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Del racismo a la burla

La película francesa, que pone a la luz las posiciones racistas y excluyentes que tiene una familia europea en el siglo XXI, llega a Colombia. Una comedia que nos enfrenta a una problemática social.

Camila Builes
01 de agosto de 2015 - 03:33 a. m.

En su ensayo Critique de la raison nègre (Crítica de la razón negra), el historiador y filósofo camerunés Achille Mbembe aborda el racismo actual como un fenómeno que trasciende una cuestión de razas y lo define como un proceso en el que las personas son transformadas en objetos y mercancías.

Francia, 2015. El racismo pesa en la conciencia europea desde la Segunda Guerra Mundial y hoy emerge en ataques a figuras como la ministra de Justicia francesa, Christiane Taubira, quien fue comparada con un simio por una candidata del Frente Nacional. Contradictoria posición puesto que Francia ha sido permisiva en su política migratoria con respecto a los habitantes de los países del Magreb y de otras antiguas colonias africanas.

Esta situación social se aborda ahora en una cómica película que parece trascender la imagen de la Francia que raya con la fantasía.

Escenas de Medianoche en París , de Woody Allen, o de Amélie, de Jean-Pierre Jeunet, o cualquier clásico (cliché) que represente la Ciudad Luz nos enfrentan a esquinas mágicas, cafés de sueño para escritores anónimos. Amor, romanticismo, belleza.

Las películas que representan a Francia nos anteponen una estética que se podría comparar con obras de arte; pero hay otras cintas. Unas que representan, más allá del indudable encanto del país, realidades sociales que se entretejen por debajo del lugar común.

Distintas obras han determinado en la historia más que una denuncia, una rebelión contra las necesidades del sistema que —casi siempre— se esconde bajo rótulos que ocultan la segregación y la hostilidad social.

Las películas, la literatura, la música y el teatro son medios que se apropian de la realidad y la convierten en un discurso colectivo. No se casen con mis hijas hace una burla de una sociedad que premia lo pragmático y costumbrista ante lo real y magnífico, como el amor.

La familia, que es el núcleo social fundamental, se reinventa en esta cinta que cuestiona la unión entre parejas de distintas etnias, de distintos colores, de distintas maneras de ver el mundo, pero unidas por sentimientos que no tienen color o posición social o religión.

El amor, la amistad, la solidaridad que se escriben en constituciones y libros religiosos pierden sentido ante una realidad segmentada, y las leyes caen por su propio peso frente a las necesidades de los más poderosos.

El racismo se ha convertido en la bandera de imperios y pueblos, que justifican su ira en contra de los que son “diferentes” y usan la violencia como el mejor método para disuadir las muestras de creación que se salen de su ganancia.

“Deshumaniza a cualquiera que lo toca. La tragedia es que tenemos la cura a nuestro alcance, pero todavía no la hemos aprovechado”, dijo Mandela refiriéndose al racismo.

Por Camila Builes

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