:format(jpeg)/www.elespectador.comhttp://thumbor-prod-us-east-1.photo.aws.arc.pub/tYGdAUqdDcc3i5YtgrHvqmYFsHc=/arc-anglerfish-arc2-prod-elespectador/public/IYKUAT7QJ5HDDJXSPL6TNVL5OQ.jpg)
Carlos Reygadas es uno de los personajes más influyentes del cine mexicano de los últimos años. Reconocido por sus narraciones poco convencionales, por incluir a su hija en algunas escenas de sus películas, por jugar con el diablo o con la idea del diablo en sus obras y grabar orgías en su propia casa, sus filmes suelen ir más allá de las fronteras que dividen al cine de autor y al denominado ‘comercial’.
Esa frontera entre uno y otro escenario audiovisual la conoce muy bien el mexicano Reygadas. Las películas de corte masivo le interesan como evento, como posibilidades de entretenimiento, mientras que el cine de autor es su espectro natural. En él se desplaza con argumentos contundentes y, con el paso de los años, ha establecido que su motor primario, su mayor motivación en el momento de realizar un trabajo audiovisual, es el deseo de compartir una idea.
“Desde que hice Japón, mi ópera prima, pasando por realizaciones como Batalla en el cielo y Luz silenciosa, las motivaciones han sido las mismas. Creo que lo que cambia es que uno aprende a manejar muy bien las herramientas y se va acumulando obra. Hay un aspecto que se va manifestando durante el camino y es que uno aprende a establecer que la única responsabilidad es ser honesto con uno mismo”, dice Carlos Reygadas, quien gracias a ese convencimiento ha logrado reconocimientos como el Premio Ariel a la Mejor Dirección, en el 2008, y el Premio al Mejor Director en la edición de 2012 del Festival de Cannes.
Todo lo que ha hecho el mexicano en la vida le ha proporcionado elementos de juicio para consolidar su visión, que según cuenta ha ido cambiando con la experiencia. En concreto, su carrera como abogado tan solo le ha ayudado en la legalización de unos cuantos contratos de distribución y ventas. Aunque viéndolo bien, el hecho de ser profesional en un área tan competida como la jurisprudencia lo obligó a tener disciplina.
“Muy distinto al derecho, el cine de autor no es una profesión, es más bien una necesidad interior. Lo que me parece más interesante en las artes es que existan distintas visiones que merecen ser mostradas gracias a su poder cautivador”, asegura el director, al que le gusta plasmar en sus desarrollos cinematográficos historias que tengan que ver con asuntos de lucha, de supervivencia y de conflicto.
Para Carlos Reygadas, la historia se va desarrollando sola y ella misma es la que se encarga de determinar la duración. El propio relato es el que puede establecer si se trata de un largometraje o de un cortometraje. La extensión de la cinta está relacionada con el nivel de densidad de la idea que se quiera transmitir. Para este realizador audiovisual mexicano, la historia es como una madeja de la que solamente se puede saber su alcance cuando se empieza a desenvolver.
“Las formas cinematográficas, por lo menos hasta lo que he podido apreciar a lo largo de mi experiencia, es que requieren de mucho tiempo, de más de una hora. No hay tratados de filosofía que sean tan solo de 40 páginas. Pasa lo mismo con el cine en su modalidad de largometraje. Los cortometrajes, a mi manera de ver, no son un fin en sí mismos y se puede establecer una similitud como el cuento en la literatura, que por lo general resultan ser la reducción de una expresión audiovisual mayor”, argumenta Reygadas.
Al lado de Pedro Aguilera, Lisandro Alonso y Amat Escalante, este mexicano es invitado de honor al Simposio Internacional de Cine de Autor, que se realizará a partir de hoy y hasta el 30 de mayo en el Aula Máxima de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, en Bogotá. Durante el evento, Carlos Reygadas mostrará su cuarto largometraje, titulado Post tenebras lux.
“La cuarta película mía tiene mucho que ver con la existencia cotidiana de un hombre y su familia. Se desarrolla en el campo y es muy realista, no en el sentido de que refleje la situación actual, sino más bien porque está apegada a la cotidianidad. Tiene un alto contenido de sueños, recuerdos y anhelos, que no estamos muy acostumbrados a ver en el cine pero que hacen parte de la realidad”, concluye el director, un exponente que siempre ha sido fiel a las motivaciones del cine de autor.
jpiedrahita@elespectador.com