Para Stephen Holden, “El abrazo de la serpiente” es una elegía cinematográfica donde “la barbarie incalificable va más allá de la imaginación civilizada”. Por ‘civlizada’ el escritor entiende la supresión de los impulsos vitales, la restricción de ser humano. Esa es la verdad incómoda de la película de Ciro Guerra: la desaparición de la comunidad indígena Cohuiano en la selva amazónica a manos de los caucheros, vista por los ojos resignados de su último sobreviviente. Para Holden, la cinta logra una fantástica mezcla de mito y de realidad histórica que rompe las ilusiones de superioridad cultural del primer mundo.
“Bella no es una palabra lo suficientemente potente para describir los escenarios de aguas agitadas del Amazonas y sus afluentes”, apunta. Otro de los grandes dilemas que propone la cinta es que el último miembro de la comunidad está en mayor armonía con el mundo natural que cualquier intruso extranjero, pero está solo. No puede compartirlo. Karamakate, paso a paso, va perdiendo su capacidad para comunicarse con las rocas y los árboles. Está lastrado por la resignación.
Después de los momentos en que se concentra la devastación —cuando los niños huérfanos son azotados brutalmente por un cura católico, por ejemplo—, la cinta coge un vuelo místico en que el aborrecimiento se expande. “En lugar del ‘horror’, me gustaría decir ‘la maravilla’”, concluye.
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