El Magazín Cultural
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La cacería oscura

La nueva película de la directora Kathryn Bigelow narra la historia de cómo fue la caída de Osama Bin Laden.

Alejandro Millán Valencia / Los Ángeles
08 de enero de 2013 - 09:00 p. m.
La directora de ‘La noche más oscura’, Kathryn Bigelow, ganadora del Óscar por ‘ En tierra hostil’  / Annapurna Pictures
La directora de ‘La noche más oscura’, Kathryn Bigelow, ganadora del Óscar por ‘ En tierra hostil’ / Annapurna Pictures

Pasaron 3.520 días desde el ataque del 11 de septiembre de 2001 a las Torres Gemelas de Nueva York y el 2 de mayo de 2011, el día en que un comando de las fuerzas élite de la Marina de los Estados Unidos dio de baja a Osama Bin Laden en una casa de tres pisos ubicada en Abbottabad, un pueblo pequeño de Pakistán. Fueron 9 años, 8 meses y 27 días de la cacería humana más grande de los años recientes. De eso se trata La noche más oscura, la nueva película de la directora ganadora del Óscar Kathryn Bigelow.

Y contar esa historia, por supuesto, no se puede hacer sin herir algunas sensibilidades.

Estamos en Los Ángeles. En el hotel Beverly Hills. Frente a un considerable grupo de medios locales e internacionales, entre los que está El Espectador, se encuentran la directora, la actriz principal, Jessica Chastain, y el guionista, Mark Boal. La noche anterior fue la proyección de la cinta a la prensa y la impresión fue general: en ningún momento de las dos horas y cincuenta minutos que dura la película uno puede estar cómodo en la silla. Es la historia, no la ficción, de cómo el gobierno de los Estados Unidos obtuvo la información suficiente para dar de baja al criminal que más odiaba y buscaba. Y queda claro en la proyección, demasiado, tal vez, que esa información se logró mediante torturas a muchos de los secuaces del cerebro criminal.

Al final, cuando los créditos ruedan por la pantalla, un enorme silencio del público —que debería aplaudir a rabiar como sucedió en 2011 cuando se supo la noticia de la operación militar— confirma que todo lo que se vio no deja de estorbar allí donde uno tiene claro que el fin nunca debe justificar los medios.

Por lo general, en este tipo de ruedas de prensa las preguntas van dirigidas a los actores. A la estrella que pone la cara hollywoodense para que la película se promocione como se debe. Ahora es distinto. Las preguntas van directo a Bigelow y al guionista, Boal.

Ambos están inmersos en una tremenda polémica que involucra al Congreso de los Estados Unidos, que, liderado por los senadores Dianne Feinstein y el excandidato a la presidencia John McCain, le han pedido a los productores de la película (Sony Pictures) que den una explicación adecuada de cómo consiguieron esa información clasificada y a la CIA de cómo diablos se lograron filtrar documentos que eran considerados ultrasecretos. O, si por el contrario, todo es un montaje teatral sin ninguna base real sobre lo que sucedió.

“Fue muy difícil poner en imágenes la información que teníamos. Creo que, sobre todo, lo más complejo era lograr hacer sentir las emociones tan fuertes que había alrededor de esta historia, que dura unos 10 años. El reto era intentar canalizar todo el trabajo de inteligencia a través de los ojos de la actriz Jessica Chastain, el esfuerzo y el sacrificio que había que hacer para cazar a uno de los hombres más peligrosos del planeta. Y, sumado a esto, el hecho de que muchos compañeros murieron en el camino de esa búsqueda convierte a esta historia en algo que tenía una carga emocional bastante profunda”, afirma la directora, quien no pestañea con cada pregunta que busca incomodarla, sacarla de casillas. Ella permanece impasible, seria.

Y tal seriedad no es para menos: aceptar que hubo tortura en los procesos de los analistas de la CIA para obtener información concluyente sobre el paradero de Osama Bin Laden no sólo es aceptar que se está haciendo algo que es considerado ilegal por muchas organizaciones, sino que contradice afirmaciones hechas por el mismo Barack Obama, presidente de Estados Unidos. De hecho, en la película hay una escena en que tres agentes de la CIA observan por televisión una entrevista a Obama en la que afirma, categóricamente, que no se aplican dichos procedimientos.

“Nosotros no torturamos”, dijo el mandatario durante su campaña presidencial en 2008.

Pero no sólo es cuestión de retratar el asunto. Según muchos críticos de cine y de otras disciplinas, como política internacional, la película justifica abiertamente la tortura como método efectivo de la defensa de la seguridad nacional de EE.UU. El bloguero y periodista político Glenn Greenwald afirma: “La gente que defiende la tortura sabe que es un método brutal. Y sabe que debe ser brutal para obtener resultados. Proyectar una película en la que queda claro el mensaje de que se debía torturar para obtener la ubicación de este criminal y que Estados Unidos sea un lugar más seguro es hacer una apología de ello”.

“No he leído muchas críticas en el sentido de que hacemos apología a la tortura, pero lo que sí puedo decir es que filmar esas escenas fueron la parte más compleja y dura de toda la filmación. Y personalmente me gustaría que eso nunca hubiera pasado, pero no es así. La tortura pasó y así se narró”, responde Bigelow, impasible.

El peso de la película recae en una mujer: Jessica Chastain (Historias cruzadas, El árbol de la vida), quien interpreta a una analista de la CIA llamada Maya, así, sin apellidos (en la vida real se llamaría Jen), quien después de 10 años de investigación logra dar con el lugar de residencia de Osama Bin Laden.

“Unos tres meses antes de empezar a grabar comencé a estudiar, con gente especializada en el tema, las cosas que aparecían en el guión, a estudiar mucho más sobre la CIA. Lo hice porque nunca pude conocer realmente a la agente que interpreto, ya que ella está encubierta. Tuve que utilizar mi imaginación para llenar los blancos que la investigación no podía llenar”, afirmó la actriz, que gracias a este trabajo ya tiene en la fila una nominación como mejor actriz en el premio del Sindicato de Actores (SAG) y los Globos de Oro, que se entregarán el 13 de enero.

Lo cierto es que, tal vez desde Pelotón (1986), una película no suscitaba tal controversia. Será una temporada de premios agridulces. Mientras Bigelow, Chastain y Boal vayan recogiendo nominaciones y reconocimientos, los responsables de la película deberán enfrentarse no sólo a los políticos de Estados Unidos que alegan que la cinta es una violación de la seguridad nacional —algo casi tan sagrado como el Divino Niño en el 20 de Julio—, sino que tendrán la misión de despegarse de las acusaciones de que la cinta es una defensora de la tortura.

Por Alejandro Millán Valencia / Los Ángeles

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