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Por cosas como la formación de Soda Stereo la gente se vuelve mística. Una casualidad perfecta. Una simetría de gustos musicales, de influencias, de necesidades de crear en ese mismo momento de la vida: 1982.
Es la guerra de las Malvinas. Argentina hierve después de un período de dictadura militar. Están creciendo por Buenos Aires los pubs y los ambientes juveniles para discutir, para ser contestatario. Gustavo Cerati estudia publicidad y anda trabajando en una agencia. Comparte algunas clases con Héctor Zeta Bosio en la Universidad de El Salvador, pero la verdad es que no se conocen mucho. Llega el verano y por ganarse un dinero extra, Cerati viaja a Punta del Este a tocar con un grupo de música disco. Pero la discoteca donde tocan quiebra y se queda sin un peso. La dueña se escapa, los estafa con unos cheques sin fondos. Deciden vender todo lo que encuentran, incluso alquilan el piano. Están buenas las vacaciones y quieren quedarse un rato más.
En otro lugar de Punta del Este, distante, anda Zeta Bosio tocando con un grupo llamado The Morgan. Cerati no tiene un lugar para quedarse, así que se va con ellos. Empieza a hablar con Zeta, ahora sí en serio, no como en la universidad. Descubre que ambos matan por The Police, que tienen sueños musicales, que quieren una banda de punk rock que suene propia, que cante en español.
Al regresar a Buenos Aires se pierden una que otra clase por distraídos. Están pensando en posibles formas de armar su banda, en el nombre que podrían ponerle. Luego de varios ires y venires, se quedan Zeta, Cerati y Andrés Calamaro. Se bautizan Proyecto Erekto, pero no suenan como quieren. “Nuestra idea era armar un grupo de rock”, dijo Cerati. Además,The Police anunciaba su visita a Argentina, en diciembre de ese año. “Teníamos que ir todos a verlos”.
Pero les falta un baterista y no es fácil dar con alguien que esté en esa misma onda, que se ajuste a sus aspiraciones. Ese es el tema de conversación cuando una de las tantas llamadas que María Laura Cerati recibe de su admirador Carlos Alberti es tomada por su hermano Gustavo. Ya ella está algo cansada de tanta insistencia. Cerati agarra el teléfono y Alberti termina contándole que él toca la batería y que es hijo del reconocido baterista de jazz Tito Alberti.
Zeta y Cerati deciden ir a visitarlo luego de esa llamada. “¡El pelo te lo cortás!”, le dice Cerati a Alberti, y se sella la formación de la banda. Primero se llaman Los Estereotipos, pues a los tres les encanta una canción de The Specials, y así se quedan por unos meses. Con el tiempo encuentran Soda Stereo, sin una explicación muy lógica.
Tito Alberti contó alguna vez: “Un día les pregunté cómo se iban a llamar y me dijeron: Soda Stereo. Yo estaba medio hinchado y les dije: ¿Por qué no le ponen Sifón Drago? No me hablaron por seis meses. Y a dónde llegaron, ¿no?”.
Empiezan a hacerse cada vez más populares en el mundo underground. Stanley Gonczanski, director de cine y antiguo compañero de universidad, dijo alguna vez que luego del grado, la sensación de la fiesta de egresados fue la banda de Cerati.
“Nuestro debut fue un desfile de modelos en la discoteque Airport, que quedaba cerca de donde ensayábamos en Buenos Aires. Nadie nos dio bolilla. Tocamos nosotros tres, con un sistema de amplificación muy deficiente. Pero nos dio gusto, aunque nadie nos escuchara. Parecíamos realmente un grupo punk, no sabíamos tocar y sonaba muy fuerte, aunque sólo fuera eso”, afirmó Cerati.
Más adelante, entre un toque y otro, el productor Federico Moura los ve y decide apadrinarlos. Les enseña un poco de todo. Le presta atención especial al look y tal vez es él quien convierte a Cerati y a su grupo en ese símbolo sexual del rock en español en América Latina. Pero sobre todo a Cerati, con sus crespos, sus ojos claros, sus gafas negras y su cigarrillo.
Y llega Nada personal en 1985 para revolucionar la música y romper con los estándares en América Latina. Sin estar persiguiendo ese éxito taquillero, logra lo que pocos logran: ser rebelde y comercial al mismo tiempo. Primero en todas las listas, primero en ventas. El disco aterriza en Argentina junto con la democracia, junto con el cambio, y encaja como anillo al dedo, como si fuera un acto divino, en el sentimiento de la nueva generación.
Luego vienen nueve discos más y giras por América Latina y Estados Unidos. Suenan y suenan hasta 1997. En el periódico Clarín se publica esta carta de Cerati: “Comparto la tristeza que genera en muchos la noticia de nuestra separación. Yo mismo estoy sumergido en ese estado porque pocas cosas han sido tan importantes en mi vida como Soda Stereo. Cualquiera sabe que es imposible llevar una banda sin cierto nivel de conflicto. Es un frágil equilibrio en la pugna de ideas que muy pocos consiguen mantener por quince años, como nosotros orgullosamente hicimos. Pero, últimamente, diferentes desentendimientos personales y musicales comenzaron a comprometer ese equilibrio. Cortar por lo sano es, valga la redundancia, hacer valer nuestra salud mental por sobre todo y también el respeto hacia todos nuestros fans que nos siguieron por tanto tiempo. Un fuerte abrazo”.
En 2007 regresan para irse de gira. Me verás volver, la llaman. Y como siempre, tal vez mejor que siempre, hacen música y hacen ruido. Retumban. Retumba la voz de Cerati hasta hacer estallar los oídos, las gargantas. Hasta volar cabezas como revólveres, hasta tratarnos... suavemente.
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@mariangelauc