El Magazín Cultural

Cuentos de hadas y un teatro restaurado

La octava edición del Cartagena Festival Internacional de Música tendrá un tinte mágico pues su temática girará en torno a las fábulas. ‘Pedro y el lobo’ y ‘El carnaval de los animales’ hacen parte del repertorio, pero ‘La Cenicienta’ promete dejarnos encantados.

Juan Carlos Garay*
13 de octubre de 2013 - 09:00 p. m.
La ópera ‘La Cenicienta’, de Gioacchino Rossini, será una de las imperdibles del evento.  / Fotos: Fundación Salvi
La ópera ‘La Cenicienta’, de Gioacchino Rossini, será una de las imperdibles del evento. / Fotos: Fundación Salvi
Foto: Elise Bakketun

¿Cuántas obras de la música clásica están basadas en relatos fantásticos? Stravinsky parece haberse fascinado con el mundo de las marionetas, que evocó tanto en Petruschka como en Pulcinella; Saint-Saëns ilustró con música El carnaval de los animales, y Prokofiev inmortalizó la fábula de Pedro y el lobo, asignándole a cada animal el sonido de un instrumento. Todas estas presentaciones prometen experiencias fascinantes para un público de todas las edades. Pero quizá la más vistosa sea La Cenicienta.

La presentación de la ópera La Cenicienta, de Gioacchino Rossini (1792-1868), en el marco del Cartagena VIII Festival Internacional de Música, parece una doble fantasía. Por un lado está el cuento de hadas, cuya autoría se disputan varios escritores. Por otro, la historia detrás del montaje que veremos el próximo mes de enero: una propuesta que implicó reconstruir el foso del teatro Adolfo Mejía, que había permanecido sellado durante veinte años.

En Occidente se conocen dos versiones del cuento de la Cenicienta. La primera hizo parte de un volumen de relatos para niños llamado Mamá Oca —a su vez inspirador de una obra de Maurice Ravel (1875-1937), que también se escuchará en el festival—. En aquellas páginas de Charles Perrault (1628-1703) pueden identificarse algunos elementos que nos resultan familiares: los ratones que se convierten en pajes y la calabaza que se transforma en carroza.

Un siglo después los hermanos Grimm publicaron en Alemania una versión menos inocente (a las hermanastras terminan sacándoles los ojos, por ejemplo). Pocos años después, la ópera brindaría una nueva mirada: un compositor italiano vislumbró en aquella historia todos los elementos de una comedia. Sin ratones y sin finales crueles, Rossini ideó una Cenerentola más humana y ligera. La estrenó en Roma en 1817, y para 1826 ya se escuchaba en Nueva York.

Tuvieron que pasar dos siglos para que La Cenicienta sea apreciada en Cartagena. La función ha implicado varios trabajos de ingeniería para volver a adaptar el escenario a su intención artística original. El foso se había cerrado de manera permanente para utilizarlo como bodega, truncando de paso cualquier intención de montar allí una ópera. Hubo que reabrir el espacio, acondicionarlo acústicamente y añadirle un sistema manual de reapertura y cierre.

La historia del foso sellado por años, por decenios enteros, no deja de recordar otro cuento fantástico: el de Aladino, en el que un genio es confinado al encierro en una lámpara hasta que alguien lo saque de ahí. En este caso, Aladino es este encuentro cultural que se celebra cada año. Y el genio, por supuesto, es la música.

 

*Escritor y periodista especializado en música

 

Por Juan Carlos Garay*

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