El Magazín Cultural

Cuarteto Danés, música para ver con los oídos

Reseña sobre la presentación del Cuarteto Danés ofrecida en la Sala de Conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, el miércoles 14 de junio de 2017.

Angélica Daza Enciso*
23 de junio de 2017 - 03:54 p. m.
El Cuarteto Danés interpretó en Colombia música de Haydn, Schnittke y Beethoven.  / Gabriel Rojas © Banco de la República
El Cuarteto Danés interpretó en Colombia música de Haydn, Schnittke y Beethoven. / Gabriel Rojas © Banco de la República

Este mágico mundo de los sonidos estimula nuestra mente más allá de los sentidos. El encuentro con la música clásica y más exactamente con el cuarteto de cuerdas genera gran expectativa como lo pude comprobar el pasado miércoles 14 de junio, día en el que, con un recinto casi lleno, recibimos  al Cuarteto Danés en la Sala de Conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango. La sala fue testigo del encuentro de dos mundos. Dos universos tan distintos —como lo son Colombia y Dinamarca, se dieron cita para admirar la música de Haydn, Schnittke y Beethoven.

Estos cuatro jóvenes músicos, empuñando sus arcos con maestría, dibujaron sucesivas imágenes que me permitieron imaginar —y casi ver, como en una película, una escena en un salón mundano, una persecución a caballo, o un paisaje sombrío con niebla y lluvia. Este poder de la música de estimular la imaginación se acrecienta con el espectáculo en vivo. La expresividad de los músicos —o la falta de esta, las respiraciones y la sutil comunicación entre los intérpretes son una guía para dibujar en nuestra mente cómo puede entenderse la partitura musical y lo que esta significa desde el punto de vista del intérprete. De la misma manera, por supuesto subjetiva, el público tiene la oportunidad de encontrar un camino para su propia comprensión.

En algunas ocasiones sucede —como fue el caso de este concierto, que los intérpretes describen las obras. El violista Asbjørn Nørgaard dijo a propósito de la obra de Schnittke, el Cuarteto de cuerdas No. 3, que es una obra en la que intervienen los fantasmas de Beethoven y Orlando Di Lasso, dos músicos pertenecientes a periodos de la historia y a géneros musicales muy distintos. El hecho de haber presentado esta obra y dar una clave para descifrarla, permitió que se dibujaran más claras algunas imágenes: niebla, noche, frio y una sensación de desasosiego. Cabe entonces preguntarse, ¿es una sugestión? ¿Las palabras del músico guiaron y moldearon nuestra imaginación? Cierto es, en todo caso, que la obra posee un tono lúgubre que, curiosamente, retoma algunos elementos de la música de estos dos grandes músicos en un ambiente pesado y triste gracias entre otras cosas, a efectos como sul ponticelo (tocar sobre el puente) y col legno (tocar con la varilla de madera del arco) cambiando la calidad del sonido que se torna artificial, casi incómodo. Es clara la concepción que los intérpretes tienen de esta obra.

Imágenes que se acumulan en mi cabeza: Haydn y su Cuarteto No. 7 me transporta a los salones aristocráticos de finales del siglo XVII y a momentos brillantes. Nuevos colores se dibujan ante mis ojos. Como de entre un sueño aparecen nobles y príncipes, caballeros y elegantes damas con peluca y largos vestidos. La voz de la viola que responde al violonchelo me lleva a imaginar a un cuarteto de cuerdas cuyos integrantes, en el fondo de la escena, hablan entre sí en un entretenido dialogo musical. Un gracioso minueto rememora la música de baile que animaba estos salones y un final ágil y virtuoso halaga las virtudes del intérprete. La sutil escritura para cuarteto de cuerdas, en donde cada instrumento es a su vez solista y estructura principal del edificio armónico, encuentra tantas similitudes con la escritura de la sinfonía que me recuerda la importancia que esta tuvo en el repertorio de Haydn.

Con el Cuarteto Op. 59 de L. v. Beethoven me trasladé a otra época, a otro escenario. Algunos trozos de Clasicismo y de ‘algo nuevo’, una nueva fuerza para las ideas. La música de Beethoven se reconoció desde el primer acorde. Ya Schnittke había mostrado en su composición al fantasma de Beethoven como una alucinación desfigurada y sin alma, pero acá se le tenía en carne y hueso, en todo su esplendor. La escritura de este representante del Romanticismo alemán está impregnada de contrastes. Este músico es un mago en pasar de lo pequeño a lo grande, del piano al forte, de mayor a menor. Su música puede ser tan dramática y evocadora como festiva y brillante. El tercer movimiento me sorprendió con una expresión que trasciende la escritura musical. Una melodía que cambia de voz, dulce y apacible que solo es la anticipación de un allegro final, triunfal y virtuoso.

Así habría terminado el encuentro con este sorprendente cuarteto de no ser porque, después de los aplausos, decidieron despedirse del público y de nuestro país con una canción del compositor danés Carl Nielsen que evoca con un aire nostálgico la despedida. Un concierto impecable, músicos de altísima calidad que nos brindaron todo lo que puede esperarse de un cuarteto de cuerda, excelente manejo del arco, afinación, técnica. Su forma de comunicación fue muy sutil, casi imperceptible a ratos y fuertemente presente en el cuarteto de Beethoven. Tienen un interesante trabajo de la calidad del sonido que demuestra que un cuarteto no suena como otro. Es un sonido, fresco, brillante muy presente y claro. Un regalo para los sentidos, para ver con los oídos.

*Maestra en música con énfasis en música antigua.

Por Angélica Daza Enciso*

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