez hasta que un sentimiento particular comenzó a manifestarse en las canciones. Venía de un lugar… Era tratar de encontrar una redención sobre la experiencia y los trabajos, las dificultades y la vida en general”.

Después de Wave viene un segmento de dos temas —Don’t let it go y Blackbird Chain—, con la misma lentitud de la parte inicial y con un aire innegable a folk, a Neil Young y Bob Dylan. Entonces llega Phase, que dirige la tercera y última parte del álbum. Beck recorre una mañana, una sencilla mañana de un hombre frente a sus propias posesiones, frente a la innegable potestad del destino. Beck piensa en una estructura, en unos modos y, sobre todo, en un ambiente que determina unas sensaciones y, si se quiere, ciertos colores. Phase apunta un cambio en el ambiente, una suerte de transformación y de camino. “¿De qué sirve ser encontrado? Puedes perderte en alguna tierra buena, entre la mala hierba que se esconde, en el río junto a la puerta. No hay límite en tu paisaje, sólo una vista a través de mi puerta trasera”, canta en Country Down.

Morning Phase es un homenaje a la lentitud. Y eso, en un tiempo donde la practicidad y la rapidez dejan el detalle y la elegancia de lado, es una suerte de golpe. Un golpe suave, sostenido. Más allá de sus pretensiones artísticas, Beck ha logrado un álbum que reta a la fácil composición, al verso pegajoso, a la farsa explícita de ciertos artistas. Beck compuso un paisaje con escalas armónicas.

Por Juan David Torres Duarte

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