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Las búsquedas de Cantor y Avski

El escritor monteriano radicado en Estados Unidos presenta su nuevo libro, “El infinito se acaba pronto”, una novela sobre la búsqueda de Dios a través de la ciencia.

Ángel Castaño Guzmán
29 de julio de 2015 - 03:02 a. m.
José Manuel Palacios se graduó como físico de la Universidad de Antioquia antes de ser conocido como escritor. / Garza Photo Design
José Manuel Palacios se graduó como físico de la Universidad de Antioquia antes de ser conocido como escritor. / Garza Photo Design

El escritor colombiano Joseph Avski (José Manuel Palacios), residente en Estados Unidos, por estos días recorre algunas ciudades de Colombia presentando El infinito se acaba pronto, su más reciente novela. En el libro se dan cita personajes a un paso de la locura o de la santidad, mientras en el fondo se escuchan los lamentos de una sociedad que condena a sus jóvenes a crecer en medio del légamo de la sangre y el miedo. En una reseña de El infinito se acaba pronto Mario Mendoza señaló que su libro aborda las conexiones de la matemática con la religión: el hambre de absoluto las une.

¿Qué le hizo tomar ese camino? ¿También sirve la literatura para encontrar algo que le dé sentido a la vida?

Yo no hablaría de darle sentido a la vida. Creo que eso es un rezago del discurso religioso. Pero sin duda la literatura enriquece la experiencia, ensancha las posibilidades de la vida, y una experiencia más robusta adquiere más significlados. En ese sentido la literatura ofrece caminos hacia experiencias por las cuales vale la pena vivir.

En una entrevista reciente usted señaló que la novela tiene un fuerte sustrato autobiográfico. En ella está presente la búsqueda de norte de los jóvenes de su generación. ¿Cómo fue crecer en la Colombia de su adolescencia? ¿Cómo nació en usted la vocación por las letras?

No sé cómo será crecer en Colombia durante la adolescencia, yo crecí en Montería, y me imagino que la experiencia de crecer en Floridablanca o Buenaventura habría sido tan distinta como hacerlo en Arequipa o Montevideo. Yo crecí a la enemiga, contrariando los valores dominantes en la sociedad monteriana. Crecí rodeado de otras personas como yo, mis amigos hasta hoy. La creación fue nuestro refugio a la hostilidad. Desde los años del colegio tuvimos bandas de rock, hicimos cortometrajes, tuvimos revistas literarias, intercambiábamos dibujos, leíamos sobre ciencia y matemáticas. Aún hoy, muchos de los amigos con los que crecí se dedican a actividades creativas, como los hermanos Orozco, que quizá son los más visibles.

Vive en Estados Unidos, donde ejerce la docencia universitaria. De su experiencia en la frontera mexicano-estadounidense nació su libro “A un paso de Juárez”. ¿Qué ha implicado en su carrera literaria ser un inmigrante en el coloso del Norte? ¿De qué forma ha cambiado su visión de la escritura el hecho de vivir en un contexto ajeno a su lengua natal?

Recuerdo haberme sentido extranjero toda mi vida. Desde luego, en esa época no sabía que eso era sentirse como extranjero, pero cuando empecé a vivir en otro país me di cuenta de que era algo que había sentido desde niño. Es un sentimiento que sólo desaparece alrededor de ciertas personas, independientemente del lugar. Sin duda, vivir exiliado de la propia lengua fue una experiencia nueva que me ha hecho mucho más consciente de ella.

¿Qué tan difícil fue volver a escribir luego del caso con Salcedo Ramos? ¿Lo noqueó el alud mediático que provocó “El corazón del escorpión”?

Mis dificultades para escribir nunca han tenido nada que ver con ese incidente. Yo no he dejado de escribir desde hace 15 o 16 años, y no encuentro una buena razón para parar. Escribo lento, reescribo mucho, experimento con muchas formas distintas y me demoro mucho para terminar una novela. De El infinito se acaba pronto escribí varias versiones como cuento, y dos borradores de novela con los que no quedé contento antes de llegar a la versión que finalmente salió publicada. Esas han sido mis dificultades al momento de escribir. Por lo demás, yo prácticamente no leí nada de lo que se publicó sobre el tema. En ese momento me interesaba mucho más leer cosas como la biografía de Georg Cantor y libros sobre historia del infinito. Sólo saber que mi novela estaba irritando los callos de tantos viejos gordos del establishment literario me confirmaba que estaba haciendo las cosas bien.

Tiene usted en el tintero “Fragmentos de una sombra”, una biografía intelectual de Fernando González, el autor de “Viaje a pie”. ¿Qué hay de singular en la vida y en la obra del brujo de Otraparte?

En Fragmentos de una sombra hago un recorrido por las ideas de Fernando González, sus grandes temas. En ese sentido es una biografía intelectual. Creo que es algo que no se había hecho con su trabajo. Casi todo lo que se ha escrito sobre el Brujo pasa por lo anecdótico, lo celebratorio o lo condenatorio, algunas cosas muy buenas, pero carecen de rigurosidad. Ese es el vacío que quiero llenar con el libro.

Por Ángel Castaño Guzmán

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