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La carrera hacia el Óscar

‘No’, la única latina nominada a la estatuilla dorada como mejor película extranjera, tiene como marco la dictadura de Augusto Pinochet.

Janina Pérez Arias / Cannes, Francia
15 de enero de 2013 - 10:00 p. m.
Pablo Larraín es uno de los directores latinoamericanos más interesantes del momento, pues en poco tiempo ha creado un estilo propio, crudo y directo.  / Fábula
Pablo Larraín es uno de los directores latinoamericanos más interesantes del momento, pues en poco tiempo ha creado un estilo propio, crudo y directo. / Fábula

Extenso y ornamentado con varias aventuras ha sido el camino de No hasta lograr la nominación al Óscar 2013 como mejor película extranjera, la única hispanohablante entre las seleccionadas.

No narra la gestación de la campaña publicitaria que con una negativa pondría fin al dominio de Pinochet. Está protagonizada por el mexicano Gael García Bernal, como René Saavedra, el publicista de la oposición, y el chileno Alfredo Castro, una constante en la cinematografía de Larraín, quien interpreta al creativo del oficialismo, Lucho Guzmán.

A pesar de que a Larraín No le llegó empaquetada en una propuesta, la moldeó y cinceló a pulso y le dio el sí a aquel productor canadiense que había leído la obra de teatro de Antonio Skármeta (El plebiscito) y acarició la remota idea de llevarla al cine. Fue una premier mundial en el Festival de Cannes 2012, como parte de la sección Quincena de Realizadores, la cual desencadenó emocionadas ovaciones, excelentes críticas y una venta rápida a un poderoso distribuidor internacional. Todo en menos de 48 horas.

Luego vendría la buena respuesta de taquilla en Chile, como también en los otros países donde se ha proyectado. “Este es el filme más difícil que he hecho en mi vida en términos de trabajo, porque cuando haces una película como esta, tratas muchos aspectos que están conectados con la política y la economía”, explica Larraín.

No es su cuarto largometraje y logró pasar el filtro de una numerosa preselección a los codiciados Óscar, una sala de espera que le es familiar a Larraín, ya que en 2008 se postuló con su aclamada Tony Manero.

En sus película anteriores tiene la época de la dictadura de Pinochet como marco. ¿Cómo fue enfrentarse a esta historia con el mismo referente?

El proceso para hacer el guión (escrito por Pedro Peirano, también autor de La Nana, 2009) tomó mucho tiempo, porque para nosotros no se trataba de un tema más, sino de uno de los momentos más importantes de mi país, el cual tuvo un significativo impacto en la sociedad. Además, la mayoría de la gente que lo protagonizó aún está viva. Así que cuando empezamos a hacer la película tuvimos miedo, ya que se podían tocar muchas sensibilidades. Estuvimos trabajando como sobre huevos.

¿Tiene recuerdos personales de aquella época y de los días anteriores al plebiscito?

Tenía 12 años. Lo que sí recuerdo claramente es que cuando transmitían las campañas por la televisión, todo el mundo las veía, las calles se quedaban desiertas. Y tal como se expone en la película, Pinochet y su gente no pensaron que esa campaña cobraría tanta importancia, todos los ministros dijeron que nadie la vería, porque se transmitía muy tarde... Pero todo el mundo la vio y cambió la forma de pensar, logró que la gente se involucrara, venciendo el miedo.

¿Tener a Gael García Bernal como protagonista es garantía para llegar a otros mercados?

Pienso que es muy importante vender la película, y espero que se venda en todo el mundo. No soy el tipo de cineasta que hace un filme para tenerlo metido en un armario; pero esas no fueron las razones para tener a Gael en el papel principal. Pienso que Gael es un gran misterio; desde el comienzo de la película se puede ver cómo su personaje va tomando más peso, pero como espectador nunca logras adivinar qué está pasando por su cabeza. Esa es una cualidad que él le dio al personaje, y lleva muy bien el peso de la historia. Desde el principio tuvimos a Gael en mente. Claro que al ser un actor conocido puede ayudar mucho a la comercialización de la película, pero la razón principal para tenerlo fue la motivación artística.

René Saavedra está inspirado en los dos creativos de la campaña del “No”, José Manuel Salcedo y Enrique García. ¿Cómo fue la construcción del personaje?

Cada personaje simboliza a dos o tres personas reales, porque eran muchos caracteres para una película. Además, la investigación tomó también mucho tiempo, ya que tuvimos que hablar con mucha gente. Las personas reales que hicieron la campaña del “No” aparecen en la película como parte de la campaña del “Sí”, se ven en la escena con los ministros en el Palacio de la Moneda.

En la película se sugiere que la publicidad puede ser también noble...

Es interesante que un tipo que normalmente vende microondas sea el mismo que construye la campaña para tumbar a Pinochet, para llevar a cabo una revolución política, y que al mismo tiempo sea el asistente en la agencia de publicidad de la persona a quien le encomiendan la campaña del “Sí”. Es increíble que esas dos personas (conjugadas en Saavedra) vendieran espaguetis, diferentes productos a través de la publicidad, y fueron quienes cambiaron la historia de mi país. No fue el Che Guevara, o alguien que creara una revolución... Por otra parte, la presencia de la televisión en todas las escenas no es fortuita. Esta fue una revolución hecha a través de la televisión, no de la radio, ni de los periódicos; también creo que es un análisis sobre el alcance de los medios masivos de comunicación. Para mí, lo interesante no es lo que ocurrió antes del referéndum sino lo que sucedió después. Desde 1989 estamos viviendo en un país en el que tenemos que pagar por todo, por la educación, por la salud, todo se vende... Hemos seguido viviendo en el modelo impuesto por Pinochet, y es el que nos tiene en las circunstancias que vivimos.

¿Cuál es la solución?

Yo tampoco lo sé... No se trata de una simple simbología, sino de ver hacia dónde se dirige Chile.
 

Por Janina Pérez Arias / Cannes, Francia

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