El Magazín Cultural
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Del hiphop al yihadismo

La historia de cómo un rapero alemán se convirtió en una de las presuntas cabezas mediáticas del Estado Islámico.

Redacción Cultura
15 de febrero de 2015 - 11:25 p. m.
El músico conocido como Deso Dogg (2009). / Flickr: Florian Kettner
El músico conocido como Deso Dogg (2009). / Flickr: Florian Kettner

Entre 2012 y finales del año pasado, Denis Cuspert se convirtió en una especie de fantasma, una figura elusiva para sus amigos en Berlín: sus antiguos compañeros de pandilla, con quienes entabló combates regulares con neonazis y grupos fascistas, además de sus colegas en la escena musical del hiphop de la ciudad, en donde era conocido como Deso Dogg. Su desaparición fue apenas parcial, pues al mismo tiempo que se desvanecía ante los ojos de quienes lo vieron crecer en Berlín Oriental, comenzó a ser una persona bastante conocida para los servicios de seguridad e inteligencia en Alemania.

Denis Cuspert o el hombre que no sabía quién era, el hombre de las muchas caras. Mitad alemán y mitad ciudadano de Ghana (con un padrastro que sirvió en el ejército de EE.UU.), Cuspert se hizo una reputación como Deso Dogg, un rapero con varios álbumes y una cierta fascinación con la violencia. Sus primeras influencias musicales incluyen a artistas como Dr. Dre. Sus primeros encuentros con la Policía comenzaron a los 11 años, poco antes de que se uniera a una pandilla (hoy transformada en una especie de colectivo artístico en Berlín): “El hiphop es guerra”, le dijo el rapero en 2010 a un periodista alemán. Su carrera alcanzó un punto alto cuando, en 2006, acompañó de gira a DMX, uno de los nombres más conocidos en la escena del hiphop. En esa época rondaba los 31 años.

Para 2010, Dogg se convirtió públicamente al islam e incluso grabó un video para comunicar al mundo su renacimiento como un hombre de fe. No más Denis Cuspert, no más Deso Dogg: bienvenido Abou Maleeq y, de paso, adiós al hiphop, pues el nuevo creyente comenzó a ver su vida pasada como un tiempo entregado al trabajo del demonio. En 2011, el antiguo rapero aseguraba que los tatuajes que marcan su cuerpo, el vínculo ineludible con el deshonor, algún día serían borrados por Alá.

En su renuncia a un pasado que consideraba sin propósito, incluso sucio, Maleeq refundó su identidad de la mano de un grupo salafista en Alemania (cuyas actividades fueron vetadas en este país) y su interpretación de la fe y del islam comenzaron a ser extremas, por decir lo menos. La música, sin embargo, continuó siendo una parte de su nueva vida, aunque marginalmente. Algunas de sus letras de esos días: “Espero mi muerte con ansia / armado con bombas y granadas”, “justo en el centro oprimo el detonador”.

Para esta época, 2012-2013, Maleeq daba charlas en centros de formación islámica desde donde les enviaba mensajes a la canciller alemana, Ángela Merkel, y a su gobierno: “No están a salvo. Alemania es una zona de guerra”.

Después de salir de Alemania, Maleeq viajó supuestamente hacia Malí, aunque las autoridades estiman que algunos de sus destinos en ese viaje incluyeron Egipto, Libia y Túnez. Su escala final, inevitablemente, fue Siria. Para ese momento, Maleeq volvió a cambiar su identidad y ahora se hizo llamar Abu Talha al Almani (algo así como el Abu Talha Alemán).

Desde ahí su rastro se pierde levemente, aunque ya era una figura harto familiar para agencias de inteligencia en Alemania y Estados Unidos. Su reaparición, que vino luego de reportes de su propia muerte (no murió, aunque sí sufrió heridas considerables que incluso lo llevaron a permanecer en coma), se dio en varios videos del Estado Islámico (EI), la organización terrorista que controla parte de Irak y Siria. En uno de ellos Abu Talha al Almani aparece en una especie de fosa común con cadáveres de supuestos enemigos del EI, algunos de los cuerpos decapitados.

Se cree que el antiguo rapero es una de las figuras más influyentes en el brazo mediático del EI, una organización que ha entendido casi como ninguna otra de su especie que la difusión de su mensaje tiene que hacerse con las mismas armas, y la misma eficiencia, que el resto de los productos mediáticos de Occidente. El Estado Islámico ha producido por lo menos un documental de una hora (Las llamas de la guerra), publica una revista en PDF llamada Dabiq y ha incursionado con gran éxito en plataformas como You Tube y otras redes sociales para publicar contenido relacionado con sus acciones: desde videos, claro, hasta memes con gatos. Buena parte de estas piezas de propaganda tienen la posibilidad de encontrarse en inglés, alemán y francés y algunas son el material predilecto por los medios para hablar de una guerra que muchas veces sucede lejos de su alcance. En últimas, propaganda efectiva, al menos en términos de exposición pública.

El Departamento de Estado de EE.UU. aseguró recientemente que Cuspert es ahora un terrorista al que se busca con especial interés gracias a su rol como portavoz y defensor de las acciones del EI. Algunas de las canciones que hablan del Estado Islámico, se cree, son composiciones del antiguo Deso Dogg.

Algunos de sus amigos en Berlín, incluso líderes religiosos que lo conocieron durante su conversión al islam, han dicho públicamente que Cuspert debió ser arrestado hace años y que su radicalización es una respuesta a su crisis de identidad y su necesidad de conflicto, además de encontrarse con la gente correcta en materia de yihadismo y extremismo religioso. En una entrevista, Abdul Adhim Kamouss, reconocido imán en Alemania, dijo: “Él no quiso entender que el islam es un camino de conocimiento. La religión es un asunto de aprendizaje”.

Por Redacción Cultura

 

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