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La delgada línea roja para Sony

El estudio decidió posponer indefinidamente el estreno de la cinta, luego de que hackers amenazaran con actos terroristas si se proyectaba la película, que muestra la muerte de Kim Jong-un, líder de Corea del Norte. Al menos 1.200 teatros en EE.UU. decidieron no mostrar el filme.

Santiago La Rotta
18 de diciembre de 2014 - 03:42 a. m.
Estreno de la película en Los Ángeles, el 11 de diciembre.  / AFP
Estreno de la película en Los Ángeles, el 11 de diciembre. / AFP
Foto: AFP - -

Desde el principio, La entrevista (película dirigida por Seth Rogen y Evan Goldberg, con la actuación del mismo Rogen y James Franco) fue una gran apuesta para la división de cine de Sony: una cinta en la que dos periodistas estadounidenses obtienen una exclusiva con el líder norcoreano, Kim Jong-un, son reclutados por la CIA y, en el proceso de realizar la entrevista, asesinan al dictador, quien dirige uno de los regímenes más brutales del planeta y cuyo culto personal es una especie de valor nacional en Corea del Norte. Todo esto proveniente de una compañía japonesa, país con relaciones frágiles con sus vecinos coreanos.

También desde el principio, el gobierno norcoreano calificó la producción como un acto de guerra y juró “una respuesta resoluta y sin piedad”. Claro, este es un país que cada cierto tiempo amenaza a sus vecinos del sur, a Japón, a Estados Unidos; pero también es un país con capacidades nucleares, un ejército nada despreciable y un liderazgo capaz de sacrificar todo con tal de defender el orgullo nacional, que se encarna en el líder supremo, hoy un joven descendiente de una línea de dictadores, todos igual de implacables.

La entrevista representa una encrucijada múltiple, no sólo para Sony, sino en general para toda una industria. Esta semana, un grupo de hackers, que durante semanas ha robado material de los servidores de la corporación japonesa (los atacantes se identifican como Guardianes de Paz), advirtió que el estreno de la cinta tendría consecuencias: “Recuerden el 11 de septiembre de 2001. Les recomendamos que se mantengan lejos de estos lugares (los teatros en donde se estrenará la película); si su vivienda queda cerca será mejor que salgan de ella”.

De acuerdo con algunos reportes, funcionarios de inteligencia de EE.UU. aseguran que los ataques cibernéticos están coordinados por el gobierno de Corea del Norte, aunque hasta el momento no ha sido revelada públicamente la evidencia para corroborar estos pronunciamientos, que ponen en una posición muy incómoda tanto al gobierno de este país como a la corporación de origen japonés. Una de las hipótesis que se manejan hasta el momento incluye la posibilidad de que los atacantes hayan recibido ayuda de empleados de la corporación para penetrar las redes de ésta y robar el material, que incluye copias de algunas películas sin estrenar, así como el guión de la siguiente cinta de James Bond, entre otros documentos sensibles.

El miércoles en la tarde, Sony anunció que suspenderá el estreno de La entrevista, que estaba planeado para el 25 de diciembre, luego de que por lo menos 1.200 teatros en Estados Unidos (de cadenas como Cinemark, Carmike Cinemas y Regal Entertainment) anunciaran el retiro de la cinta de sus programaciones. Antes de que la compañía tomara esta decisión, ya había suspendido la muestra de la cinta en Nueva York, aunque el 11 de diciembre realizó una función exitosa de ésta en Los Ángeles. Un portavoz del estudio aseguró que, hasta el momento, no había nuevos planes de lanzamiento.

El movimiento del estudio pretende blindarlo legalmente de las consecuencias en caso de que un ataque terrorista hubiera podido suceder, aunque algunas agencias federales de EE.UU. no habían emitido una alerta contundente al respecto. Pero la decisión también tiene consecuencias de fondo acerca de la posibilidad, la libertad si se quiere, de crear piezas que puedan no resultar agradables para gobiernos extranjeros, más aún cuando se trata de crueles dictaduras. El precedente, para cualquier lado que quiera ser analizado, no resulta nada halagador, por decir lo menos.

El asunto es tan delicado que Kazuo Hirai, el ejecutivo japonés de más alto nivel en Sony, decidió intervenir en las decisiones del brazo cinematográfico de la empresa, una jugada sin precedente en 25 años. El punto de la discordia es una escena en la que el líder norcoreano es asesinado de una forma bastante gráfica, con pedazos de su cabeza en llamas y estallando; Hirai ha recomendado bajarle el tono a la escena, aunque no suprimir el hecho como tal.

Aunque otras cintas se han burlado del régimen norcoreano, incluso en una el padre de Kim Jong-un, Kim Jong-Il, se convierte en una cucaracha, éste es uno de los primeros productos realmente masivos, de uno de los mayores estudios cinematográficos del mundo, en que un líder de un país muere; la película es una comedia.

Para todas las películas en las que el presidente de Estados Unidos corre peligro, o incluso muere, nadie ha querido incluir en un escenario de ficción a, por ejemplo, Barack Obama o George W. Bush y matarlos en la pantalla. Hay que aclarar que esto sí sucedió en su momento con Saddam Hussein, quien incluso llegó a ser convertido en mitad perro en una de las partes de Loca Academia de Pilotos.

Aunque el disenso contra un producto cinematográfico no es nuevo, lo que sí resulta llamativo es la escala de las presuntas retaliaciones por el estreno de una película que todo un país puede considerar ofensiva, aunque para el resto del planeta sea cómica. De cierta forma, quizá, este dilema se asemeja a la polémica por las caricaturas acerca de Mahoma que fueron publicadas por el diario danés Jyllands-Posten en 2005 y que terminaron en amenazas de muerte para editores, caricaturistas y en hechos de violencia conectados con la muerte de varias personas en distintos lugares del planeta.

En una entrevista con el diario The New York Times, Seth Roge, actor y director, es cuestionado acerca de la controversia que ha desatado la cinta: “Hubo mucha discusión, pero esta no es una posición compleja de asumir. No es como ‘bueno, políticamente tenemos que mirar ambos bandos’. Él es malo. Es controversial para él. Pero para el resto está bien”.

 

slarotta@elespectador.com

Por Santiago La Rotta

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