El Magazín Cultural
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"Bolívar fue un gran ateo"

La novela histórica ‘Todo llevará su nombre’ cuenta en 205 páginas la vida de Simón Bolívar.

Mariángela Urbina Castilla
16 de septiembre de 2014 - 11:00 a. m.
Fermín Goñi, periodista, politólogo y escritor, nació en 1953 en Pamplona, España. / Cortesía Random House
Fermín Goñi, periodista, politólogo y escritor, nació en 1953 en Pamplona, España. / Cortesía Random House

Durante cinco años, la vida de Fermín Goñi se redujo a ir del hospital a la casa y viceversa. Un problema en la columna vertebral le impedía moverse, llevar el ritmo que durante mucho tiempo había marcado su existencia. En ese momento miró para atrás y visualizó sus carreras: periodismo y ciencias políticas. Se vio trabajando en el periódico El País y recordó todo el ajetreo que supone ir en busca de fuentes, entrevistas y cierres a horas determinadas que no dejan espacio para escribir en paz.

Descubrió que nunca más podría volver a esas rutinas. Miró el techo blanco del hospital donde lo revisaban y pensó: “Lo único que sé hacer medianamente bien y con cierta garantía de éxito es escribir”. Así que cerró la página del periodismo y ahora sólo escribe a su manera y sin mayores presiones.

En 2009, luego de la publicación de Los sueños de un libertador, la vida novelada del general Francisco Miranda, Goñi quiso escribir sobre Bolívar. Con la novela de Miranda ya tenía el contexto necesario. Además, ya conocía algunos detalles sobre ese hombre que sin conocimientos militares emprendió semejante lucha en todo un continente. Eso lo sedujo a pesar de haber nacido a 8.000 kilómetros de este pedazo del mundo, en Pamplona, España.

Empezó a leer toda la correspondencia, la que le mandaban y la que él dictaba, porque Bolívar no escribía. Siguió, así, el mismo proceso de Gabriel García Márquez cuando hizo El general en su laberinto.

Con ayuda de una lingüista, entre 2009 y 2013 estuvo perdido en más de 20.000 documentos. Después se sentó a escribir la novela y en eso se tardó alrededor de un año.

Terminó algo perdido en Simón Bolívar, en su manera de decir las cosas, en su depresión, en sus ganas de no vivir más. Así suena la novela: suena a lamento, a él. Es como si Bolívar estuviera hablando la mayor parte del tiempo.

Sin embargo, Goñi también quiso presentar una novela coral. En el relato aparecen muchos de los personajes que rodearon al líder en sus últimos años. Con sus voces se cuentan muchas de las hazañas de la guerra, muchos momentos de la historia, algunos que incluso han pasado desapercibidos por los biógrafos.

El Simón Bolívar de la narración es un héroe en picada. Son sus últimos seis meses de vida el punto de partida de la historia. Un atentado de muerte en Bogotá lo deja inquieto, sin ganas de quedarse en Colombia. Goñi cuenta que Bolívar dijo: “Abomino de haber iniciado una guerra contra los españoles”. Estaba profundamente desesperado, con una amargura que le impedía mejorarse de la tuberculosis y que lo halaba hacia la muerte. “Es que él sentía que si no se moría, lo mataban”, afirma el autor.

A pesar de ser hijo de una de las familias más adineradas de Venezuela, en la novela Bolívar termina viviendo de la buena voluntad de las 10 o 12 personas  que nunca lo desampararon.

“Más de uno quería matarlo”, agrega Fermín Goñi. Se creó una especie de Estado de opinión que vendía la idea de que Bolívar iba a ser el gran emperador, el gran dictador de América del Sur. Si él había logrado echarse al hombro toda la lucha libertaria, también podría mandar solo todo el continente, y nadie quería un tirano.

“No comparto esa tesis, pero sí es cierto que Bolívar era tan impetuoso que quería ser todo a la vez: el gobernante, el legislador, el capitán general de los ejércitos, el ciudadano de la calle y el hombre ejemplar. Era muy completo, pero no tanto. Yo creo que eso fue lo que le generó tantos enemigos”.

Goñi intentó siempre mantener la distancia. Así pudo ver sus defectos, indagar en sus problemas. “La América del Sur, la Hispanoamérica, como quieran llamarla, es muy diversa. Los ciudadanos colombianos, siendo prácticamente hermanos de los venezolanos, son muy distintos. Por lo tanto cualquier unión, del tipo que fuera, pero sobre todo una unión política, me sigue pareciendo bastante utópica. Como idea es fantástica, pero tenemos otros ejemplos en el mundo de cosas que no funcionan. Ya estamos viendo cómo está costando sacar adelante la Unión Europea”.

Goñi podría pasar horas hablando de Simón Bolívar. Lleva décadas, desde el colegio, enriqueciendo su gusto por este personaje: es hijo de una familia de clase media, con dos hermanos más inteligentes que él, según dice. Recibió una formación religiosa en un internado, “el más duro de España”. Allí creó la primera revista que vio nacer su colegio, El Che. Con el paso de los grados escolares descubrió que ese tipo de formación sólo lograba distanciarlo cada vez más de Dios y de la Iglesia; por eso dice ahora que no tiene “licencia eclesiástica”.

Aunque la capacidad de Bolívar como guerrero y organizador le encantó en su juventud, también, y sobre todo, le encantó el hombre, el pensador. Alguna vez se encontró con esta frase que definitivamente tuvo eco en él, un hombre distante de las religiones: “Los médicos dan recetas; los curas, bendiciones”. Bolívar odiaba la medicina y en sus últimos meses prefirió tratarse con sus propios remedios.

Luego, para sellar el enamoramiento, leyó lo que O’Leary, quien recopiló toda su correspondencia, aseguró sobre el Libertador: “Bolívar fue un gran ateo”. Así confirmó que este hombre merecía esas 205 páginas y esos cuatro años de vida dedicados sólo a conocerlo.

 

 

mariangelauc@gmail.com

@mariangelauc

Por Mariángela Urbina Castilla

 

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