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Consagrado al dios Eros

La pluma erótica de Pietro Aretino, un italiano del siglo XVI, se hizo célebre porque jamás se ocultó detrás del anonimato para escribir lo que se le ocurría sobre los excesos de la carne.

Alberto Medina López
23 de octubre de 2015 - 03:54 a. m.
Pietro Aretino fue un poeta, escritor y dramaturgo italiano conocido por sus textos eróticos.
Pietro Aretino fue un poeta, escritor y dramaturgo italiano conocido por sus textos eróticos.

La pluma erótica de Pietro Aretino, un italiano del siglo XVI, se hizo célebre porque jamás se ocultó detrás del anonimato para escribir lo que se le ocurría sobre los excesos de la carne.

El Aretino, como le decían, era adicto al dinero, difamador por excelencia, gozón sin freno y consejero de prostitutas. Cortesanas y meretrices se convirtieron en materia central de sus versos lujuriosos y de sus libros subidos de tono.

El Coloquio de las damas, una de sus obras más importantes, es una conversación de dos prostitutas que se vuelven a encontrar después de una larga separación. En su diálogo discurren traiciones, mentiras, engaños, bajezas, diabluras, fingimientos de amor y hasta brujería.

“¿Qué hacías tú mientras que te miraban?”, preguntaba Antonia. “Fingía honestidad de monja y miraba con seguridad de casada”, responde Lucrecia.

Como no es fácil hablar de vicios, el traductor de la historia nos da la mano cuando intenta explicar por qué razón se puso a la tarea de pasar al castellano semejante obra. “Porque más parece cosa para, como dicen, echarle tierra, que para sacar a la luz tan abominable engendro corrompedor de todo lo saludable que posee la casta limpieza”.

Incluso, aludiendo al fragmento en el que una de las dos mujeres revela que padece sífilis, el traductor asegura que Dios trajo al mundo otro diluvio pero no de agua, “porque así como la carne inventa nuevas maneras de pecar, la Divina Providencia inventa nuevos azotes para afligirla y castigarla”. Por aquella época, la sífilis se conocía en España como la dolencia francesa y en Francia como la dolencia española.

Sin más argumentos, el traductor defiende la importancia de estos textos como consejo para que los jóvenes no caigan en manos de las malas mujeres que engañan para quedarse con el botín de sus enamorados, porque, como afirma una de ellas en el coloquio, “es imposible que quien se somete a todos, ame a ninguno”.

El erotismo con su rúbrica ronda toda la literatura de Aretino. Por eso, un libro atribuido a él en los listados enciclopédicos pero que circuló como anónimo no es enteramente creíble. Su nombre es Dudas amorosas y su objetivo es resolver dilemas. Por ejemplo: una abadesa se levanta las faldas y le muestra su secreto más íntimo a un eremita. A renglón seguido le dice “no tener otra cosa que ofrecerle”. Duda: “¿Debía o no aceptar tal caridad?”. Respuesta: “Sí, porque la caridad se hace como se puede”, según las sagradas escrituras.

Hay quienes creen que estos textos no son suyos porque el Aretino asumía cada frase y cada impudicia sin sonrojarse. 

Por Alberto Medina López

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