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Un metrónomo con pies. Eso fue Ringo Starr para los Beatles. La definición —aunque cruda— de peyorativa no tiene nada. En un mundo donde los bateristas compensaban sus deficiencias vocales y de composición con fatigantes ejercicios circenses sobre sus tambores, Ringo era diferente.
Un episodio mítico (pero no por ello alejado de la realidad) refleja su temperamento: cuando Lennon le ofrece el puesto del entonces baterista del grupo, Pete Best, él, que era parte de Rory Storm & The Hurricanes, se reúne ya muy en serio con sus futuros compañeros. McCartney le pregunta si es muy afecto a los solos de batería y Ringo confiesa que los hace porque le piden hacerlos, pero que, con sinceridad, los aborrece. “A nosotros tampoco nos gustan”, le confiesan Lennon y McCartney, y Harrison asiente. Ese día nacieron los Beatles como los conocemos.
Durante toda la década del sesenta, Ringo solo se permitió un solo, de escasos quince segundos, en The end, al cierre del último álbum que grabaron, el Abbey Road (y lo hizo porque el productor George Martin le rogó). El resto del tiempo se limitó a eso: al tempo. Si sacáramos a Ringo del edificio sonoro de los Beatles, habría que correr a llamar a un arquitecto para que evitara un desastre. Tanto confiaron en él que, como anota Manolo Bellon, rara vez se giraban a mirarlo. No había para qué: estaban seguros del ritmo que Ringo les marcaba con sus baquetas.
No es menos cierto que después de 1965, con un Lennon y un McCartney muy maduros y ávidos de experimentación, Ringo pasó de ser pilar sonoro a eficiente músico de sesión. Acataba las recomendaciones de sus compañeros y durante las sesiones de grabación solía jugar a las cartas y fumar con el equipo técnico. No le molestaba. Entendía su papel. Lo cumplía con juicio y pericia.
Pero todo tiene un límite: durante las jornadas de lo que se convertiría en el doble The Beatles (Álbum blanco), McCartney tuvo la soberbia de regrabar, a solas, algunas de las baterías de Ringo y el hombre de los anillos, dolido, fue el primer beatle en ser exbeatle. Tres semanas después regresó y encontró su instrumento lleno de flores. De todas maneras era 1968 y ya los Beatles habían dejado de existir, manteniéndose únicamente unidos de puertas para afuera.
Su carácter afable y su lealtad al sonido que exploraban sus compañeros le permitió participar en muchos de los proyectos que Lennon, McCartney y Harrison emprendieron después del “divorcio”, y aunque hace años que sus grabaciones no escalan los puestos superiores de las listas de popularidad, sigue siendo el baterista más famoso de todos los tiempos. Y de todos los tempos.
El reloj más preciso del pop-rock de los sesenta, da la hora en Colombia, ese país del que tiene ligeras referencias. La más conocida en las letras de un cover que hizo en 1975 del No no song, donde se encontró por primera vez con esta siempre convulsa república bananera: “Una señora que conozco acaba de llegar de Colombia. Ella sonrió, porque yo no entendía. Luego sacó algo de marihuana y dijo que era la mejor del mundo. Le dije: ‘no, no, no, no, ya no fumo más’”. Parece que es cierto y que en su concierto en Colombia sólo va a recibir aplausos.
Ringo Starr y su All Star Band en Colombia. Marzo 6, a partir de las 8:00 p.m. Centro Comercial Bima. Gran Carpa de Eventos. Información y boletería: 5936300 y www.tuboleta.com.