El Magazín Cultural

Cinco años sin Wilson Choperena

El compositor de “La pollera colorá” murió el 6 de diciembre de 2011. El Cuarteto Imperial, Tito Rodríguez, Los Melódicos, la Sonora Ponceña, Pacheco y Fajardo, y hasta Bart Simpson han interpretado la creación de este juglar del folclor colombiano.

Juan Carlos Piedrahíta B.
10 de diciembre de 2016 - 07:11 p. m.
Wilson Choperena nació el 25 de diciembre de 1923, en Plato, Magdalena; y murió el 6 de diciembre de 2011, en Bogotá. / Archivo El Espectador
Wilson Choperena nació el 25 de diciembre de 1923, en Plato, Magdalena; y murió el 6 de diciembre de 2011, en Bogotá. / Archivo El Espectador

Wilson Choperena fue víctima de su propio invento. Su canción “La pollera colorá” se encargó de cercenar el surgimiento de cualquier propuesta adicional del compositor nacido en Plato, Magdalena. Y aunque él, siempre dispuesto, tomaba la guitarra y comenzaba a esbozar algunos porros y cumbias de su inspiración, la ley natural, el sentir del pueblo, le mostraba el camino para retornar al recuerdo de la voluptuosa y llamativa mujer que medio siglo atrás le provocó uno de los estribillos más repetidos del folclor nacional:

“Ay cuando la canta Soledad /es que estoy yo contento /porque con su movimiento/respiración ella me da./ Tiene color de canela/ con ritmo sabor a pimienta,/ como está de contenta que caramba,/ con su pollera colorá.

Con el clarinetista Juan Madera, su fórmula en la orquesta del maestro Pedro Salcedo, recreó una historia cotidiana sin mucha exigencia léxica pero con una riqueza sensitiva incomparable. Mientras que Choperena con palabras encontró la posibilidad de dibujar la escena como si se tratara de una fotografía o incluso un video, gracias a la cadencia en los movimientos de ‘Soledá’ al bailar sin acompañamiento ni reservas, Madera se concentró en la gestación de una melodía contundente, que le dio origen a la cumbia “La pollera colorá”, grabada en una de sus versiones originales en Bogotá, en 1961.

La letra por un lado y la música por el otro se cruzaron y con la ayuda de un ingrediente tan importante como el folclor, trenzaron sus existencias hasta la eternidad. Algunos impases, como la aparición de demandas por parte de Madera y las respuestas legales de Chaperena, intentaron en el escritorio separar lo que el arte unificó. Ni las calidades interpretativas del boricua Tito Rodríguez, ni la versatilidad musical de la Sonora Ponceña, ni las versiones de Los Melódicos y el Cuarteto Imperial, ni mucho menos la gracia genuina de Bart Simpson, se enteraron de los juicios existentes. Todos ellos hicieron lo que había que hacer: exclamar “Amáñate Soledá” y, simplemente, cantar.

El catálogo de registros de temas de Lucho Bermúdez es interminable, el número de composiciones de Rafael Escalona es significativo, así como la discografía del Joe Arroyo. Wilson Choperena en cambio, a los ojos de la mayoría, realizó una sola creación importante y gestó lo que los jóvenes denominarían como “LA CANCIÓN”. Es difícil establecer ahora sí aquellas letras que nunca lograron surgir serían más o menos impactantes que “La pollera colorá” y eso pasó porque, injustamente, el compositor que murió el 6 de diciembre de 2011 fue víctima de su propia genialidad.   

Por Juan Carlos Piedrahíta B.

 

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