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Dar vida al abandono

Tatiana Rais, directora del Espacio Odeón, habla sobre la quinta edición de la feria de arte del centro cultural.

William Martínez
02 de octubre de 2015 - 03:54 a. m.
Tatiana Rais, directora y cofundadora del Espacio Odeón. / Cortesía
Tatiana Rais, directora y cofundadora del Espacio Odeón. / Cortesía

La instalación del artista brasileño Andrey Zignnatto está compuesta por nueve toneladas de ladrillo. La pieza de la galería Blau Projects voló desde Brasil hasta el Espacio Odeón, en pleno corazón de Bogotá, por una razón: ese tipo de ladrillo sólo lo produce una fábrica de allá. A Zignnatto no le servían los ladrillos contemporáneos: tenían que ser enormes, medir 19 x 19 cm. Su intención era aligerar ese material indestructible: decir que lo rígido puede ser desecho, ruina. Y por eso recibió en su taller murallas de adobe para cortarlo y calarlo durante meses. Ideas como esa —traer una obra monstruosa, no comercial, a una feria— le interesan a Tatiana Rais, directora de Odeón, espacio de arte contemporáneo que este viernes empieza su feria.

Las galerías que busca Rais son galerías que trasciendan la compra y venta. Busca otro tipo de acompañamiento para los artistas: programas de residencias, de publicaciones, de curaduría, de investigación. La quinta edición de la Feria de Arte Contemporáneo Odeón tiene por primera vez un país invitado: Brasil. Las seis galerías que conforman la muestra de ese país cumplen menos de tres años de existencia. “El año pasado tuvimos dos galerías brasileñas que participaron y nos gustaron. Después, cuando investigamos el tema, nos dimos cuenta de que en la escena contemporánea de Brasil, tanto en São Paulo como en Río de Janeiro, están surgiendo proyectos que cumplen las expectativas de Odeón, pues trabajan hombro a hombro con el artista”, dice. Rais habla, por ejemplo, de la organización Latitude, un gremio de galerías al cual los artistas pagan anualmente por una membresía y a cambio reciben financiamiento para tener lugar en ferias internacionales. Las galerías que conforman esta edición son apoyadas por esta organización y cuatro de ellas visitan el país por primera vez. Esto permite que la obra de Zignnatto, por lo demás, haya sido diseñada específicamente para la feria. “Es interesante que las galerías colombianas vean ese tipo de proyectos para que manejen estas dinámicas en las ferias. Pues, aunque son comerciales, pueden ser más arriesgadas en su apuesta. Buscamos que se sigan profesionalizando y conozcan lo que sucede en otras partes del mundo”.

Una de las particularidades de la feria es su espacio. Se realizará en la sede de Odeón, un edificio construido en 1939 que se alza sobre la avenida Jiménez y que fue una de las primeras salas de cine en la ciudad. Allí, años más tarde, funcionó el Teatro Popular de Bogotá hasta 1997, cuando cerró las puertas. Luego de 15 años de abandono, Rais y su equipo de trabajo empezaron a remodelar el espacio y a revivirlo con muestras artísticas. Tal vez el patio de este lugar sea una metáfora del proyecto: en los muros agrietados y las baldosas reventadas yace el musgo verdoso y las plantas que crecen en desorden. Se trata, además, de una feria de pequeño formato: “Tenemos únicamente 18 galerías. Esto posibilita que el público haga un recorrido mucho más completo, puede tomarse el tiempo de conocer a los artistas. En las ferias más grandes la gente se dispersa y se cansa”.

Rais dice que la idea de intervenir espacios en ruinas viene de la universidad. Cuando estudiaba historia de arte, en la Universidad de Tufts (Estados Unidos), trabajó con una organización llamada No Longer Empty, dedicada a recuperar espacios abandonados con exposiciones de arte contemporáneo. “Ellos han hecho proyectos en hoteles, casas, edificios, tiendas. Yo trabajé en la instalación que se desarrolló en un edificio inmobiliario en el barrio de Harlem, que cerró a raíz de la crisis económica de 2008. La idea detrás de esta organización es volver a darles vida a lugares en pro de la comunidad que los rodea”. Odeón sería, entonces, una continuación de esa búsqueda: durante casi dos décadas los habitantes de La Candelaria se acostumbraron a ver un edificio sellado y sin gracia. El mismo que es, ahora, un centro artístico digno: sin los tubos reventados del pasado ni los olores fétidos del olvido.

Odeón está al margen de la presión comercial de las galerías y del ajetreo institucional de los museos. No cuenta con el patrocinio de entes gubernamentales ni de grandes empresas privadas, tampoco de medios de comunicación. La quinta edición de una feria así, autogestionada, marca el pulso del arte en Bogotá. “Ya no somos sólo una feria alternativa. Ahora hay tres más. A medida que empezamos a despertar estos espacios con el arte, la cultura y las iniciativas creativas, empezamos a despertar a la comunidad en su conjunto”.

Por William Martínez

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