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Cuando la poesía era ruido

Libia Chacón presenta tres volúmenes cosidos y estampados en cuero: “Desnudez en siete colores”, “Instantes” y “Cueros en rosa”.

Juliana Muñoz Toro
24 de abril de 2015 - 02:13 a. m.
Los libros están cubiertos por cuero de colores y cerrados con hebillas. /Cortesía
Los libros están cubiertos por cuero de colores y cerrados con hebillas. /Cortesía

Los libros no deberían ser perfectos. Deberían hacer ruido, molestar. Libros que no se produzcan en masa, ni por una experta editora, sino por una amante desinteresada de las letras. Libros rústicos, con personalidad propia. Libros que, como alguna vez lo fueron, estén realmente hechos a mano.

Al fondo del pabellón 1 de la Feria del Libro de Bogotá, primer piso, se encuentra un pequeño stand que exhibe ejemplares con las cubiertas en cuero, cosidos y empastados a mano por Libia Chacón, o Clio, como la conocen por el nombre de su empresa de artesanías. Ella decidió retomar el papel del encuadernador de antaño, decir que “aún hay un loco que hace esto”, devolverse en el tiempo, el tiempo de las manos.

El escritor boyacense Fernando Soto Aparicio los denomina “los códices del siglo XXI, libros que van a ser el testimonio de una época, de un pensamiento amoroso”. Fue él quien animó a Clio para que, después de estudiar bacteriología y al fin quedarse con las manualidades, le diera forma a su conocimiento del cuero. Así comenzó una colección de libros de poemas —en cuero de colores— en la que se lee, por ejemplo, a este escritor: “Te sé como mi norte y mi sendero, / árbol en llamas, sueño que camina”.

Son tres estadios o etapas: Desnudez en siete colores, Instantes y Cueros en rosa. Desnudez en naranja, por ejemplo, comienza con la obra del pintor Vladimir Meneses y sigue con dos cuadernos de poetas que escribieron los versos de su puño y letra. Con esto se conjura el hecho de que todo, desde las letras hasta la cubierta, sea hecho a mano. Algunos, por considerar su propia letra ilegible, se valieron de escribientes para hacer el trabajo. También participó un colectivo de hiphop al que Clio le abrió los libros por considerar que es una nueva forma de llevar la poesía a la gente. Están los poemas que escribió Fernando Vargas Valencia en su soledad de Barcelona y los que Fernando Cely publicó en respuesta al primero. Los libros también conversan entre ellos, y Camila Melo entra en esa conversación con sus poemas.

Instantes son las transcripciones de varias grabaciones de Soto Aparicio. Y en Cueros en rosa se encuentra la obra de Brianna Mathurine, una niña de cinco años que pintó varios cuadros con diferentes técnicas y que demuestra que esa primera forma en la que vemos las cosas es quizá una de las más artísticas.

El segundo día de Feria los “Poetas en cuero”, como llamaron esta iniciativa, se lanzaron con sus recitales Oremos poesía, pero ese mismo día algunos vecinos del stand se quejaron del “ruido” y las presentaciones quedaron prohibidas. Clio respondió: “Estaré luchando porque en varios escenarios de la ciudad (y ojalá fuera de ella) podamos hacerlo. Como decía Octavio Paz: ‘para que pueda ser, he de ser otro; salir de mí, buscarme entre los otros; los otros que no son si yo no existo, los otros que me dan plena existencia’”.

 

julianadelaurel@gmail.com

Por Juliana Muñoz Toro

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